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sábado, 3 de mayo de 2025

Teoría cinética de los gases, una introducción

[Química de gases] Sección 5 Conceptos clave [La ecuación de estado estáticaOtros conceptos [El átomo químico] [Cinética de gases



La teoría cinética de los gases surgió en el siglo XIX como una explicación revolucionaria del comportamiento macroscópico de los gases a partir del movimiento de átomos y moléculas. Esta teoría proponía que la presión, la temperatura y el volumen de un gas se podían entender considerando millones de partículas en constante movimiento, colisionando entre sí y con las paredes del recipiente. Aunque hoy parece una idea natural, en su momento generó una fuerte resistencia. Muchos científicos veían con escepticismo la idea de que entidades invisibles, como los átomos, pudieran tener una función explicativa real en la física. Para ellos, el conocimiento debía basarse únicamente en fenómenos observables.

Figura 1. Wilhelm Ostwald (1853–1932) fue un químico alemán-lituano galardonado con el Premio Nobel en 1909 por su trabajo en catálisis y equilibrio químico. Fue un firme defensor del energeticismo, oponiéndose inicialmente a la existencia real de los átomos. Aunque criticó la teoría cinética y las ideas de Boltzmann, con el tiempo reconoció su valor tras las pruebas experimentales como el movimiento browniano, contribuyendo indirectamente a la aceptación moderna del atomismo.

Figuras de gran prestigio como Wilhelm Ostwald y Ernst Mach, líderes del pensamiento positivista, se opusieron a la teoría cinética porque dependía de entidades que no podían observarse directamente. Argumentaban que el uso de modelos atómicos era una especulación metafísica más que ciencia empírica. Esta postura frenó durante años la aceptación del modelo cinético, a pesar de que ofrecía predicciones consistentes con los experimentos. No fue sino hasta principios del siglo XX, con la validación indirecta del átomo mediante fenómenos como el movimiento browniano explicado por Einstein, que la comunidad científica empezó a aceptar plenamente el enfoque cinético y, con él, la existencia real de los átomos.

El término cinética proviene de la palabra griega "kinesis", que significa movimiento. En el contexto de la teoría cinética de los gases, se refiere a la idea de que las moléculas o átomos se mueven continuamente, similar a proyectiles que siguen trayectorias gobernadas por las leyes de la física newtoniana. Cada partícula individual se desplaza de manera aleatoria, colisionando con otras y con las paredes del recipiente que las contiene. Este movimiento se caracteriza por ser caótico y altamente impredecible cuando se observa a nivel de una sola partícula aislada, ya que sus trayectorias dependen de fuerzas microscópicas complejas que no se pueden predecir con precisión en términos individuales.

Sin embargo, cuando se considera un gran número de partículas, la estadística se convierte en la herramienta principal para describir su comportamiento colectivo. Las leyes del caos y la probabilidad permiten que, aunque el movimiento individual sea aleatorio y no predecible, el comportamiento de un sistema compuesto por una gran cantidad de partículas sea mucho más coherente y predecible. Este enfoque fue formalizado por científicos como Ludwig Boltzmann, quien desarrolló ecuaciones que describen cómo las partículas individuales se comportan de manera estadística para dar lugar a comportamientos promedios bien definidos. Así, la teoría cinética no solo explica cómo las partículas se mueven, sino que también proporciona un marco para entender las propiedades macroscópicas, como la presión y la temperatura, a partir de la dinámica molecular.

Figura 2. Ernst Mach (1838–1916) fue un físico y filósofo austrohúngaro conocido por su escepticismo hacia la existencia de átomos, ya que solo aceptaba entidades observables directamente. Defensor del empirismo radical, influyó profundamente en el pensamiento científico, especialmente en la física y la filosofía de la ciencia. Su oposición a la teoría atómica afectó la aceptación de Boltzmann, aunque más tarde sus ideas fueron superadas por evidencias experimentales contundentes.

No es el propósito de esta introducción realizar las demostraciones matemáticas completas, ya que estas requieren un nivel de análisis técnico más profundo. Sin embargo, podemos indicar que el objetivo principal de la teoría cinética de los gases es fusionar las ecuaciones del movimiento cinético tratadas en el capítulo correspondiente de física, que explican el comportamiento de las partículas a partir de su energía cinética y las leyes del movimiento de Newton, con la ecuación de estado del gas ideal. Esta fusión es clave, ya que permite establecer un vínculo entre las propiedades microscópicas de las partículas de gas, como su velocidad y energía, y las propiedades macroscópicas observables, como la presión, el volumen y la temperatura.

A partir de este enfoque, se generan ecuaciones específicas que describen con precisión el comportamiento de los gases bajo ciertas condiciones. Un ejemplo claro de ello es la Ley de Graham, que explica la relación entre las velocidades de difusión de dos gases diferentes y cómo estas dependen de sus masas molares. De igual manera, la efusión de un gas, que se refiere al paso de un gas a través de pequeños orificios, también se puede entender mediante la combinación de las ecuaciones cinéticas y la ecuación de estado de los gases ideales. En este contexto, las velocidades de efusión están relacionadas con la energía cinética de las moléculas del gas y la masa molecular, lo que proporciona un marco para predecir cómo un gas se comportará en diversos escenarios, como en la transferencia de calor, la expansión y la compresión.

