El modelo matemático de la teoría cinética de gases, es la combinación de la ecuación de estado del gas ideal con las leyes de la cinemática newtoniana. Por ello aborda el concepto de velocidad molecular, tanto en su comportamiento individual como en su comportamiento colectivo, utilizando para ello experimentos reales y también experimentos mentales. Sus principales resultados —es decir, aquello que empleamos al resolver problemas teóricos— son las leyes de difusión y efusión de los gases.
Figura
1. El applet PhET Gas Properties actúa como un punto intermedio entre un
experimento mental y uno real: permite visualizar partículas en movimiento,
modificar temperatura, volumen o masa, y observar cómo cambian presión y
colisiones en tiempo real. Modela las leyes del gas ideal y muestra de forma
intuitiva cómo el comportamiento microscópico de las moléculas produce las
propiedades macroscópicas del gas. Enlace
a la app.
La constante de Boltzman
La constante de Boltzmann, aunque suele escribirse
con un símbolo distinto (kᴮ),
no es conceptualmente diferente de la clásica constante del gas ideal R.
La relación entre ambas es directa: kᴮ
= R / Nᴬ, donde Nᴬ es el número de Avogadro.
En otras palabras, kᴮ
es simplemente la constante del gas ideal “por cada molécula”, mientras que R
es la misma constante “por mol de moléculas”.
Dado que en este curso hemos asumido —siguiendo la
redefinición del SI de 2019— que el mol corresponde exactamente a un
número perfecto, definido por el valor fijo del número de Avogadro, podemos
considerar que R y kᴮ
representan la misma relación fundamental: el puente entre temperatura
y energía. Esto se evidencia al recordar que una atmósfera-litro
equivale aproximadamente a 101.3 J, lo que permite expresar R en
unidades de J/K, revelando con claridad su significado profundo como
factor de conversión entre energía térmica y temperatura 1.380649 x 10−23 J K−1.
Así, ambas constantes encapsulan la misma idea física: la
energía térmica asociada al movimiento de partículas aumenta en proporción
directa a la temperatura. Lo único que cambia es la escala: R describe
el comportamiento energético de un conjunto macroscópico de entidades (moles),
mientras que kᴮ
describe el mismo fenómeno a nivel microscópico (entidades), partícula
por partícula. Con esta interpretación unificada, se hace evidente que la
teoría cinética, la física estadística y la termodinámica comparten una misma
estructura conceptual en torno al vínculo entre energía y temperatura.
Sin embargo, asumir plenamente las consecuencias de la
redefinición del SI nos ahorra pasos matemáticos, ya que la fórmula N =
Nᴀ n se vuelve
irrelevante. Al estar el mol definido como un número exacto de
entidades, ya no necesitamos convertir entre partículas y moles: contamos
directamente en múltiplos de un número perfecto la unidad mol.
Concepto de velocidad molecular de una sola partícula
Imagina un experimento mental —un gedankenexperiment—
diseñado para visualizar el concepto de velocidad molecular. Supongamos
que colocamos una sola molécula dentro de un contenedor cúbico perfectamente
aislado. Esta molécula, según la teoría cinética, se mueve siguiendo las leyes
de Newton, con una velocidad bien definida y una dirección concreta
en cada instante. Esto es crucial: hablamos de velocidad, no de rapidez,
porque la dirección del movimiento forma parte esencial de su descripción.
Ahora bien, esa dirección no permanece fija. Cada vez que la
molécula choca contra una pared del contenedor, la pared ejerce sobre
ella una fuerza que cambia el vector de velocidad según el ángulo del
impacto. En un contenedor cúbico, por ejemplo, un choque frontal invertirá
el componente normal de la velocidad, mientras que un choque oblicuo la
desviará siguiendo la ley de reflexión. Si el contenedor tuviera una forma
irregular —digamos esférica, cilíndrica o poliédrica— la molécula seguiría
trayectorias muy distintas, todas determinadas por los ángulos locales de las
superficies donde rebota.
