La imagen presenta cuatro instrumentos volumétricos
fundamentales del laboratorio químico: la bureta, la pipeta,
la probeta graduada y el matraz aforado, cada uno diseñado para
cumplir una función específica en la medición, transferencia y preparación
de volúmenes de líquidos. Aunque todos trabajan con la misma magnitud —el
volumen—, difieren notablemente en precisión, finalidad y modo
de uso, lo que refleja que en química la elección del instrumento es parte
esencial del diseño experimental y del control del error.
La bureta es un instrumento graduado de alta
precisión, equipado con una llave de control, que permite dispensar
volúmenes variables de líquido de manera controlada. Es indispensable en titulaciones,
donde interesa medir con exactitud el volumen entregado, no el volumen
contenido. La lectura se realiza observando el menisco y calculando la
diferencia entre el volumen inicial y final. La pipeta, en cambio, está
diseñada para transferir un volumen fijo con gran exactitud; la mostrada
en la imagen es una pipeta volumétrica, calibrada para un único volumen
(por ejemplo, 25 mL). Su uso es característico cuando se requiere
reproducibilidad y mínima incertidumbre, como en la preparación de disoluciones
patrón.
La probeta graduada es un instrumento más versátil,
con múltiples marcas de volumen, lo que permite medir diferentes cantidades de
líquido con rapidez. Sin embargo, esta versatilidad implica una menor
precisión en comparación con la pipeta o la bureta, por lo que se utiliza
principalmente en mediciones aproximadas o preparaciones preliminares.
Finalmente, el matraz o balón aforado es el instrumento clave para la preparación
de disoluciones de concentración conocida. Posee un aforo único,
indicado por una marca en el cuello, que define con exactitud el volumen
final de la disolución. La mayor parte del volumen se encuentra en el
cuerpo esférico, mientras que el cuello estrecho permite una lectura precisa
del menisco, lo que lo convierte en el estándar para trabajos cuantitativos
rigurosos.
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