La teoría cinética de los gases surgió en el siglo
XIX como una explicación revolucionaria del comportamiento macroscópico de los
gases a partir del movimiento de átomos y moléculas. Esta teoría
proponía que la presión, la temperatura y el volumen de un
gas se podían entender considerando millones de partículas en constante
movimiento, colisionando entre sí y con las paredes del recipiente. Aunque hoy
parece una idea natural, en su momento generó una fuerte resistencia. Muchos
científicos veían con escepticismo la idea de que entidades invisibles, como
los átomos, pudieran tener una función explicativa real en la física.
Para ellos, el conocimiento debía basarse únicamente en fenómenos observables.
Figura
1. Wilhelm Ostwald (1853–1932) fue un químico alemán-lituano galardonado con el
Premio Nobel en 1909 por su trabajo en catálisis y equilibrio químico. Fue un
firme defensor del energeticismo, oponiéndose inicialmente a la existencia real
de los átomos. Aunque criticó la teoría cinética y las ideas de Boltzmann, con
el tiempo reconoció su valor tras las pruebas experimentales como el movimiento
browniano, contribuyendo indirectamente a la aceptación moderna del atomismo.
Figuras de gran prestigio como Wilhelm Ostwald y Ernst
Mach, líderes del pensamiento positivista, se opusieron a la teoría
cinética porque dependía de entidades que no podían observarse directamente.
Argumentaban que el uso de modelos atómicos era una especulación metafísica más
que ciencia empírica. Esta postura frenó durante años la aceptación del modelo
cinético, a pesar de que ofrecía predicciones consistentes con los
experimentos. No fue sino hasta principios del siglo XX, con la validación
indirecta del átomo mediante fenómenos como el movimiento browniano
explicado por Einstein, que la comunidad científica empezó a aceptar plenamente
el enfoque cinético y, con él, la existencia real de los átomos.
El término cinética proviene de la palabra griega
"kinesis", que significa movimiento. En el contexto de la teoría
cinética de los gases, se refiere a la idea de que las moléculas o átomos
se mueven continuamente, similar a proyectiles que siguen trayectorias
gobernadas por las leyes de la física newtoniana. Cada partícula
individual se desplaza de manera aleatoria, colisionando con otras y con las
paredes del recipiente que las contiene. Este movimiento se caracteriza por ser
caótico y altamente impredecible cuando se observa a nivel de una sola
partícula aislada, ya que sus trayectorias dependen de fuerzas microscópicas
complejas que no se pueden predecir con precisión en términos individuales.
Sin embargo, cuando se considera un gran número de
partículas, la estadística se convierte en la herramienta principal para
describir su comportamiento colectivo. Las leyes del caos y la probabilidad
permiten que, aunque el movimiento individual sea aleatorio y no predecible, el
comportamiento de un sistema compuesto por una gran cantidad de partículas sea
mucho más coherente y predecible. Este enfoque fue formalizado por científicos
como Ludwig Boltzmann, quien desarrolló ecuaciones que describen cómo
las partículas individuales se comportan de manera estadística para dar lugar a
comportamientos promedios bien definidos. Así, la teoría cinética no solo
explica cómo las partículas se mueven, sino que también proporciona un marco
para entender las propiedades macroscópicas, como la presión y la temperatura,
a partir de la dinámica molecular.
Figura
2. Ernst Mach (1838–1916) fue un físico y filósofo austrohúngaro conocido por
su escepticismo hacia la existencia de átomos, ya que solo aceptaba entidades
observables directamente. Defensor del empirismo radical, influyó profundamente
en el pensamiento científico, especialmente en la física y la filosofía de la
ciencia. Su oposición a la teoría atómica afectó la aceptación de Boltzmann,
aunque más tarde sus ideas fueron superadas por evidencias experimentales
contundentes.
No es el propósito de esta introducción realizar las
demostraciones matemáticas completas, ya que estas requieren un nivel de
análisis técnico más profundo. Sin embargo, podemos indicar que el objetivo
principal de la teoría cinética de los gases es fusionar las ecuaciones
del movimiento cinético tratadas en el capítulo correspondiente de
física, que explican el comportamiento de las partículas a partir de su energía
cinética y las leyes del movimiento de Newton, con la ecuación de
estado del gas ideal. Esta fusión es clave, ya que permite establecer un
vínculo entre las propiedades microscópicas de las partículas de gas, como su
velocidad y energía, y las propiedades macroscópicas observables, como la presión,
el volumen y la temperatura.
A partir de este enfoque, se generan ecuaciones
específicas que describen con precisión el comportamiento de los gases bajo
ciertas condiciones. Un ejemplo claro de ello es la Ley de Graham, que
explica la relación entre las velocidades de difusión de dos gases diferentes y
cómo estas dependen de sus masas molares. De igual manera, la efusión de un
gas, que se refiere al paso de un gas a través de pequeños orificios,
también se puede entender mediante la combinación de las ecuaciones cinéticas y
la ecuación de estado de los gases ideales. En este contexto, las velocidades
de efusión están relacionadas con la energía cinética de las moléculas del gas
y la masa molecular, lo que proporciona un marco para predecir cómo un gas se
comportará en diversos escenarios, como en la transferencia de calor, la
expansión y la compresión.
Ludwig Boltzmann, uno de los más grandes físicos teóricos de
su tiempo, fue una figura fundamental en el desarrollo de la teoría cinética
de los gases y la mecánica estadística. Sin embargo, a lo largo de
su vida, experimentó una serie de rechazos y desacuerdos, tanto científicos
como personales, que tuvieron un impacto negativo en su bienestar emocional y
mental.