Para entender cuán extremadamente rápido ocurre esto,
pensemos en un ejemplo cotidiano: los perros pueden detectar una única molécula
de olor que viaja desde su punto de origen hasta ellos, a veces a largas
distancias. Esto implica que las moléculas se desplazan a altísimas
velocidades, muchísimo mayores que las velocidades perceptibles a escala
humana. Por lo tanto, si una sola molécula se mueve tan rápido en aire libre,
podemos inferir que dentro de un contenedor finito —del tamaño típico de
un experimento de laboratorio— esa misma molécula chocará contra las paredes miles
o millones de veces por segundo.
Concepto de velocidad molecular poblacional o promedio
La distribución de velocidades moleculares funciona
exactamente como las distribuciones biológicas de tamaños, masas o tiempos de
reacción: existe un promedio poblacional, pero cada individuo puede
desviarse por encima o por debajo de ese valor. En un gas, esto significa que
algunas moléculas se mueven mucho más rápido que la media, otras mucho
más lento, y la mayoría se concentran alrededor de una velocidad
intermedia que llamamos velocidad promedio o velocidad más
probable. Esta es la que gobierna las propiedades de estado del gas,
porque resume el comportamiento colectivo del conjunto.
Figura
2. El experimento mide la distribución de velocidades moleculares usando
un chorro de gas que atraviesa un disco giratorio con rendija, fijando el
tiempo de salida. Las moléculas viajan en vacío hasta el detector, donde su tiempo
de llegada revela si son rápidas, promedio o lentas. La longitud y densidad
del depósito en el detector permiten reconstruir la distribución
Maxwell-Boltzmann del gas.
El experimento ilustrado en la Figura 2 utiliza un chorro
molecular que sale de un horno por una boquilla y atraviesa un chopper
rotatorio con una rendija. La rendija funciona como un cronómetro mecánico:
solo deja pasar moléculas en un instante preciso mientras rota. Las moléculas
que cruzan la rendija vuelan libremente hasta el detector situado a una
distancia fija. Aquí ocurre lo crucial: si todas las moléculas viajaran a la
misma rapidez, llegarían al detector en el mismo tiempo; pero como hay
moléculas lentas, promedio y rápidas, sus tiempos de
llegada se dispersan.
Figura
3. La figura muestra cómo la temperatura modifica la distribución de
velocidades moleculares del mismo gas (N₂). A baja temperatura, las
moléculas son lentas y la distribución es estrecha. A temperaturas medias se
desplaza hacia velocidades mayores y se ensancha. A temperaturas altas aparecen
muchas moléculas muy rápidas. Esto evidencia que la temperatura mide la energía
cinética promedio del gas.
El detector registra la llegada como un pulso ampliado en
el tiempo:
- las
moléculas rápidas llegan primero,
- luego
las promedio,
- y
finalmente las lentas.
Esa diferencia de tiempos se traduce en diferencias de rapidez,
porque la distancia es fija. Con esta información podemos reconstruir la distribución
de velocidades.
Cuando repetimos el experimento a distintas temperaturas,
la forma de la distribución cambia: a mayor temperatura, la población molecular
se desplaza hacia mayores velocidades, la curva se ensancha y el
máximo se mueve hacia la derecha, tal como se ve en las gráficas. Así, el
detector no mide directamente la velocidad, sino el tiempo de vuelo, que
es matemáticamente equivalente para obtener la rapidez. Esto demuestra
experimentalmente que en un gas existe un rango completo de velocidades, aunque
su comportamiento macroscópico esté dominado por la velocidad promedio.
La comparación experimental entre gases de distinta
identidad revela con claridad el límite práctico del modelo del gas
ideal. Según este modelo, la naturaleza del gas es irrelevante: todas las
sustancias deberían comportarse igual si están a la misma temperatura y
presión. Pero cuando medimos velocidades moleculares reales, descubrimos
que la masa molar modifica de manera decisiva la forma de la
distribución.
Figura
4. La figura muestra que la identidad del gas sí importa: aunque todos
están a la misma temperatura, sus velocidades moleculares difieren por
la masa molar. Los gases ligeros, como el helio, tienen velocidades
altas y gran dispersión; los pesados, como el cloro, son más lentos y
uniformes. Esto evidencia que el gas ideal es solo una aproximación y no
describe completamente el comportamiento real.
