La molaridad, al igual que la molalidad,
cuenta con una serie de teoremas clave que permiten su cálculo desde
distintas condiciones experimentales. Aunque su definición fundamental se basa
en la cantidad de sustancia de soluto por volumen de disolución en litros, en
la práctica de laboratorio es común que se parta de masas o volúmenes
relativos, por lo que es necesario derivar fórmulas operativas más
accesibles para lápiz y papel.
En primer lugar, cuando se conoce la masa
del soluto y se desea calcular la molaridad, se parte del axioma
fundamental y se sustituye la cantidad de sustancia usando la masa molar,
despejando y combinando para obtener una expresión donde la molaridad se
calcula directamente desde la masa del soluto y el volumen total de
la disolución. Este enfoque es útil cuando se disuelve un sólido en un
volumen fijo, como una sal en agua, y se desea conocer la concentración
resultante en mol/L.
Otro caso importante es el cálculo de
molaridad cuando tanto el soluto como el solvente son líquidos. Aquí se
puede partir de una fracción de volúmenes, es decir, un cociente entre
el volumen del soluto y el volumen total de la disolución. Usando las densidades
respectivas y la masa molar del soluto, se llega a una fórmula que
permite calcular la molaridad de manera compacta y sin necesidad de
conversiones sofisticadas, especialmente útil en mezclas de líquidos miscibles
como etanol en agua.
Finalmente, es posible establecer una conversión
formal entre molalidad y molaridad, utilizando densidad de la disolución
y masa molar, considerando que una se refiere al kilogramo de
solvente y la otra al litro de disolución. Este puente es
fundamental para análisis comparativos y para pasar entre unidades en informes
científicos.
Iniciaremos con el axioma de la molaridad.
ci=niV(1)
El volumen indicado en la ecuación
1 no lleva subíndices por una razón práctica común en el desarrollo de
demostraciones químicas: es un atajo notacional que permite aligerar la
escritura cuando no hay riesgo de ambigüedad. En este caso específico,
dicho volumen representa el volumen total de la disolución, ya que
estamos trabajando con una sola mezcla homogénea. Al no haber múltiples
disoluciones involucradas ni comparación entre volúmenes parciales, la omisión
del subíndice no afecta la comprensión del teorema.
Molaridad de un soluto sólido
Iniciamos el desarrollo a partir del axioma
de la masa molar, que relaciona la masa de una sustancia con su cantidad
de sustancia.
n=mM(2)
Al despejar la cantidad de sustancia
desde esta relación (ecuación 2), obtenemos una expresión que nos permite
conectar directamente una masa conocida de soluto sólido con los
cálculos posteriores de concentración. Luego, sustituimos esta expresión en el axioma
fundamental de la molaridad (ecuación 1), el cual define la molaridad como
el cociente entre la cantidad de sustancia de soluto y el volumen de
la disolución. Al insertar el despeje obtenido en el paso anterior,
derivamos la ecuación (3), que representa un teorema operativo
para calcular la molaridad a partir de la masa del soluto sólido y el volumen
total de la disolución.
ci=miV⋅Mi(3)
Molaridad a partir del volumen del soluto líquido
En el caso de que el soluto sea un
líquido, recurrimos al teorema de la densidad, el cual nos permite
relacionar masa, volumen y densidad de dicho componente.
mi=Vi⋅ρi(4)
Despejando la masa del soluto a
partir de esta relación, obtenemos una expresión que sustituimos directamente
en el teorema (3), previamente obtenido para un soluto sólido,
con el fin de construir una nueva expresión válida para solutos líquidos.
ci=Vi⋅ρiV⋅Mi(5)
Al realizar esta sustitución, surge
naturalmente un ratio entre volúmenes de magnitudes físicas semejantes,
específicamente el volumen del soluto respecto al volumen de la disolución.
Este cociente, al ser adimensional, puede adquirir un símbolo propio y
una interpretación concreta: lo definimos como el axioma
de la fracción de volumen, el cual se convierte en una herramienta
conceptual poderosa y versátil en este tipo de sistemas. Esta fracción, al ser
una forma de razón relativa, es especialmente útil cuando las cantidades
absolutas de los volúmenes no se conocen, pero sí se conoce su proporción.
ci=ϕi⋅ρiMi(6)
Conversión formal
molaridad molalidad
Ambos teoremas tienen en común que expresan la cantidad
de sustancia del soluto, por lo que podemos igualarlos a través de esta
magnitud. Para ello, primero despejamos la cantidad de sustancia en
función de la molaridad y luego a partir de la molalidad.
ni=ci⋅V(7)
ni=bi⋅mj(8)
Al igualar estas dos expresiones, obtenemos una ecuación que
nos permite transformar una concentración en la otra, según las
variables disponibles.
ci⋅V=bi⋅mj(9)
A partir de allí, podemos despejar la molaridad o la
molalidad, dependiendo de cuál sea el objetivo del problema.
ci=bi⋅mjV(10)
Este teorema nos permite llegar a una conclusión elegante:
en disoluciones ideales, donde la mayor parte de la masa
corresponde al solvente, y si este solvente es agua, el cociente
entre la masa del solvente y el volumen de la disolución tiende a ser
prácticamente uno. Esta relación simplificada justifica por qué, en
muchos contextos educativos y prácticos, se realiza directamente la conversión
entre molalidad y molaridad sin cálculos adicionales. Sin embargo, es
fundamental entender que esta equivalencia solo se sostiene bajo ciertas
condiciones: que el soluto esté presente en muy baja concentración y que
el solvente sea agua, cuyas propiedades físicas permiten esta
aproximación. Fuera de ese contexto, aplicar esta conversión directa puede
llevar a errores, especialmente en disoluciones concentradas o con solventes
diferentes al agua
Los teoremas clave extraídos de estas demostraciones, junto
con sus factores de conversión homólogos son, son:
Molaridad de un soluto sólido (enlace).
Molaridad de un soluto líquido (enlace).
Molaridad como función de la molalidad (enlace).
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