[Química de gases] Sección 3
[Leyes empíricas de los gases]
[Historia y aplicaciones de las leyes empíricas]
Aunque en los textos de química el primer modelo
del átomo que suele presentarse es la esfera indivisible de Dalton,
y las ideas griegas apenas se mencionan de pasada, conviene subrayar que
los filósofos griegos, medievales y renacentistas
reflexionaron con gran profundidad sobre la naturaleza de la materia.
Desde las propuestas atomistas de Leucipo y Demócrito,
hasta las visiones aristotélicas de los cuatro elementos, pasando
por las discusiones escolásticas y las especulaciones alquímicas,
se fue construyendo un marco conceptual que, aunque no experimental,
sentó las bases intelectuales. Estas ideas, al ser
reinterpretadas siglos después, influyeron decisivamente en el surgimiento
de la química moderna.
Figura
1. Leucipo, fundador de la teoría atómica, propuso que la realidad
se componía de átomos indivisibles y del vacío, permitiendo el movimiento.
Sus ideas materialistas y deterministas explicaban la diversidad de la
materia, el cosmos y hasta el alma. Aunque eclipsado por Demócrito,
su influencia alcanzó el Renacimiento y anticipó la teoría atómica
moderna de Dalton.
Figura
2. Demócrito (c. 460–370 a. C.) desarrolló la teoría atomista,
afirmando que todo se compone de átomos indivisibles y vacío.
Explicó los fenómenos naturales y sensibles como combinaciones de átomos en
movimiento, rechazando causas finales. Aunque sus obras se perdieron, su visión
materialista influyó en la filosofía natural y anticipó la teoría
atómica moderna y la física de partículas.
Uno de los autores más olvidados en este contexto es Platón,
quien, a pesar de que su modelo del átomo parece anacrónico, fue pionero en
intentar vincular la estructura de la materia con las sustancias que la
componen. Este intento, aunque rudimentario, puede ser visto como un precursor
de la tabla periódica moderna, ya que intenta explicar las
propiedades de las sustancias a través de la estructura de los átomos.
Figura
3. Los átomos platónicos, basados en los sólidos regulares,
influyeron en el esoterismo como símbolos de armonía universal, aunque
resultaron poco útiles para la ciencia. La investigación moderna priorizó contar
átomos y medir sus masas antes que indagar su forma. Hoy, los átomos no se
ven directamente: se interpretan mediante modelos y datos
experimentales, manteniendo abierta la cuestión de su apariencia.
El filósofo griego Leucipo, junto con su
discípulo Demócrito, propuso que toda la materia está compuesta por
partículas pequeñas e indivisibles, llamadas átomos. Este modelo
atómico fue diseñado para reconciliar dos visiones filosóficas opuestas: la
de Heráclito, que sostenía el cambio constante, y la de Parménides,
que defendía la permanencia y la esencia eterna. Para Demócrito,
los átomos eran esa "esencia eterna" que no cambia, que no se crea ni
se destruye. Sin embargo, a diferencia de Parménides, Demócrito y
su maestro aceptaban la existencia del vacío, un espacio en el cual los átomos
se mueven y se reorganizan, explicando así el cambio constante en la materia,
como lo afirmaba Heráclito.
Platón, por su parte, desarrolló un modelo
mecanicista-materialista del átomo en su obra Timeo. Según Platón,
los cuatro elementos fundamentales (tierra, agua, fuego y aire) estaban
formados por átomos de formas geométricas específicas: el cubo representaba
la tierra, el tetraedro el fuego, el octaedro el
agua y el icosaedro el aire. Cada uno de estos átomos estaba
compuesto por partículas subatómicas, específicamente triángulos,
que representaban la verdadera esencia de la materia. En su sistema, los átomos
podían descomponerse, lo que explicaba fenómenos como la transmutación y
las reacciones químicas.
Figura
4. Platón (427–347 a. C.), discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles,
fundó la Academia de Atenas y formuló la teoría de las Ideas,
priorizando la abstracción sobre la experiencia. Su visión influyó en la
biología con la idea de especies-arquetipo y en la ciencia al inspirar modelos
matemáticos. Aunque limitó la experimentación, consolidó la confianza en la
abstracción científica.
