[Carga y lenguaje químico] Sección 4. Conceptos clave [Tipos de fórmulas químicas] [Tablas de los iones] [Formulación inorgánica y nomenclatura] Otros conceptos [Química de las joyas]
Una fórmula química es una representación simbólica
que indica la proporción y tipo de átomos presentes en un compuesto o molécula,
utilizando símbolos de los elementos químicos junto con números, subíndices y,
en ocasiones, otros signos tipográficos. A diferencia del nombre químico o de
la fórmula estructural, la fórmula química no describe de manera completa la
disposición espacial de los átomos, pero sí permite expresar de forma concisa
la composición básica de una sustancia. Existen distintos tipos, como la fórmula
empírica (que muestra la proporción más simple de los átomos), la fórmula
molecular (que señala el número exacto de átomos de cada elemento en la
molécula) y la fórmula condensada, que puede aportar información parcial
sobre los enlaces químicos. Ejemplos comunes son H₂O para el agua o C₆H₁₂O₆
para la glucosa.
La importancia de las fórmulas químicas radica en que
constituyen un lenguaje universal para la química, facilitando la comunicación
y el análisis de compuestos en todo el mundo. Se emplean en ecuaciones
químicas para representar reacciones, permitiendo balancear átomos y cargas
eléctricas bajo el principio de conservación de la materia y de la carga.
Además, son esenciales para identificar sustancias, comprender sus propiedades,
diferenciar isómeros que comparten una misma fórmula molecular pero
difieren en estructura, y realizar cálculos estequiométricos en síntesis
química e industria. Su uso es amplio, desde la educación y divulgación
científica, hasta aplicaciones prácticas en farmacia, ingeniería
química, biología molecular y desarrollo de materiales, demostrando que,
aunque no muestran toda la complejidad estructural, son herramientas
fundamentales en el estudio y la práctica de la química.
Fórmula empírica
Una fórmula empírica en química es la expresión más
simple que indica la proporción relativa de los distintos átomos presentes en
un compuesto. Representa la relación numérica mínima entre los
elementos, sin dar información sobre la estructura, el número exacto de átomos
ni la posible existencia de isómeros. Este tipo de fórmulas se utiliza
con frecuencia para describir compuestos iónicos (como CaCl₂) y macromoléculas
(como SiO₂), ya que en estos casos no tiene sentido hablar de moléculas
individuales, sino de relaciones proporcionales entre sus componentes. Su
nombre proviene del análisis elemental, una técnica de la química
analítica que permite determinar el porcentaje relativo de cada elemento en
una sustancia pura y, a partir de esos datos, establecer la proporción atómica.
Por ejemplo, el hexano tiene fórmula molecular C₆H₁₄,
y su estructura lineal (n-hexano) se puede representar como CH₃CH₂CH₂CH₂CH₂CH₃.
Sin embargo, su fórmula empírica es C₃H₇, lo que refleja únicamente la
proporción de carbono e hidrógeno. Otro caso es el del peróxido de hidrógeno,
cuya fórmula molecular es H₂O₂, pero su fórmula empírica se reduce a HO,
mostrando la relación 1:1 de hidrógeno y oxígeno. Sustancias diferentes como el
formaldehído y el ácido acético comparten la misma fórmula
empírica, CH₂O, aunque difieren en su número total de átomos y
estructura. Por ello, la fórmula empírica es útil para identificar la
composición básica de un compuesto, pero resulta limitada para describir su
arquitectura molecular completa.
Fórmula molecular
Una fórmula molecular es una representación química
que indica el número exacto de átomos de cada elemento presentes en una
molécula. A diferencia de la fórmula empírica, que muestra únicamente la
proporción mínima de los átomos, la fórmula molecular refleja la cantidad
real de átomos que constituyen la molécula. En algunos casos, ambas
coinciden, como en el agua (H₂O), cuya proporción mínima y número real
de átomos es el mismo. Sin embargo, en moléculas más complejas, estas fórmulas
difieren. Por ejemplo, la glucosa tiene como fórmula empírica CH₂O
(proporción 1:2:1), mientras que su fórmula molecular es C₆H₁₂O₆,
mostrando que la molécula contiene seis átomos de carbono, doce de hidrógeno y
seis de oxígeno.