Ludwig Boltzmann, uno de los más grandes físicos teóricos de su tiempo, fue una figura fundamental en el desarrollo de la teoría cinética de los gases y la mecánica estadística. Sin embargo, a lo largo de su vida, experimentó una serie de rechazos y desacuerdos, tanto científicos como personales, que tuvieron un impacto negativo en su bienestar emocional y mental.

Durante su carrera, Boltzmann fue objeto de un rechazo significativo por parte de muchos de sus contemporáneos, especialmente debido a su trabajo en la interpretación estadística de la entropía y la probabilidad de los estados moleculares, que implicaba la noción de que las partículas de un gas se comportan de manera aleatoria, lo que contradecía la visión determinista de la física de la época. Físicos prominentes, como Wilhelm Ostwald y otros miembros de la comunidad científica, se opusieron fuertemente a las ideas de Boltzmann, tachándolas de ser abstractas y sin base experimental directa. Estas críticas lo dejaron aislado y sometido a una constante lucha para que su teoría fuera aceptada. En esa época, el concepto de átomos y las explicaciones probabilísticas del comportamiento de la materia no eran bien recibidas y aún se debatían fuertemente.

Figura 3.  Ludwig Boltzmann (1844–1906) fue un físico austríaco que desarrolló la teoría cinética de los gases y estableció la conexión entre el desorden molecular (entropía) y la probabilidad estadística, formulando la famosa ecuación: S = k · lnW. Defensor de la existencia del átomo, enfrentó fuerte oposición filosófica, especialmente de Ernst Mach y Wilhelm Ostwald. Su legado fue reivindicado tras la confirmación experimental del movimiento browniano por Jean Perrin.

Además de las dificultades científicas, Boltzmann también enfrentó un conflicto personal y emocional profundo. Su vida estuvo marcada por varios episodios de depresión, exacerbados por la falta de apoyo y el rechazo de su trabajo por parte de la comunidad científica. En 1906, después de años de sufrimiento por la incomprensión de sus teorías y un entorno científico poco favorable, Boltzmann sufrió una profunda crisis personal. Estos factores contribuyeron a que tomara la trágica decisión de suicidarse en 1906, a los 62 años, mientras estaba de vacaciones en el sur de Austria. A pesar de su muerte, su legado y las ideas que defendió fueron eventualmente reconocidas, y su trabajo se consolidó como una piedra angular de la física moderna, en particular con el desarrollo de la termodinámica estadística y la aceptación de la teoría atómica en la comunidad científica.

El electrón fue descubierto por J.J. Thomson en 1897, mucho antes de que se consolidara la aceptación del modelo atómico. Thomson propuso el modelo del pudín de pasas, que sugería que los electrones, cargados negativamente, estaban incrustados en una esfera de carga positiva. Sin embargo, la teoría atómica de la materia, aunque ya sugerida por científicos como John Dalton en el siglo XIX, no fue completamente aceptada hasta principios del siglo XX, especialmente después de los trabajos experimentales de Jean Perrin en 1909-1911, que proporcionaron evidencia física de la existencia de los átomos mediante el estudio del movimiento browniano.

El trabajo de Boltzmann, centrado en la teoría cinética de los gases, no utilizaba el electrón de forma explícita en sus modelos, ya que su enfoque se dirigía a las propiedades macroscópicas de los gases, basándose en la idea de que las moléculas se comportan como partículas que siguen leyes estadísticas. Aunque Boltzmann y otros científicos trabajaban en áreas distintas (como la termodinámica), no había una desconexión total entre sus investigaciones y el electrón. Sin embargo, el concepto de electrón en la física subatómica y las teorías atómicas más modernas, que incluirían al electrón, se desarrolló más tarde con avances en la teoría cuántica y la estructura atómica.

El movimiento browniano es una manifestación macroscópica del movimiento cinético de partículas microscópicas, como moléculas de agua, que colisionan con partículas más grandes en suspensión, como el polen o el humo. Este fenómeno, observado por primera vez por Robert Brown en 1827, puede ser explicado a través de la teoría cinética de los gases, desarrollada por Boltzmann, que describe el comportamiento de las partículas individuales como resultado de choques entre ellas. Jean Perrin utilizó el movimiento browniano para demostrar experimentalmente la existencia de átomos y moléculas alrededor de 1909, mostrando que las partículas en suspensión se movían de manera aleatoria debido a los choques con las moléculas del líquido circundante. Este análisis, basado en la dinámica de partículas individuales en interacción, reflejaba los mismos principios que Boltzmann aplicaba a sistemas de gases, pero adaptados a escalas mayores, permitiendo a Perrin corroborar el modelo atómico propuesto por otros científicos.

Figura 4. Thomas Graham (1805–1869) fue un químico escocés conocido por estudiar la difusión y efusión de gases, formulando la ley de Graham, que establece que la velocidad de efusión de un gas es inversamente proporcional a la raíz cuadrada de su masa molar (v 1/√M). Fue pionero en el estudio de los coloides y en aplicar principios físicos para comprender el comportamiento molecular, anticipando aspectos de la teoría cinética.

A medida que Perrin mostró cómo el movimiento de las partículas en suspensión seguía patrones que solo podían explicarse mediante la teoría cinética, la aceptación de la existencia real de los átomos se consolidó. Este avance, junto con el premio Nobel otorgado a Perrin en 1926, tuvo un impacto importante en la reivindicación póstuma de Boltzmann, demostrando que sus modelos y teorías, a pesar de la oposición y la incomprensión de muchos contemporáneos como Ostwald, eran acertados y fundamentales para el desarrollo de la física moderna.

Referencias

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