Demócrito de Abdera (c. 460 – c. 370 a. C.) es recordado
principalmente por formular una teoría atómica del universo, inspirada
en las ideas de su maestro Leucipo. Su propuesta sostenía que todo lo real se
componía de átomos indivisibles y del vacío, en el que estos se
movían eternamente. Según él, los átomos eran infinitos en número, eternos,
heterogéneos en forma y tamaño, pero homogéneos en naturaleza, y a partir de
sus combinaciones se originaban todos los fenómenos físicos y mentales. De este
modo, el átomo se convirtió en la unidad fundamental de la materia,
anticipando intuiciones que solo siglos después serían verificadas por la
ciencia moderna.
La filosofía atomista de Demócrito representó una
ruptura con las visiones teleológicas de otros pensadores, como Anaxágoras, al
rechazar causas finales en favor de una explicación basada en la necesidad
y en la sucesión causal. Para él, lo que el ser humano percibe como
colores, sabores o sonidos no es real en sí mismo, sino producto de la
disposición de los átomos y de los cambios en los órganos sensoriales. Solo los
átomos y el vacío eran realidades objetivas, mientras que las cualidades
sensibles eran convencionales. Este enfoque materialista hizo que fuera
considerado un pensador radical y, al mismo tiempo, profundamente sistemático
en su búsqueda de causas naturales.
Aunque ninguno de sus escritos originales ha sobrevivido y lo conocemos gracias a referencias de autores como Aristóteles o Teofrasto, la influencia de Demócrito fue duradera. Su énfasis en los átomos como elementos indivisibles y en el vacío como condición necesaria del movimiento permitió imaginar un universo sin creación ni destrucción, solo con transformaciones. En este sentido, se le considera un precursor directo de la teoría atómica moderna de Dalton en el siglo XIX y, en un sentido más amplio, de la física contemporánea, que todavía parte de la noción de partículas elementales como constituyentes últimos de la realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario