Las conversiones entre unidades de concentración pueden ser
complejas, ya que requieren un buen conocimiento de las fórmulas y su correcta
manipulación. Incluso los expertos pueden enfrentar dificultades si no repasan
cuidadosamente los conceptos. En esta lección, analizaremos la molalidad,
la molaridad, algunas de sus variantes y sus relaciones con otras
unidades de concentración
Molalidad
La molalidad es una unidad de concentración
que expresa la cantidad de soluto (en moles) disuelto por cada kilogramo
de disolvente. A diferencia de otras unidades como la molaridad,
que dependen del volumen total de la disolución, la molalidad se basa
únicamente en la masa del disolvente, lo que la hace útil en situaciones
donde la temperatura o la presión pueden afectar el volumen.
Recordemos que una unidad de concentración mide qué
tan dispersa está una sustancia con respecto a otras en una mezcla
homogénea, ya sea en función de la cantidad total de sustancia presente
o del espacio en el que se distribuye. Por ello, hablar de concentración
es hablar de la relación cuantitativa entre el soluto y su entorno, lo
que permite comparar soluciones, predecir propiedades físicas como la presión
osmótica, o entender fenómenos como la ebullición y la congelación
en mezclas.
La unidad derivada m se lee como molales o molal,
y se utiliza para expresar la molalidad, es decir, los moles de
soluto por kilogramo de disolvente. En textos y enunciados científicos,
esta unidad suele aparecer escrita como “m” o como “molales” en
forma algebraica. Es fundamental interpretar correctamente su significado
al momento de utilizarla como factor de conversión, asegurándose de
aplicar las identidades correspondientes. Por ejemplo, si una disolución
tiene una concentración de 0.50 m, esto debe leerse como “0.50
molales” o “0.50 mol de soluto por cada 1.00 kg de disolvente”.
Figura
1. Axioma de la molalidad.
Molalidad en función de un gas, un sólido puro y un líquido puro
La molalidad, al igual que muchas otras medidas de
cantidad, presenta un inconveniente práctico: en el laboratorio no contamos
con balanzas de cantidad de sustancia. Por tanto, la molalidad no se
mide directamente, sino que debe calcularse a partir de otros parámetros
accesibles, como la masa y el volumen del líquido puro, o incluso
desde otras unidades de concentración.
En esta etapa, nos enfocaremos en cómo determinarla a partir
de propiedades de sustancias puras. Por ejemplo, si partimos de un gas,
podemos aplicar la ley del gas ideal para obtener la cantidad de
sustancia. Si contamos con la masa de un soluto, usamos su masa molar
para calcular los moles. Y si trabajamos con el volumen de un líquido,
debemos emplear la densidad junto con la masa molar, lo que nos
permite derivar las ecuaciones o teoremas de conversión
correspondientes.
Este enfoque destaca la importancia de entender las relaciones entre unidades físicas y cómo éstas se transforman mediante factores de conversión. La molalidad, expresada en mol/kg, se convierte así en una herramienta útil, pero su aplicación exige interpretación contextual y un uso correcto de los valores experimentales disponibles.
Figura
2. El teorema de la molalidad usa el ratio adimensional de masas de
soluto y solvente junto con la masa molar invertida para calcular
concentraciones. Es esencial convertir gramos a kilogramos para mantener la coherencia
dimensional. Esta fórmula compacta facilita cálculos precisos en química y
fisicoquímica, optimizando el análisis de disoluciones con datos experimentales.
Demostración.
Observa que este teorema nos indica cómo realizar la conversión
desde la fracción masa a masa del soluto. Si conocemos la fracción
másica del soluto, podemos obtener la del solvente simplemente
restándola de 100 %, ya que
la suma de ambas debe ser igual al 100 %
en una mezcla binaria.
Aunque los valores utilizados en algunos ejemplos pueden no
representar datos experimentales reales, lo importante es que mantienen
la proporción correcta entre soluto y solvente. Estas proporciones pueden
interpretarse como las masas relativas de cada componente y, por tanto,
utilizarse directamente como masas absolutas en cálculos posteriores,
siempre que se mantenga la escala.
