La solubilidad es la propiedad que describe la
capacidad de una sustancia (soluto) para disolverse en otra (disolvente),
formando una disolución homogénea a nivel molecular o iónico. Esta
característica se expresa generalmente como la cantidad máxima de soluto que
puede disolverse en una cantidad determinada de disolvente bajo ciertas
condiciones de temperatura y presión.
Solubilidad de gases
La solubilidad es la propiedad que describe la
capacidad de una sustancia (soluto) para disolverse en otra (disolvente),
formando una disolución homogénea a nivel molecular o iónico. Esta
característica se expresa generalmente como la cantidad máxima de soluto que
puede disolverse en una cantidad determinada de disolvente bajo ciertas
condiciones de temperatura y presión.
Figura
1. La vitamina A, con pocos grupos oxígeno y estructura no
polar, es liposoluble y se disuelve en aceite. La vitamina
C, rica en grupos hidroxilo, es polar e hidrosoluble,
lo que permite su disolución en agua. Esta diferencia estructural
determina su solubilidad, almacenamiento en el cuerpo y función
biológica, destacando la relación entre estructura y comportamiento
químico
Sin embargo, la solubilidad no es una cualidad absoluta ni
dicotómica. Aunque frecuentemente clasificamos las sustancias como “solubles” o
“insolubles”, en realidad existe un rango de solubilidades. Este grado
de solubilidad varía según múltiples factores, entre ellos las condiciones
ambientales y la estructura del soluto. A partir de aquí, nos centraremos en
analizar la solubilidad en agua, el disolvente más común tanto en
sistemas biológicos como industriales.
En el caso de las sustancias orgánicas, la
solubilidad en agua depende fuertemente de su capacidad para formar puentes
de hidrógeno. Las moléculas que contienen varios grupos funcionales con
oxígeno, como hidroxilos, carbonilos o carboxilos, suelen
ser muy solubles en agua. En cambio, aquellas con largas cadenas
hidrocarbonadas o sin grupos polares tienden a ser poco solubles.
Para las sales inorgánicas, la situación es más
compleja. Su solubilidad en agua no sigue una regla general simple, por lo que
es necesario consultarla en tablas de solubilidad o representaciones
gráficas conocidas como curvas de solubilidad, donde se observa cómo
varía su capacidad de disolverse con la temperatura.
En el caso de los gases, su solubilidad en agua varía
mucho, pero nunca es infinita. A diferencia de sólidos y líquidos, la
solubilidad de los gases disminuye con la temperatura y aumenta con
la presión, lo cual explica fenómenos como la pérdida de gas en una bebida
carbonatada al calentarla o al destaparla.
Respecto a los disolventes no polares como el hexano
o el benceno, en ellos se disuelven preferentemente sustancias también no
polares, como grasas, ceras o aceites esenciales. En estos medios no ocurre
ionización, ya que no hay una estructura polar capaz de estabilizar iones
libres, por lo que las disoluciones son moleculares y no electrolíticas.
Solubilidad en agua
Sin embargo, la solubilidad no es una cualidad absoluta ni
dicotómica. Aunque frecuentemente clasificamos las sustancias como “solubles” o
“insolubles”, en realidad existe un rango de solubilidades. Este grado
de solubilidad varía según múltiples factores, entre ellos las condiciones
ambientales y la estructura del soluto. A partir de aquí, nos centraremos en
analizar la solubilidad en agua, el disolvente más común tanto en
sistemas biológicos como industriales.
En el caso de las sustancias orgánicas, la
solubilidad en agua depende fuertemente de su capacidad para formar puentes
de hidrógeno. Las moléculas que contienen varios grupos funcionales con
oxígeno, como hidroxilos, carbonilos o carboxilos, suelen
ser muy solubles en agua. En cambio, aquellas con largas cadenas
hidrocarbonadas o sin grupos polares tienden a ser poco solubles.
Para las sales inorgánicas, la situación es más
compleja. Su solubilidad en agua no sigue una regla general simple, por lo que
es necesario consultarla en tablas de solubilidad o representaciones
gráficas conocidas como curvas de solubilidad, donde se observa cómo
varía su capacidad de disolverse con la temperatura.