Figura
1. Las fórmulas estructurales representan moléculas con distintos
niveles de detalle. Van desde la estructura de Lewis, que muestra
electrones y enlaces, hasta fórmulas desarrolladas, condensadas y diagramas de
líneas, que simplifican la conectividad. Además, existen modelos
tridimensionales como esferas y palos, espaciales y físicos de
laboratorio, que permiten visualizar geometría y estereoquímica. Cada tipo
aporta una perspectiva complementaria.
Figura
2. En química, además de fórmulas y grafos, se emplean colores para
identificar átomos. El sistema CPK, consolidado en el siglo XX,
asigna tonos como blanco al hidrógeno, negro al carbono, rojo al oxígeno y azul
al nitrógeno. Surgido con Hofmann en 1865 y perfeccionado por Corey, Pauling y
Koltun, sigue vigente en modelos físicos y digitales, facilitando
comprensión y comunicación científica.
Este tipo de fórmula es especialmente útil porque aporta información
cuantitativa más precisa sobre una sustancia, lo que permite conocer mejor
su composición y sus posibles reacciones químicas. Determinar una fórmula
molecular, sin embargo, suele ser más complejo, ya que requiere técnicas
experimentales avanzadas como la espectrometría de masas o el análisis
elemental combinado con el peso molecular. Gracias a las fórmulas
moleculares, es posible distinguir compuestos con la misma fórmula empírica
pero diferente número total de átomos, lo que resulta esencial en el estudio de
la química orgánica y en la identificación de sustancias naturales y
sintéticas
Fórmula estructural
Una fórmula estructural no solo indica la cantidad de
átomos de cada elemento en una molécula, sino también la manera en que estos se
organizan y conectan mediante enlaces químicos. Este tipo de
representación es mucho más rica que la fórmula molecular, ya que
muestra explícitamente la disposición de los átomos y cómo están unidos,
permitiendo distinguir compuestos que, pese a compartir la misma fórmula
molecular, presentan propiedades muy diferentes. Un ejemplo clásico son los isómeros
estructurales, como el butano (C₄H₁₀), que puede representarse tanto
en su forma lineal como en su forma ramificada.
Dentro de las fórmulas estructurales existen varios subtipos,
según la cantidad de información que se quiera representar. Algunas fórmulas se
enfocan únicamente en la conectividad (como las fórmulas condensadas),
mientras que otras intentan reflejar aspectos de la tridimensionalidad,
como las proyecciones de Fisher, que obligan a observar la molécula
desde un punto de vista específico. En todos los casos, las barras de
enlace representan enlaces covalentes, sean perfectos o polarizados,
mientras que los corchetes pueden utilizarse para representar campos
electrostáticos, cuyos superíndices señalan la magnitud y polaridad
de la carga en los enlaces iónicos. Para los propósitos de este curso, lo
esencial es comprender que cada tipo de fórmula estructural ofrece una
herramienta distinta para visualizar y analizar la naturaleza química de
las moléculas.
Orgánicos e inorgánicos
Aunque las reglas de formulación química son en
esencia las mismas para todas las sustancias, la tradición académica y la IUPAC
han distinguido dos grandes grupos: los compuestos inorgánicos,
organizados en el llamado Libro Rojo, y los compuestos orgánicos,
regulados en el Libro Azul. Esta división no implica que obedezcan a
leyes químicas diferentes, sino que responde a la necesidad práctica de
clasificar y sistematizar la enorme diversidad de sustancias existentes. A
partir de este punto, nos centraremos exclusivamente en las sustancias
inorgánicas, siguiendo los lineamientos del Libro Rojo de la IUPAC, que
ofrece un marco claro para entender su nomenclatura, propiedades y
comportamiento.