Durante su carrera, Boltzmann fue objeto de un rechazo
significativo por parte de muchos de sus contemporáneos, especialmente debido a
su trabajo en la interpretación estadística de la entropía y la probabilidad
de los estados moleculares, que implicaba la noción de que las partículas
de un gas se comportan de manera aleatoria, lo que contradecía la visión
determinista de la física de la época. Físicos prominentes, como Wilhelm
Ostwald y otros miembros de la comunidad científica, se opusieron
fuertemente a las ideas de Boltzmann, tachándolas de ser abstractas y sin base
experimental directa. Estas críticas lo dejaron aislado y sometido a una
constante lucha para que su teoría fuera aceptada. En esa época, el concepto de
átomos y las explicaciones probabilísticas del comportamiento de la
materia no eran bien recibidas y aún se debatían fuertemente.
Figura
3. Ludwig Boltzmann (1844–1906)
fue un físico austríaco que desarrolló la teoría cinética de los gases y
estableció la conexión entre el desorden molecular (entropía) y la
probabilidad estadística, formulando la famosa ecuación: S = k
· ln W. Defensor de la existencia del átomo, enfrentó fuerte
oposición filosófica, especialmente de Ernst Mach y Wilhelm Ostwald.
Su legado fue reivindicado tras la confirmación experimental del movimiento
browniano por Jean Perrin.
Además de las dificultades científicas, Boltzmann también
enfrentó un conflicto personal y emocional profundo. Su vida estuvo marcada por
varios episodios de depresión, exacerbados por la falta de apoyo y el rechazo
de su trabajo por parte de la comunidad científica. En 1906, después de años de
sufrimiento por la incomprensión de sus teorías y un entorno científico poco
favorable, Boltzmann sufrió una profunda crisis personal. Estos factores
contribuyeron a que tomara la trágica decisión de suicidarse en 1906, a los 62
años, mientras estaba de vacaciones en el sur de Austria. A pesar de su muerte,
su legado y las ideas que defendió fueron eventualmente reconocidas, y su
trabajo se consolidó como una piedra angular de la física moderna, en
particular con el desarrollo de la termodinámica estadística y la
aceptación de la teoría atómica en la comunidad científica.
El electrón fue descubierto por J.J. Thomson en
1897, mucho antes de que se consolidara la aceptación del modelo atómico.
Thomson propuso el modelo del pudín de pasas, que sugería que los
electrones, cargados negativamente, estaban incrustados en una esfera de carga
positiva. Sin embargo, la teoría atómica de la materia, aunque ya
sugerida por científicos como John Dalton en el siglo XIX, no fue
completamente aceptada hasta principios del siglo XX, especialmente después de
los trabajos experimentales de Jean Perrin en 1909-1911, que
proporcionaron evidencia física de la existencia de los átomos mediante el
estudio del movimiento browniano.
El trabajo de Boltzmann, centrado en la teoría
cinética de los gases, no utilizaba el electrón de forma explícita en sus
modelos, ya que su enfoque se dirigía a las propiedades macroscópicas de los
gases, basándose en la idea de que las moléculas se comportan como partículas que
siguen leyes estadísticas. Aunque Boltzmann y otros científicos
trabajaban en áreas distintas (como la termodinámica), no había una
desconexión total entre sus investigaciones y el electrón. Sin embargo, el
concepto de electrón en la física subatómica y las teorías atómicas más
modernas, que incluirían al electrón, se desarrolló más tarde con avances en la
teoría cuántica y la estructura atómica.
El movimiento browniano es una manifestación
macroscópica del movimiento cinético de partículas microscópicas, como moléculas
de agua, que colisionan con partículas más grandes en suspensión,
como el polen o el humo. Este fenómeno, observado por primera vez por Robert
Brown en 1827, puede ser explicado a través de la teoría cinética de los
gases, desarrollada por Boltzmann, que describe el comportamiento de
las partículas individuales como resultado de choques entre ellas. Jean
Perrin utilizó el movimiento browniano para demostrar experimentalmente la
existencia de átomos y moléculas alrededor de 1909, mostrando que las
partículas en suspensión se movían de manera aleatoria debido a los choques con
las moléculas del líquido circundante. Este análisis, basado en la dinámica de
partículas individuales en interacción, reflejaba los mismos principios que
Boltzmann aplicaba a sistemas de gases, pero adaptados a escalas mayores,
permitiendo a Perrin corroborar el modelo atómico propuesto por otros
científicos.
Figura
4. Thomas Graham (1805–1869) fue un químico escocés conocido por
estudiar la difusión y efusión de gases, formulando la ley de Graham,
que establece que la velocidad de efusión de un gas es inversamente
proporcional a la raíz cuadrada de su masa molar (v ∝ 1/√M). Fue
pionero en el estudio de los coloides y en aplicar principios físicos
para comprender el comportamiento molecular, anticipando aspectos de la teoría
cinética.
A medida que Perrin mostró cómo el movimiento de las partículas en suspensión seguía patrones que solo podían explicarse mediante la teoría cinética, la aceptación de la existencia real de los átomos se consolidó. Este avance, junto con el premio Nobel otorgado a Perrin en 1926, tuvo un impacto importante en la reivindicación póstuma de Boltzmann, demostrando que sus modelos y teorías, a pesar de la oposición y la incomprensión de muchos contemporáneos como Ostwald, eran acertados y fundamentales para el desarrollo de la física moderna.
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