Este enfoque es útil tanto para realizar conversiones entre unidades
de concentración como para establecer relaciones cuantitativas en
problemas de estequiometría, preparación de disoluciones o determinación de
propiedades coligativas.
Figura
3. La molalidad, al expresarse como función de la masa del soluto
y el volumen del solvente, requiere una fórmula explícita sin ratios
adimensionales, pues masa y volumen son magnitudes distintas.
La densidad del solvente permite convertir volumen en masa, facilitando
cálculos precisos en laboratorio, esenciales para estudiar propiedades
coligativas y equilibrar concentraciones en disoluciones. Demostración.
Figura
4. La molalidad calculada con volúmenes líquidos puros y densidades
conocidas resulta en una expresión compacta, donde los ratios de variables
semejantes son adimensionales y simplifican el análisis
dimensional. Al sustituir densidades y volúmenes, se reduce la carga
simbólica, facilitando el uso del factor de conversión para masa molar
invertida, optimizando cálculos en química y fisicoquímica. Demostración.
Molaridad en función de un gas, un sólido puro y un líquido puro
La molaridad de un gas puede entenderse de dos
maneras distintas. Por un lado, cuando la definimos originalmente, observamos
que un gas puede dispersarse en un espacio propio, lo que permite
asignarle una molaridad autónoma, sin necesidad de un solvente.
Esta interpretación se basa en el volumen que ocupa el gas en determinadas
condiciones de presión y temperatura.
Por otro lado, muchos gases son solubles en agua, y
en este contexto pueden presentar una molaridad líquida, es decir, una
concentración que depende del volumen del líquido dispersante, como el
agua. En estos casos, el gas actúa como un soluto clásico, y su
concentración se rige por una relación conocida como la ley de Henry,
que describe cómo varía la solubilidad de un gas en un líquido con la presión.
Sin embargo, este tema no será abordado en esta sección.
Nos enfocaremos exclusivamente en la molaridad de
sustancias puras, tanto sólidos como líquidos. Las conversiones
necesarias para calcular la molaridad son esencialmente las mismas que las
utilizadas para la molalidad. Es decir, recurrimos a la masa molar
del soluto y a la densidad del líquido para obtener los teoremas de
conversión pertinentes. Dado que los pasos de deducción son directos
y se basan en definiciones básicas, homólogas a las de la figura 2, no es
necesario presentar aquí la demostración completa.
Figura
5. El teorema de la molaridad como función de un sólido puro permite
calcular la concentración usando la masa del soluto y el volumen
total de la disolución. Se basa en el axioma de la masa molar y
evita el uso directo de moles, facilitando el trabajo experimental. Es
fundamental en química analítica y enseñanza, ya que no involucra ratios de
magnitudes semejantes y mantiene una expresión desplegada y clara. Demostración.
Figura
6. El teorema de la molaridad de un líquido puro permite calcular
la concentración usando la fracción de volumen, definida como el volumen
del soluto entre el volumen de la disolución. Al ser una cantidad
adimensional, facilita una expresión elegante al combinar densidad
y masa molar. Este teorema es especialmente útil en disoluciones
diluidas, ya que reduce la complejidad experimental y facilita el análisis
dimensional. Demostración.
En disoluciones ideales, es decir, aquellas con concentraciones
muy bajas (generalmente inferiores a 0.01 mol/L), podemos asumir que el volumen total
de la disolución depende casi exclusivamente de la masa del solvente.
Esta simplificación es válida porque, en tales condiciones, la presencia del
soluto no altera significativamente el volumen o masa del sistema.
Cuando el solvente es agua, esta suposición se vuelve
aún más útil gracias a una coincidencia histórica y práctica: la definición
original del litro y del kilogramo proviene de la Revolución Francesa,
donde se estableció que 1 litro de agua pura a 4 °C tiene
una masa de 1 kilogramo. Aunque esta equivalencia ha sido redefinida con
mayor precisión desde entonces, sigue siendo válida con un margen de error
mínimo en la mayoría de los experimentos de laboratorio a temperatura
ambiente (14–28 °C).
