Las fracciones hacen referencia a parámetros derivados, normalmente expresados en forma porcentual, que describen el efecto que una sustancia parcial ejerce en relación con el conjunto total del sistema. A partir de la ecuación de estado, podemos definir tres fracciones fundamentales, cada una asociada a una magnitud aditiva distinta. Es importante señalar que los nombres de estas fracciones no siempre son uniformes, ya que varían entre libros y tradiciones académicas.
Por esta razón, es recomendable adoptar la nomenclatura
estandarizada propuesta por la Unión Internacional de Química Pura y
Aplicada (IUPAC) en su Libro de Oro, donde se especifican términos
precisos y universalmente aceptados. No obstante, muchos textos de química
—especialmente los utilizados en enseñanza general— son notoriamente reticentes
a emplear esta terminología formal, prefiriendo expresiones tradicionales o
simplificadas.
Para facilitar el estudio y evitar confusiones, también
incluiremos los nombres alternativos más comunes de cada fracción. Esto
permite navegar entre la terminología rigurosa empleada en contextos
profesionales y la nomenclatura práctica que suele encontrarse en manuales,
guías y libros de texto. De este modo, el lector podrá reconocer ambas formas y
relacionarlas de manera coherente según el contexto en que aparezcan.
Fracción de masa
La fracción de masa suele expresarse en forma porcentual,
por lo que recibe varios nombres sinónimos: tanto por ciento en masa, porcentaje
en masa o porcentaje en peso. Todas estas expresiones describen la
misma idea: la masa de una sustancia comparada con 100 unidades de
masa total del sistema. Es una forma intuitiva de indicar qué proporción
del conjunto corresponde a un componente específico, independientemente de su
identidad química.
[1]
Axioma de la fracción de masas. Para ver los términos de los teoremas y sus
factores de conversión homólogos, pulse en [este
enlace].
Según el Libro de Oro de la IUPAC, el símbolo
paramétrico recomendado para esta fracción es w, y se clasifica como
una cantidad adimensional. Esto significa que no tiene unidades propias,
pues se obtiene dividiendo una masa parcial entre una masa total. Sin embargo,
como ocurre con todas las fracciones adimensionales, puede convertirse sin
dificultad a unidades de “razón”, como el porcentaje, simplemente
multiplicando por 100.
Fracción de volumen
La fracción de volumen se expresa, al igual que la de
masa, de forma porcentual, por lo que también recibe nombres comunes
como porcentaje en volumen, tanto por ciento en volumen o porcentaje
volumétrico. Todas estas denominaciones representan la misma relación
fundamental: el volumen de una sustancia comparado con 100 unidades
de volumen total de la mezcla. Este parámetro resulta especialmente útil
cuando se trabaja con gases o soluciones líquidas miscibles,
donde el volumen parcial puede interpretarse de manera directa.
[2]
Axioma de la fracción de volúmenes. Para ver los términos de los teoremas y sus
factores de conversión homólogos, pulse en [este
enlace].
De acuerdo con la recomendación del Libro de Oro de
la IUPAC, el símbolo paramétrico apropiado para esta fracción es
la letra griega φ (phi), y se clasifica también como una cantidad
adimensional. Esto se debe a que se obtiene dividiendo un volumen parcial
entre un volumen total, de modo que no posee unidades propias. Al igual que
cualquier fracción adimensional, puede transformarse en porcentaje
simplemente multiplicando su valor por 100.
Fracción molar
La fracción molar constituye uno de los parámetros
más fundamentales en el estudio de mezclas, pues describe la proporción de
moles de una sustancia respecto al total de moles presentes en el
sistema. A diferencia de las fracciones de masa y de volumen, la fracción molar
casi nunca se expresa en forma porcentual, tanto por tradición como por
conveniencia matemática. Esto implica que no suele acompañarse de sinónimos ni
variantes terminológicas; en la gran mayoría de los textos científicos se la
denomina siempre de la misma manera.
