(Actividad 8.26.) Dentro del linaje de los diápsidos
—reptiles que originalmente presentan dos aberturas temporales en el
cráneo— no todos pertenecen al grupo de los escamosos (lagartos y
serpientes). Algunos linajes siguieron caminos evolutivos completamente
distintos, desarrollando adaptaciones al medio acuático. Uno de los
casos más sorprendentes es el de los ictiosaurios, un grupo de reptiles
marinos que protagonizaron una transformación morfológica profunda, pasando de
formas similares a lagartos elongados (Utatsusaurus) a cuerpos altamente
hidrodinámicos, comparables a los delfines. Esta evolución
convergente —es decir, el desarrollo de estructuras similares en grupos no
emparentados— puede rastrearse a través de fósiles intermedios como Mixosaurus,
Stenopterygius y Temnodontosaurus, que muestran un
perfeccionamiento gradual de la forma natatoria: hocico prolongado, aletas
desarrolladas y cola con forma de medialuna.
Uno de los cambios anatómicos más llamativos ocurrió en el cráneo.
Las fenestras típicas de los diápsidos se redujeron o fusionaron, mientras que
las órbitas oculares aumentaron de tamaño hasta volverse gigantescas. En
especies como Ophthalmosaurus, el ojo era tan grande que incluía un anillo
esclerótico óseo para sostenerlo bajo la presión del agua, alcanzando un
tamaño de más de 20 cm de diámetro. Este rasgo convierte a los ictiosaurios en
los vertebrados con la mayor proporción entre ojo y cerebro conocida, lo
que sugiere una dependencia extrema de la visión para la caza. Esto
indica que eran probablemente depredadores visuales activos en aguas
someras y luminosas, cazando durante el día con una percepción visual aguda,
adaptada al entorno marino costero.
Además de sus similitudes externas con los delfines, los
ictiosaurios también convergieron en su forma de reproducción: a
diferencia de la mayoría de los reptiles, eran vivíparos, es decir,
daban a luz crías vivas directamente en el agua. Este rasgo ha sido confirmado
por fósiles excepcionales que conservan embriones en posición intrauterina o en
proceso de nacimiento. Así, los ictiosaurios combinaban un cuerpo aerodinámico,
sentidos altamente desarrollados y una estrategia reproductiva interna, todo lo
cual los posiciona como uno de los casos más claros y completos de convergencia
evolutiva entre reptiles y mamíferos marinos. Su historia ilustra de manera
impresionante cómo la selección natural puede moldear respuestas similares a
partir de linajes totalmente distintos.
(Actividad 8.27.)
(Actividad 8.28.) Los pliosaurios de cuello corto
fueron algunos de los reptiles marinos más imponentes del Mesozoico. Su cráneo
es uno de los más claramente diápsidos conocidos, con grandes aberturas
temporales y una mordida poderosa. Aunque a simple vista pueden parecer más
impresionantes que los mosasaurios, su reinado fue más limitado. Los
mosasaurios, que evolucionaron más tarde —a finales del Cretácico—, los
desplazaron competitivamente, como lo demuestra el registro fósil,
en el que los restos de pliosaurios se vuelven escasos justo cuando los
mosasaurios comienzan a dominar los mares. Esta sustitución ecológica muestra
cómo la presión evolutiva y los cambios ambientales favorecieron a los
nuevos depredadores más especializados.
El grupo de los pliosaurios tiene una importancia especial
en Colombia, ya que en la región de Villa de Leyva se han
encontrado fósiles de un gran pliosaurio de cuello corto, el Kronosaurus
boyacensis. Este hallazgo, aunque sorprendente por estar en una región
andina actual, se explica por el hecho de que durante el Cretácico Inferior
el mar cubría una gran parte del territorio colombiano. La línea costera
llegaba hasta los actuales Llanos Orientales, extendiéndose entre lo que
hoy es Colombia y Venezuela. Por tanto, los pliosaurios habitaron un mar poco
profundo y cálido que cubría el centro del país, dejando abundante evidencia
fósil en los depósitos marinos de esa época.
A pesar de que los pliosaurios y los mosasaurios
compartieron un hábitat marino y algunas similitudes superficiales, como sus
formas hidrodinámicas y su gran tamaño, presentaban diferencias anatómicas
notables. Los pliosaurios tenían cuerpos más robustos, con aletas
delanteras desproporcionadamente grandes y una cola corta, lo que
sugiere un estilo de natación más por impulso. En contraste, los mosasaurios
poseían cuerpos más serpentiformes, con colas largas en forma de
paleta y movimientos ondulatorios similares a los de los dragones marinos.
Esta diferencia en la morfología refleja también una estrategia locomotora
divergente, en la que los mosasaurios se adaptaron mejor a la persecución
activa de presas en mares abiertos, lo que pudo haber sido clave para su éxito
evolutivo.
(Actividad 8.29.)
(Actividad 8.30.) Los pliosaurios de cuello largo
(plesiosaurios), a diferencia de sus parientes de cuello corto,
desarrollaron una morfología especializada para un estilo de caza más sigiloso.
Su cráneo, aunque derivado de antecesores diápsidos, muestra una
apariencia peculiar: la fenestra temporal inferior parece estar ausente
o muy reducida, mientras que la superior es amplia y bien definida. Esta
condición ha sido interpretada como una especie de sínapsido convergente,
pues da la impresión de tener una sola abertura en el cráneo, similar a la de
los mamíferos, aunque su origen evolutivo sea diferente. A pesar de esta
solidez craneal, poseían dientes largos, cónicos y entrelazados,
diseñados para capturar presas pequeñas como peces y cefalópodos.
El rasgo más distintivo de este grupo es su cuello
extremadamente largo, formado por decenas de vértebras cervicales (hasta 70
en algunos géneros como Elasmosaurus), lo que les daba un alcance
excepcional sin necesidad de mover el cuerpo entero. Se ha propuesto que
esta adaptación les permitía introducir lentamente la cabeza dentro de bancos
de peces o cardúmenes, sin espantarlos con su volumen corporal. También
pudo ser útil para explorar cavidades en el fondo marino o entre arrecifes.
Este estilo de caza, basado en el sigilo y la precisión, contrasta con la
estrategia de fuerza bruta de otros reptiles marinos.
Aunque compartían con sus parientes una silueta
hidrodinámica y cuatro aletas transformadas en remos, los plesiosaurios
de cuello largo tenían un cuerpo compacto, una cola corta y rígida,
y un estilo de natación basado en el vuelo subacuático. Esta forma de
desplazamiento, similar al batido de alas, les daba gran maniobrabilidad
en aguas someras. Si bien eran menos veloces en mar abierto, su combinación de
alcance cervical, agudeza visual y capacidad de giro les permitió ocupar un
nicho ecológico estable durante más de 80 millones de años, coexistiendo con
pliosaurios, ictiosaurios, tiburones y, más tarde, mosasaurios.
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(Actividad 8.31.)