Las sustancias inorgánicas poseen características que
las diferencian de las orgánicas. En general, se distinguen por un bajo
índice de polimerizabilidad, lo que significa que rara vez forman
estructuras de gran tamaño o cadenas complejas, a diferencia de los compuestos
orgánicos como los polímeros. Además, en la mayoría de los casos —con algunas
excepciones notables—, su fórmula empírica coincide con la molecular, lo
que facilita enormemente su formulación. Esto permite aplicar directamente la ley
de conservación de la carga eléctrica, equilibrando los iones positivos
y negativos para obtener compuestos estables. Así, no es necesario
considerar factores de escala adicionales que sí son frecuentes en compuestos
orgánicos o macromoleculares.
Finalmente, dentro de este vasto conjunto, los compuestos se
organizan en lo que denominamos funciones inorgánicas, categorías que
condicionan sus propiedades químicas y determinan sus nombres
según la nomenclatura clásica y sistemática. Estas funciones incluyen óxidos,
hidruros, hidróxidos, ácidos y sales, entre otras, y constituyen familias
químicas que comparten comportamientos comunes en reacciones. Reconocer estas
funciones no solo facilita el aprendizaje y la clasificación de la química
inorgánica, sino que también permite predecir reactividad, aplicaciones
industriales y patrones de nomenclatura. En este sentido, el estudio de las
funciones inorgánicas representa un puente entre la formulación teórica y la
práctica científica aplicada en laboratorios y procesos industriales.
Funciones
En química, una función inorgánica es un átomo o
grupo de átomos que otorga a una sustancia un conjunto de propiedades
características, lo que permite agruparlas en familias químicas. Esta
clasificación facilita su estudio y comprensión, de manera semejante a cómo en
biología se organizan las especies dentro de un mismo género. Así como todos
los animales del género Panthera comparten fuerza y capacidad
depredadora, las sustancias que presentan una misma función inorgánica muestran
comportamientos químicos comunes, lo que permite reconocer patrones de
reactividad y aplicar una nomenclatura sistemática para nombrarlas con
precisión. De este modo, las funciones actúan como un marco conceptual para
organizar la vasta diversidad de compuestos inorgánicos.
Las principales funciones inorgánicas se clasifican
en varias familias. Los hidruros son combinaciones binarias del
hidrógeno con metales o no metales, destacando por su versatilidad en la
reactividad. Los óxidos resultan de la unión del oxígeno con otro
elemento, pudiendo ser óxidos básicos, ácidos o anfóteros,
según sus propiedades químicas. Los hidróxidos, que contienen el grupo OH⁻,
se caracterizan por ser bases capaces de neutralizar ácidos. Los ácidos
propiamente dichos liberan iones H⁺ en solución, como el ácido
clorhídrico (HCl) o el ácido sulfúrico (H₂SO₄), ampliamente
utilizados en procesos industriales. Finalmente, las sales se forman a
partir de la neutralización entre un ácido y una base, presentando gran
variedad de combinaciones de cationes y aniones. Existen también
funciones particulares como los cianuros (−CN), con gran importancia en
la industria minera y en síntesis química.
El estudio de estas funciones va acompañado de un sistema de
nomenclatura clásica, que utiliza prefijos, sufijos y números de
valencia para identificar con claridad cada sustancia. Comprender estas
reglas no solo permite nombrar los compuestos, sino también predecir
sus propiedades y aplicaciones prácticas, desde la obtención de materiales
de construcción hasta la síntesis de medicamentos o fertilizantes. Reconocer y
clasificar las funciones inorgánicas, por tanto, constituye una herramienta
esencial para entender la organización interna de la química inorgánica
y para relacionar la estructura de una sustancia con su comportamiento en
reacciones químicas.
Referencias
Brown, T.
L., LeMay, H. E. Jr., Bursten, B. E., Murphy, C. J., & Woodward, P. M.
(2022). Chemistry: The Central Science (15th ed., AP Edition). Pearson Savvas
Higher Education.
Chang, R., & Overby, J. (2010). Chemistry (10th ed., AP Edition). McGraw Hill.
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