[3]
Axioma de la fracción de volúmenes. Para ver los términos de los teoremas y sus
factores de conversión homólogos, pulse en [este
enlace].
Según la recomendación formal del Libro de Oro de la IUPAC,
el símbolo paramétrico para esta fracción es la letra griega χ (chi)
en minúscula, la cual se considera una cantidad adimensional. Su
definición se basa en dividir los moles de un componente entre los moles
totales de la mezcla, sin necesidad de unidades adicionales ni conversiones
porcentuales. Esta constancia en terminología y uso convierte a la fracción
molar en uno de los parámetros más universales y estandarizados dentro de la
química física.
Figura
1. En este modelo de esferas, contamos con 8 entidades
rojas y 8 entidades azules, lo que nos da un total
de 16 entidades. Es importante recordar que el valor total se
considera independiente de las identidades individuales. Para
calcular la fracción molar, simplemente se toma el cociente
entre el número de entidades de un tipo y el número total de entidades. En
este caso, la fracción molar para cada tipo es 8 entre 16, lo que
equivale a 1/2 o 0.5.
Fracción molar a volumen constante y fracción molar a presión constante.
La fracción de presiones no suele tratarse como un
parámetro independiente, ya que su valor depende directamente de las condiciones
del sistema. En un proceso donde el volumen es constante, la
fracción de presiones resulta igual a la fracción molar, porque cada gas
contribuye a la presión total únicamente mediante el número de entidades que
posee. En cambio, si la presión es constante, la fracción de presiones
es equivalente a la fracción de volumen, ya que lo que varía es el
espacio ocupado por cada componente para mantener la presión fija.
[4]
Fracción molar a volumen constante. Para ver los términos de los
teoremas y sus factores de conversión homólogos, pulse en [este enlace].
[5]
Fracción molar a presión constante. Para ver los términos de los
teoremas y sus factores de conversión homólogos, pulse en [este enlace].
[6]
Masa Parcial como función de la masa del solvente, para una fracción de masa se
puede proponer fácilmente argumentando que la masa de solvente es la diferencia
entre 100 menos el valor absoluto porcentual del soluto. Para ver los términos
de los teoremas y sus factores de conversión homólogos, pulse en [este enlace].
[7]
Fracción molar como función directa de dos masas dadas de soluto y solvente. Para
ver los términos de los teoremas y sus factores de conversión homólogos, pulse
en [este enlace].
Esto implica que, cuando un sistema oscila entre condiciones
de presión constante y volumen constante, es posible utilizar una
fracción para obtener información sobre la otra al cambiar de estado. Sin
embargo, este comportamiento requiere especial precaución: es fundamental marcar
con claridad el punto en que el sistema modifica sus condiciones, pues una
interpretación incorrecta puede llevar a confundir magnitudes que solo son
equivalentes bajo restricciones específicas.
Propiedad de suma 1 y sus desviaciones
Una característica importante de las fracciones en
mezclas gaseosas es que son plenamente aditivas: la suma de todas
ellas siempre es 1 (o 100 %). Aunque estas fracciones derivan de
la ecuación de estado para gases ideales, pueden aplicarse también a
otros estados de la materia, describiendo mezclas homogéneas gas–gas,
líquido–líquido, sólido–sólido o incluso mezclas de fases
combinadas como sólido–líquido. Sin embargo, el hecho de que podamos
definir una fracción no garantiza que todas las fracciones sean necesariamente conservativas
o aditivas en cualquier estado.
En sistemas líquidos, por ejemplo, la fracción de volumen
no suele ser aditiva. Esto se debe a efectos coligativos y cambios
estructurales que aparecen cuando dos líquidos se mezclan: sus moléculas pueden
acomodarse de forma más compacta o más expandida, alterando el volumen final.