Los resultados muestran que, para gases de baja masa
molar —como hidrógeno o helio—, la dispersión de velocidades es
mucho mayor. Esto significa que existe un número considerable de moléculas
extremadamente rápidas y, al mismo tiempo, muchas muy lentas. El valor
promedio deja de representar bien al conjunto porque la población es más
heterogénea; hay demasiadas entidades que se alejan significativamente del
promedio. Como consecuencia, los experimentos de tiempo de vuelo con gases
ligeros tienden a presentar errores experimentales más altos,
simplemente porque el comportamiento estadístico está menos concentrado
alrededor de un único valor representativo.
En contraste, los gases de alta masa molar —como
cloro o xenón— muestran curvas de velocidad más estrechas y compactas.
La dispersión es menor: la mayoría de las moléculas se agrupa alrededor de una
velocidad más baja y muy cercana al promedio. Aquí, el promedio sí describe
adecuadamente a la población molecular, y las mediciones experimentales
presentan menor variabilidad.
Este fenómeno evidencia que, aunque el gas ideal ignore la
identidad de las moléculas, el comportamiento dinámico real depende
fuertemente de la masa de cada especie. Cuanto más ligera sea la molécula,
más ancha y desplazada hacia valores altos estará su distribución de
velocidades; cuanto más pesada, más estrecha y lenta será. Así, el experimento
muestra que el gas ideal es una excelente aproximación para describir
propiedades colectivas, pero no captura las diferencias cinéticas finas entre
moléculas reales de distinta identidad.
[1] Rapidez promedio de una molecula de identidad (i) como
función de la temperatura T y la masa molar M. Pulse aquí para una expansión de
su descripción [Enlace].
Primera ley de Graham: Difusión
La ley de difusión de un gas, o ley de Graham,
establece que la rapidez con la que un gas se difunde es inversamente
proporcional a la raíz cuadrada de su masa molar. En otras palabras, los
gases ligeros se dispersan más rápido que los pesados porque sus moléculas
tienen mayor rapidez promedio. Esta ley describe con precisión cómo la masa
molar determina la velocidad del proceso de difusión.
Figura
5. Thomas Graham (1805–1869), químico escocés, fue pionero en el estudio
del movimiento molecular. Formuló las leyes de difusión y efusión,
demostrando que la rapidez de un gas depende inversamente de la raíz cuadrada
de su masa molar. También investigó la diálisis y los geles, y llegó a
ser Master of the Mint. Su trabajo anticipó la teoría cinética moderna.
Históricamente, fue formulada por Thomas Graham a
mediados del siglo XIX, a partir de experimentos comparativos en los que
observó que distintos gases atravesaban membranas porosas a velocidades
sistemáticamente distintas. Sus resultados proporcionaron una de las primeras
evidencias experimentales sólidas de que la masa molecular influye
directamente en el comportamiento dinámico de los gases.
[2] Ley de Difusión. Pulse aquí para una expansión de su
descripción [Enlace].
Segunda ley de Graham: Efusión
La ley de efusión de un gas, también formulada por Graham,
establece que la rapidez con la que un gas escapa por un orificio
extremadamente pequeño es inversamente proporcional a la raíz cuadrada de su
masa molar. Así, los gases ligeros efusionan con mayor velocidad que los
pesados, porque sus moléculas poseen una rapidez promedio más elevada y chocan
con más frecuencia —y energía— contra el orificio. Esta ley describe cómo la efusión
depende directamente de la combinación entre rapidez molecular y masa
molar.
[2] Ley de Efusión. Pulse aquí para una expansión de su
descripción [Enlace].
Históricamente, Thomas Graham descubrió esta relación en el
siglo XIX al comparar la velocidad con que distintos gases atravesaban pequeños
capilares u orificios. Sus hallazgos proporcionaron una de las primeras
confirmaciones experimentales de que la masa molecular influye
profundamente en los procesos de transporte gaseoso, anticipando conceptos que
luego serían fundamentales en la teoría cinética.
Referencias
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