El experimento de Friedrich Wöhler en 1828, donde logró sintetizar urea a partir de un compuesto inorgánico (cianato de amonio), es innegablemente el hito más paradigmático en la refutación del vitalismo científico histórico. Sin embargo, es crucial entender que esta síntesis no fue un golpe solitario que derrumbó de inmediato una doctrina arraigada. Por el contrario, la "jubilación" de los científicos vitalistas y de sus ideas requirió décadas de síntesis de materia orgánica aplicada y acumulada. El experimento de Wöhler fue el primer gran clavo en el ataúd del vitalismo, abriendo una puerta que otros químicos, con innumerables síntesis posteriores, expandirían progresivamente, mostrando una y otra vez que la materia orgánica no era especial ni inaccesible para la ciencia. La verdadera disolución del vitalismo fue un proceso gradual, reforzado por la acumulación de evidencia empírica que demostraba la capacidad de la química para crear y transformar compuestos biológicos.
Friedrich Wöhler (1800-1882) fue un químico alemán que se convirtió en una figura central en el desarrollo de la química orgánica y la bioquímica. Estudió medicina y química, siendo discípulo del renombrado Jöns Jacob Berzelius, un vitalista prominente que creía firmemente en la necesidad de una "fuerza vital" para la formación de compuestos orgánicos. Wöhler, curiosamente, no se propuso desacreditar el vitalismo intencionalmente. Su famoso experimento fue el resultado de un intento de sintetizar cianato de amonio. Al calentar esta sal inorgánica, observó la formación de cristales blancos que resultaron ser urea, un producto de desecho del metabolismo de los mamíferos, conocido desde 1773 por ser puramente orgánico.
La síntesis de urea de Wöhler fue revolucionaria por su simplicidad y sus profundas implicaciones. Por primera vez, un compuesto orgánico complejo, antes considerado exclusivo de los organismos vivos y producto de una "fuerza vital", se había obtenido en el laboratorio a partir de precursores puramente inorgánicos. Este hecho fue un golpe demoledor para la teoría vitalista, ya que demostró que las leyes químicas y físicas eran suficientes para explicar la formación de la materia orgánica, sin necesidad de recurrir a fuerzas sobrenaturales. Aunque el vitalismo persistió en algunas mentes por un tiempo, el experimento de Wöhler fue el punto de inflexión paradigmático que marcó el comienzo de una nueva era en la química, la de la síntesis orgánica, y abrió las puertas a una comprensión completamente materialista de la vida.
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