Así, mientras que en los gases la fracción de volumen puede interpretarse
directamente como una proporción exacta, en los líquidos esta fracción solo
coincide con el modelo ideal en situaciones muy específicas o en mezclas donde las
interacciones moleculares son mínimas. De lo contrario, aparecen desviaciones
del ideal, a veces pequeñas y a veces muy significativas.
En sólidos, la situación es todavía más compleja. La estructura
cristalina, la compactación y la ausencia de libertad de movimiento
molecular impiden que el volumen o la presión se comporten como variables
aditivas. Por ello, en estados no gaseosos se recurre a parámetros
auxiliares como la densidad, los coeficientes de expansión, o
incluso modelos empíricos que ajustan las desviaciones.
En consecuencia, la aditividad perfecta de las fracciones es
una propiedad característica de los gases ideales; fuera de este marco,
las fracciones siguen siendo útiles, pero requieren una interpretación más
cuidadosa y, frecuentemente, correcciones adicionales.
Unidades de traza
La traza, o medida de traza, es una
forma especializada de expresar concentraciones extremadamente pequeñas,
empleando símbolos convencionales como alternativa a la
notación científica. Dado que las fracciones son
inherentemente adimensionales, no disponen de una unidad
base sobre la cual aplicar los prefijos modificadores del SI (como milli, micro o nano).
Por ello, en lugar de prefijos, se recurre a símbolos especiales ampliamente
aceptados. Por ejemplo, en lugar de utilizar el prefijo "centi", se
emplea el símbolo "%" (por ciento); y en lugar de
"micro", se usa "ppm" (partes por
millón), junto con otros equivalentes como "ppb" (partes
por mil millones) o "ppt" (partes por billón).
En la literatura científica y técnica, estas formas son
comunes cuando se requiere expresar cantidades muy pequeñas de una sustancia
presente en una muestra, como trazas de contaminantes, impurezas o elementos
residuales. Aunque no forman parte del sistema internacional de unidades, su
uso está tan extendido que constituyen una convención práctica para
representar niveles que, de otro modo, requerirían cifras largas o notación
científica compleja. Estas expresiones son, en esencia, fracciones
multiplicadas por potencias de diez, y su interpretación depende del
contexto químico en el que se aplican.
Figura
2. Las expresiones como partes por ciento, millón o billón pueden
representarse tanto mediante factores de conversión como
por módulos algebraicos. En fracciones, basta con añadir el término
simbólico, ya que cada par es igual a 1. Ambas formas representan el mismo
valor numérico, solo que visualizado de manera distinta: como fracción simple o
como unidad convencional.
La notación de traza es muy popular,
especialmente en contextos de concentraciones extremadamente bajas,
como en química analítica y análisis ambiental.
Sin embargo, en la comunicación científica, no se aconseja debido a
la ambigüedad que puede surgir con los términos "billón"
y "trillón", que varían según el sistema numérico utilizado
(estadounidense y europeo). Por esta razón, se recomienda utilizar notación
científica, ya que es equivalente pero libre de
ambigüedades y más precisa, evitando confusiones sobre las órdenes de
magnitud.
Otra ambigüedad común es que, generalmente,
se cree que la notación de traza afecta únicamente a la masa.
Sin embargo, como se muestra
en la tabla, esta notación se puede adaptar a cualquier unidad
de concentración, sustituyendo el término "unidad" por la unidad
dimensional correspondiente, como gramos, litros,
o moles, según lo requiera el operario. Un detalle a tener en
cuenta es que, a concentraciones muy bajas, estas distintas magnitudes se
hacen semejantes en términos absolutos debido al nivel
de magnitud y se interconvierten 1:1 de forma poco
sensible o inválida desde el formalismo matemático,
pero resulta práctico y directo desde el
punto de vista ingenieril.