A pesar de las ideas innovadoras de Platón,
estas no fueron ampliamente aceptadas en su tiempo. Aristóteles, su
discípulo, rechazó el concepto de átomos. Para él, la materia era continua y no
estaba compuesta por partículas discretas. Según Aristóteles, todo
lo que se veía en el mundo estaba compuesto de materia continua, sin divisiones
visibles, lo que se conoce como la teoría del hilomorfismo.
Aristóteles sostenía que las transformaciones de la materia podían explicarse
mediante el cambio en los potenciales de la materia, no por la
reorganización de átomos. Esta visión fue dominante durante muchos siglos y dio
lugar al desarrollo de la alquimia, particularmente en las culturas
del Cristianismo y el Islam, donde la idea de
transmutación de metales fue central.
Durante el Renacimiento, la noción del átomo fue
retomada, a pesar de las restricciones impuestas por la doctrina aristotélica. Galileo
Galilei y René Descartes fueron dos pensadores
importantes que, cada uno a su manera, promovieron ideas relacionadas con el
atomismo. Sin embargo, el atomismo seguía siendo un concepto
problemático para la Iglesia debido a su implicación en
la transubstanciación de la Eucaristía, un concepto que
contradice la idea de que los átomos son eternos e inmutables. Esta tensión
teológica pudo haber sido uno de los motivos por los que figuras como Galileo fueron
perseguidas por la Inquisición.
Figura
5. Aristóteles (384–322 a. C.), discípulo de Platón y tutor de
Alejandro Magno, fundó el Liceo y desarrolló una filosofía basada en
la observación y la lógica. Clasificó seres vivos, formuló
el silogismo y sistematizó múltiples campos del saber. Su vínculo con la
élite macedónica amplificó su influencia, y su pensamiento estructuró la
ciencia y la filosofía occidental durante siglos.
Descartes, influenciado por el mecanicismo, propuso
que toda la materia estaba formada por pequeñas partículas o vórtices de
materia, lo que se acerca al concepto de los átomos. Sin embargo,
Descartes rechazó la existencia del vacío, una diferencia importante con los
primeros atomistas. En su filosofía, Descartes también
dejó espacio para conceptos idealistas, como el alma y Dios.
Por otro lado, el sacerdote francés Pierre Gassendi retomó
el atomismo clásico, adaptándolo a una visión compatible con
la doctrina cristiana. Gassendi propuso que la materia estaba compuesta por
partículas indivisibles, pero con la flexibilidad de ajustarse a una visión más
religiosa, lo que lo separaba de los atomistas originales como Demócrito y Leucipo.
Figura
6. René Descartes (1596–1650) transformó la ciencia al proponer la duda
metódica, el cogito, ergo sum y un método racional para el
conocimiento. Fundó la geometría analítica, base del cálculo, y
explicó fenómenos de óptica y física bajo un modelo mecanicista.
Su énfasis en las leyes matemáticas universales consolidó un puente
entre filosofía y ciencia, influyendo en la modernidad científica.
El concepto del átomo experimentó una nueva
evolución con el corpuscularismo de Isaac Newton.
En esta teoría, los corpúsculos eran partículas divisibles, lo
que permitía la posibilidad de explicar fenómenos como la transmutación de
metales, ya que, según esta teoría, los corpúsculos de un material podrían
transformarse en los de otro. Sin embargo, el modelo de Newton y
los primeros atomistas compartían limitaciones importantes. La
principal era su incapacidad para explicar las complejas reacciones
químicas de manera efectiva, ya que la teoría de los corpúsculos reducían
las propiedades de la materia a formas geométricas simples, lo cual no era
adecuado para modelar fenómenos químicos que son altamente selectivos.
Por último, el modelo newtoniano del átomo,
a pesar de sus avances, también sufrió la influencia de la alquimia y las ideas
filosóficas de la época. Esto permitió que el atomismo continuara
siendo un concepto activo en la ciencia, aunque sin alcanzar aún la complejidad
y precisión que se lograría con el desarrollo posterior de la química
moderna.
Figura
7. Isaac Newton (1642–1727) consolidó la revolución científica al
formular las tres leyes del movimiento y la gravitación universal,
unificando la física terrestre y celeste. Su Principia Mathematica
(1687) mostró que fenómenos cotidianos y cósmicos obedecen las mismas leyes
matemáticas universales. Con rigor empírico y matemático, estableció
las bases de la ciencia moderna y transformó la comprensión del cosmos.
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