El proceso de descafeinado del café es un ejemplo
fascinante de cómo la ciencia y la tecnología se combinan para alterar una
sustancia común de maneras que van más allá de la intuición. Ingenuamente,
solemos pensar que los puntos críticos de las sustancias son valores
extremadamente elevados, asociados con temperaturas y presiones extremas. Sin
embargo, en la teoría de diagramas de fase, se muestra que cada
sustancia tiene sus propios puntos críticos, y algunos, como el del dióxido de
carbono (CO₂), se encuentran a temperaturas relativamente bajas. El punto
crítico del CO₂ se alcanza a 31.1°C y 7.38 MPa, donde el gas y el líquido se fusionan
en un fluido supercrítico. En este estado, el CO₂ adquiere propiedades
únicas que le permiten disolver sustancias como la cafeína con una selectividad
particular. Esta selectividad radica en la afinidad del CO₂ supercrítico por
compuestos orgánicos, como la cafeína, debido a su capacidad para interactuar
con enlaces de hidrógeno y dipolos de una manera más eficaz que en su forma
gaseosa o líquida.
Figura
1. El café descafeinado se distingue visualmente en su empaque: el café
normal usa tonos rojos o marrones, evocando su estado sin procesar. En
contraste, el café descafeinado se presenta en verde, un color
que sugiere que ha sido modificado. Este código de colores ayuda a los
consumidores a identificar rápidamente el producto y comprender su diferencia.
En términos de tecnología, los reactores de descafeinado de
café funcionan precisamente bajo condiciones controladas de temperatura y
presión para aprovechar estas propiedades del CO₂ supercrítico. Estos
reactores operan a temperaturas alrededor de 40-60°C y presiones superiores a
los 7 MPa, con flujos de CO₂ que pasan a través de los granos de café durante
varias horas. El tamaño y la cantidad de CO₂ utilizado dependen del volumen de
café a procesar, y la selectividad del CO₂ para la cafeína asegura que el sabor
del café no se vea alterado. En este proceso, el CO₂ disuelve la cafeína de los
granos, la cual luego se separa para ser eliminada. Este proceso de extracción
selectiva es uno de los más eficaces y limpios, sin dejar residuos tóxicos
en el café. La optimización del proceso de descafeinado se logra al manipular
estas variables para maximizar la extracción de cafeína sin comprometer el
sabor del café.
El café descafeinado tiene un papel crucial en la
sociedad moderna, ya que ofrece una alternativa a quienes disfrutan del sabor
del café pero desean evitar los efectos estimulantes de la cafeína. La razón
detrás de consumir café sin cafeína puede ser por sensibilidad a la cafeína,
problemas de salud como la hipertensión o el insomnio, o simplemente por
preferencia personal. Sin embargo, una de las críticas frecuentes a este
producto es la pregunta de por qué consumir una sustancia cuya principal razón
de ser es la cafeína. Los consumidores suelen buscar esta alternativa por sus
beneficios sin renunciar al ritual o el placer sensorial que implica beber
café, desafiando a menudo el estigma social que a veces se asocia con
elegir la versión "sin cafeína", como si se renunciara a la
"autenticidad" de la experiencia cafetera.
La cafeína extraída del café no se desperdicia; es utilizada
como un aditivo en otras bebidas como las gaseosas (Coca-Cola, Pepsi) o en
bebidas energizantes. En estos productos, la cafeína se presenta en
concentraciones mucho más elevadas que las que se encuentran en una taza de
café, a menudo combinada con altas concentraciones de azúcar. El consumo
excesivo de estas bebidas puede tener efectos sinérgicos peligrosos,
como el aumento de la presión arterial, ansiedad y otros trastornos
cardiovasculares. Las bebidas energizantes, en particular, han sido asociadas
con un mayor riesgo de dependencia, alteraciones del sueño y un aumento en el
riesgo de enfermedades metabólicas, debido a la alta dosis de cafeína combinada
con azúcares refinados.
Figura
2. El café gourmet (90-150 mg/taza) suele tener más cafeína que el café
barato (60-80 mg). No obstante, bebidas energizantes como Monster (∼160 mg/lata) y Red Bull (∼80 mg/lata) utilizan cafeína concentrada
(obtenida del café descafeinado), volviéndolas más estimulantes y
potencialmente adictivas, a pesar de que las gaseosas (30-40 mg/lata)
contengan menos
Como ciudadanos científicamente informados, debemos ser
conscientes de los riesgos asociados con el consumo de estas bebidas de
alta cafeína y azúcar. Es fundamental leer las etiquetas, conocer los
efectos de estas sustancias en nuestro cuerpo y exigir información clara
sobre sus contenidos. La educación científica y el acceso a información precisa
permiten tomar decisiones informadas que protejan nuestra salud y bienestar,
ayudándonos a equilibrar los placeres cotidianos con los cuidados necesarios
para mantenernos saludables en un entorno de consumo masivo. Este enfoque
integral, que conecta ciencia, tecnología y sociedad, nos invita a reflexionar
sobre cómo las decisiones científicas y tecnológicas, aunque innovadoras y
beneficiosas, pueden tener implicaciones profundas sobre nuestra salud y
nuestra forma de vida. Como consumidores y ciudadanos, es nuestro deber estar
informados y tomar decisiones basadas en el conocimiento para promover un
bienestar colectivo y sostenible.
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