Las concentraciones de traza son una
herramienta útil para expresar cantidades extremadamente pequeñas de una
sustancia, especialmente en contextos como la química ambiental, la
biotecnología y la industria farmacéutica. Sin embargo, su uso presenta ciertos
desafíos, como la ambigüedad derivada de las distintas
interpretaciones de unidades como billón y trillón,
así como la inconsistencia al aplicar la notación a diferentes
unidades de concentración. Aunque esta notación es práctica en
muchos casos, especialmente en entornos ingenieriles, en la comunicación
científica se recomienda el uso de notación científica para
evitar malentendidos. Al comprender y aplicar correctamente estos sistemas, se
logra una comunicación más precisa y estandarizada, lo que favorece la
interpretación de los resultados en diversos campos de la ciencia y la
tecnología.
Conversiones
Las conversiones entre unidades de concentración pueden
realizarse mediante funciones directas, pero no las desarrollaremos aquí
porque, en la práctica, la mayoría de ejercicios que las involucran presentan estructuras
con múltiples conversiones, es decir, combinaciones de varias unidades
simultáneamente. En tales situaciones, la estrategia más eficiente es la que
denomino conocimiento completo de la mezcla: primero se calculan (o se
deducen a partir de las propiedades y del estado de la materia) los parámetros
fundamentales —masas, cantidades de sustancia y volúmenes— y luego, a
partir de ellos, se obtiene cualquier unidad de concentración requerida.
Sin embargo, para convertir correctamente entre parámetros
fundamentales es necesario recordar que dependemos de las funciones
básicas de densidad y masa molar, ya que ellas permiten la traducción
interna entre masa, volumen y cantidad de sustancia. Estos
dos vínculos —densidad para relacionar masa y volumen, y masa molar para
relacionar masa y cantidad— constituyen el puente esencial que hace posible
pasar de un parámetro a otro dentro de cualquier sistema material.
Además, debemos considerar que el volumen total no se
comporta igual en todos los estados de la materia. En un gas, el
volumen es una propiedad plenamente aditiva: si dos recipientes pequeños
se conectan mediante una manguera abierta, los gases de ambos se expanden hasta
ocupar el volumen total combinado. Esta aditividad perfecta permite
trabajar con sumas directas de volúmenes parciales. En cambio, en mezclas
líquidas o sólidas, el volumen total no puede asumirse como suma simple, y
es necesario recurrir a la densidad total o a densidades parciales para
determinarlo. Aunque en muchas disoluciones líquidas existen
desviaciones muy pequeñas que permiten aproximar el sistema como ideal —y por
lo tanto tratar el volumen como aditivo—, no siempre es prudente confiar en esa
suposición.
Figura
3. La imagen muestra recipientes de gas conectados por válvulas, cada uno con
marcas volumétricas y cierre hermético. En estos sistemas es necesario medir la
presión inicial y final de cada contenedor mediante manómetros
independientes. Antes de abrir las válvulas, cada recipiente tiene su propio
volumen, pero al comunicarlos, el gas se expande y el volumen final es
la suma de los volúmenes conectados.
[8]
Presión final de un sistema de recipientes conectados por válvulas como el
visto en la Figura 3. Para ver los términos de los teoremas y sus factores de
conversión homólogos, pulse en [este
enlace].
Una estrategia útil para anticipar si existirá o no
desviación consiste en evaluar si la mezcla líquida puede considerarse ideal.
Cuando la solución es diluta o de baja concentración, las
interacciones entre partículas suelen ser débiles y los volúmenes resultan tolerablemente
aditivos. Pero a medida que aumenta la concentración, o cuando intervienen
sustancias con interacciones fuertes, surgen comportamientos no ideales que
requieren un tratamiento más riguroso. Por ello, el manejo adecuado de
densidades y masas molares no solo es conveniente, sino esencial para la
conversión fiable entre parámetros fundamentales.
Referencias
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L., LeMay, H. E. J., Bursten, B. E., Murphy, C. J., Woodward, P., &
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Matamala, M., & González Tejerina, P. (1975). Química (1ª
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Zumdahl, S. S., Zumdahl, S. A., DeCoste, D. J., & Adams, G. (2018). Chemistry (10th ed.). Cengage Learning.
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