(Actividad 8.20.) Dentro de los escamados, las
serpientes son, sin duda, el grupo que exhibe la mayor kinesis
craneana. Su cráneo diápsido ha evolucionado para poseer un número
extraordinario de articulaciones móviles entre sus huesos, permitiendo
una flexibilidad asombrosa que les faculta para engullir presas mucho más
grandes que sus propias cabezas. En serpientes, incluso los huesos de la mandíbula
superior (como el maxilar y el palatino) tienen cierto grado de movilidad
independiente, y la mandíbula inferior, a menudo, no está fusionada en el
mentón, lo que permite que cada lado se mueva por separado. Esta hiperkinesis,
que incluye la movilidad de un hueso en la región de las "mejillas"
(como el hueso cuadrado o el pterigoideo) que "sobresale" o se
articula de una manera que amplía la abertura bucal, es fundamental para su
estrategia de alimentación de tragar presas enteras, adaptándose a dietas diversas.
El concepto popular de que las serpientes
"dislocan" su mandíbula para tragar presas grandes es un
malentendido. En realidad, las serpientes no tienen una mandíbula localizada
única y rígida como la mayoría de los vertebrados. En su lugar, cada lado
de la mandíbula inferior es independiente, no está fusionado en el
mentón. En una posición de descanso, la mandíbula parece normal, pero cada lado
puede moverse de forma separada, casi como si fuera un brazo independiente.
Las serpientes alternan el movimiento lateral de cada lado de la mandíbula
inferior, "caminando" sobre la presa. Este movimiento les permite abrir
la boca varias veces de forma secuencial y progresiva, tragando el
alimento. Esta capacidad de movimiento independiente de cada lado de la
mandíbula y la asombrosa flexibilidad de los huesos del cráneo en
general son la razón por la que se dice que su kinesis craneana es extrema,
permitiéndoles engullir presas que son significativamente más grandes que sus
cabezas.
Los dientes de las serpientes también varían
enormemente, especialmente en relación con la producción y entrega de veneno.
Las serpientes no venenosas suelen tener dientes sólidos, pequeños y
curvados hacia atrás, diseñados para sujetar a la presa y ayudar a su
progresión por el esófago.
(Actividad 8.21.)
(Actividad 8.22.)
Sin embargo, algunas serpientes venenosas tienen una
morfología de cabeza que puede no ser distintivamente triangular como la de las
víboras avanzadas, lo que resalta la amplia diversidad y la imprudencia
de fiarse solo de la forma de la cabeza para identificar una serpiente
venenosa. Evolutivamente, la administración del veneno muestra una gradación:
las más ancestrales serpientes venenosas simplemente poseen saliva
modificada que "enjuaga" el colmillo con veneno al morder (ej.
algunas culebras opistoglifas como la culebra bastarda, Malpolon
monspessulanus).
En una etapa intermedia, encontramos serpientes donde el colmillo
tiene un surco incompleto a lo largo del cual fluye el veneno por
capilaridad (ej. algunas especies de cobras o mambas, aunque estas ya son más
avanzadas). Y solo las víboras más avanzadas (ej. cascabeles como Crotalus
durissus, o víboras europeas como Vipera aspis) y algunas elápidas
(ej. mambas, Dendroaspis spp.) poseen colmillos especializados y
huecos que funcionan como jeringas hipodérmicas, inyectando el veneno de
forma eficiente y rápida. Esta especialización de los colmillos se correlaciona
con la sofisticación del veneno. Los venenos más primitivos tienden a
ser predominantemente citotóxicos, heredando la capacidad de la saliva
para digerir tejidos, causando necrosis y daño local. En contraste, las víboras
avanzadas y muchas elápidas han desarrollado neurotoxinas potentes
que actúan sobre el sistema nervioso, paralizando el corazón y el cerebro
de la presa, lo que permite una inmovilización rápida y eficiente.
(Actividad 8.23.)
(Actividad 8.24.) Dentro del diverso grupo de los escamados,
la historia fósil nos revela formas verdaderamente espectaculares y, a menudo,
sorprendentes. El más impresionante de todos ellos es, sin duda, el grupo de
los mosasaurios. Estos gigantescos reptiles marinos del Cretácico, que
dominaron los océanos después de la extinción de los ictiosaurios, alcanzaban
tamaños colosales y poseían una morfología adaptada a la vida acuática
depredadora. Su cráneo, aunque masivo y robusto, es estructuralmente semejante
al de un lagarto monitor moderno, exhibiendo un alto grado de kinesis
craneana, una característica distintiva de los escamados. Esta similitud
resalta su cercanía filogenética con lagartos terrestres actuales.
Sin embargo, lo que hacía a los mosasaurios particularmente
temibles era una característica única en su mandíbula. Poseían una especie de "segunda
mandíbula" interna o un complejo sistema de dientes y huesos en el
paladar altamente articulados, que les permitía un agarre excepcional y un
movimiento de tracción de la presa hacia la garganta una vez que la boca
inicial la había sujetado. Esta configuración, que recuerda inquietantemente a
la mandíbula faryngeal del xenomorfo de la película Alien, les
proporcionaba una capacidad de prensión y deglución asombrosa para sus presas
resbaladizas y a menudo grandes. Era una adaptación de la kinesis craneana
llevada al extremo, permitiéndoles manipular y tragar presas enteras con gran
eficiencia.
La funcionalidad de esta "segunda mandíbula"
ha sido objeto de fascinantes estudios científicos. Investigaciones modernas
han incluido experimentos con cráneos metálicos que simulan la acción
precisa de estas dos "mandíbulas" (la principal y la
interna/palatina) en el laboratorio. Estos estudios, realizados por grupos de
investigación especializados en biomecánica y paleontología, han permitido
comprender con mayor detalle cómo estos depredadores acuáticos lograban su
formidable potencia de mordida y su eficiente deglución, revelando la
sofisticación de sus adaptaciones craneales y musculares, que son una
manifestación extrema de la kinesis de los escamados.
(Actividad 8.25.)