El empaque del café descafeinado comercialmente se distingue por un código de colores particular, una convención de diseño que facilita a los consumidores identificar rápidamente el tipo de producto que están adquiriendo. Esta diferenciación visual es crucial en un mercado saturado, donde la claridad en la etiqueta puede influir directamente en la decisión de compra.
Generalmente, el café normal o con cafeína se presenta en empaques que utilizan una paleta de tonos rojos o marrones suaves. Estos colores evocan la calidez, la riqueza y el sabor tradicional del café sin procesar, creando una asociación visual con la experiencia clásica de consumir esta bebida. El uso de estos tonos busca transmitir la idea de un producto natural, auténtico y que no ha sido alterado, reforzando la expectativa del consumidor sobre la presencia completa de cafeína y el perfil de sabor robusto. Es una señal visual sutil pero efectiva que comunica la "pureza" o el estado original del grano.
En marcado contraste, el café descafeinado suele presentarse en empaques de color verde. Este cambio de color no es arbitrario; el verde se asocia universalmente con lo natural, lo saludable, lo fresco y, en muchos contextos, con la idea de una alteración o modificación para un propósito específico, como la eliminación de una sustancia. En el caso del café, el verde sirve como un indicador visual claro de que el producto ha pasado por un proceso para extraer la cafeína. Esta distinción cromática no solo ayuda a los consumidores a elegir correctamente en el pasillo del supermercado, sino que también refuerza la percepción de un producto que ofrece una alternativa más suave, ideal para quienes buscan el sabor del café sin los efectos estimulantes. Es una forma de comunicación de marca eficiente que capitaliza las asociaciones psicológicas de los colores para guiar las expectativas del consumidor.
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