Figura
7. La molaridad y la molalidad miden concentración en función del
volumen de disolución y la masa del solvente, respectivamente. Su conversión
depende del ratio masa del solvente/volumen de disolución, que en
disoluciones ideales acuosas es aproximadamente 1 kg/L, facilitando
cálculos simples. En soluciones concentradas o con otros solventes, es crucial
considerar variaciones para evitar errores
Gracias a esta relación, podemos aplicar conversiones
directas entre masa y volumen del agua en disoluciones diluidas,
utilizando la equivalencia:
1 kg ≈ 1 L
y 1 g ≈ 1 mL.
Esto permite expresar fácilmente la masa del soluto o de la disolución
en términos de volumen y viceversa, lo que simplifica muchos cálculos en
química analítica y fisicoquímica. Este principio es clave para comprender la
relación entre unidades de concentración como la molaridad y la molalidad,
así como para facilitar la resolución de problemas experimentales mediante aproximaciones
razonables.
Conocimiento completo de la disolución
En ocasiones será necesario realizar conversiones entre
distintas unidades de concentración, lo cual puede representar un desafío
si se intenta hacer conversiones directas entre ellas. Aunque en algunos
casos —especialmente en contextos teóricos— es posible deducir teoremas
que permiten generar cocientes equivalentes para ahorrar tiempo, en la
práctica cotidiana con lápiz y papel, la estrategia más segura y eficiente
consiste en recurrir al conocimiento completo de la disolución.
Esto implica abandonar momentáneamente las unidades de
concentración más sofisticadas y enfocarse en los parámetros base: es
decir, conocer las cantidades, masas, volúmenes de soluto,
solvente y disolución. Para esto, es indispensable contar con los
valores de densidad y masas molares correspondientes.
Una vez determinados estos parámetros fundamentales, el
cálculo de cualquier unidad de concentración (como molalidad, molaridad,
fracción molar o porcentaje masa a masa) se reduce a la
aplicación directa de sus definiciones algebraicas. Así, se evita
depender de conversiones complejas o fórmulas especiales, y se garantiza la consistencia
dimensional y la exactitud del resultado final.
Referencias
Baeza Baeza, J. J., & García Álvarez-Coque, M. C.
(2014). Extent of reaction
balances. A convenient tool to study chemical equilibria.
da Silva,
D. J. (2017). The basis of the limiting reagent concept, its identification and
applications. World Journal of Chemical Education, 5(1),
1-8.
DeToma, R.
P. (1994). Symbolic algebra and stoichiometry. Journal of chemical
education, 71(7), 568.
García
García, J. L. (2020). El álgebra de la estequiometría. Educación
química, 31(1), 138-150.
García García, J. L. (2021). Deduciendo las relaciones entre
las unidades de concentración en disoluciones líquidas. Educación
química, 32(3), 38-51.
García García, J. L. (2021b). Hacia un equilibrio químico
verdaderamente analítico. Educación química, 32(1), 133-146.
García, J.
L. G. (2025). Dimensional Analysis in Chemistry Textbooks 1900-2020 and an
Algebraic Alternative. Educación Química, 36(1),
82-108.
Garst, J.
F. (1974). The extent of reaction as a unifying basis for stoichiometry in
elementary chemistry. Journal of Chemical Education, 51(3),
194.
IUPAC.
(2019). Compendium of chemical terminology (2nd ed.). IUPAC.
https://doi.org/10.1351/goldbook
Moretti, G.
(2015). The “extent of reaction”: a powerful concept to study chemical
transformations at the first-year general chemistry courses. Foundations
of Chemistry, 17(2), 107-115.
Mousavi, A.
(2019). Stoichiometry of equations through the Inverse de Donder
relation. Chemistry Teacher International, 1(1),
20180006.
Schmitz, G.
(2005). What is a reaction rate?. Journal of chemical education, 82(7),
1091.
Smith, W.
R., & Missen, R. W. (1979). What is chemical stoichiometry?. Chemical
Engineering Education, 13(1), 26-32.
SOLAZ, J. J., & Quilez, J. (2001). Changes of extent of reaction in open chemical equilibria. Chemistry
Education Research and Practice, 2(3), 303-312.
Vandezande, J. E., Vander Griend, D. A., & DeKock, R. L. (2013). Reaction extrema: Extent of reaction in general chemistry. Journal of Chemical Education, 90(9), 1177-1179.
No hay comentarios:
Publicar un comentario