En el caso de los gases, su solubilidad en agua varía
mucho, pero nunca es infinita. A diferencia de sólidos y líquidos, la
solubilidad de los gases disminuye con la temperatura y aumenta con
la presión, lo cual explica fenómenos como la pérdida de gas en una bebida
carbonatada al calentarla o al destaparla.
Solubilidad en solventes apolares
Respecto a los disolventes no polares como el hexano
o el benceno, en ellos se disuelven preferentemente sustancias también no
polares, como grasas, ceras o aceites esenciales. En estos medios no ocurre
ionización, ya que no hay una estructura polar capaz de estabilizar iones
libres, por lo que las disoluciones son moleculares y no electrolíticas.
Figura
2. Efecto de la temperatura en la solubilidad de sólidos iónicos y gases.
(Izquierda) Las curvas de solubilidad representan las relaciones entre la
solubilidad y la temperatura de varios solutos sólidos comunes. (Derecha)
Curvas de solubilidad de un gas, por lo general la solubilidad disminuye con el
aumento de temperatura.
Efecto de la temperatura en la solubilidad
La temperatura influye notablemente en la solubilidad
de los gases en agua. A diferencia de muchos sólidos, cuya solubilidad
suele aumentar con el calor, los gases pierden solubilidad a medida que la
temperatura se eleva. Esto ocurre porque las moléculas gaseosas ganan
energía cinética y escapan más fácilmente del disolvente. Por esta razón, el agua
caliente contiene menos oxígeno disuelto que el agua fría, lo cual tiene
implicaciones ecológicas importantes, como la disminución de oxígeno disponible
para organismos acuáticos en cuerpos de agua que se calientan por el cambio
climático o por descargas térmicas industriales.
En disoluciones líquidas, especialmente cuando el soluto
es un sólido puro, la solubilidad varía de forma irregular
con la temperatura. A diferencia de los gases, que tienden a disminuir su
solubilidad al calentarse, algunos sólidos aumentan su solubilidad,
mientras que otros la reducen o se comportan de forma no lineal. No
existen patrones generales aplicables a todas las sustancias, por lo que
es indispensable consultar tablas de solubilidad o gráficas
específicas, donde se representa la fracción de soluto disuelto en el
solvente en función de la temperatura. Estos datos permiten predecir
el comportamiento de cada sustancia bajo condiciones experimentales concretas.
Figura
3. La solubilidad puede expresarse como el ratio de masas entre
soluto y solvente, denotado m(i/j). Esta notación general evita
complejidades al manejar múltiples cocientes en química, mantiene
claridad y facilita su uso en contextos más avanzados, siendo útil para
analizar equilibrios de disolución y saturación.
Figura
4. El nivel de saturación se define como una diferencia de masas
(Δmᵢ), no
como un valor escalar. Surge al enfrentar dos reacciones opuestas: cristalización
y solubilización, cuyo balance da un avance neto (Δξᵢ). Su signo indica si hay sobresaturación,
insaturación o equilibrio, aportando una visión más precisa del equilibrio
de solubilidad y sus condiciones. Demostración.
Figura
5. La masa máxima de soluto disuelto depende de la temperatura y
de la masa del solvente, según un ratio estándar extraído de tablas
o curvas de solubilidad. Este cociente adimensional varía con cada
sustancia y determina el nivel de saturación del sistema. Se usa para
calcular cuánta masa puede disolverse antes de alcanzar el equilibrio. Demostración.
Los teoremas de solubilidad nos permiten clasificar
el estado de una disolución según su relación con la cantidad máxima de soluto
disuelto que puede mantenerse en equilibrio con el soluto sólido no
disuelto. Esta clasificación se expresa a través del signo del cambio de
masa del sólido: un valor positivo (+) indica una disolución sobresaturada,
donde el exceso de soluto tiende a precipitar y formar masa sólida; un
valor negativo (–) refleja una disolución insaturada, con
capacidad para disolver más soluto antes de alcanzar el equilibrio; y un valor cero
(0) indica una disolución saturada, en equilibrio dinámico entre
soluto disuelto y sólido. Sin embargo, existe una cuarta categoría que la
ecuación no predice: la sobresaturación sin síntesis de exceso, o estado
supersaturado. Este es un estado metastable, logrado bajo
condiciones controladas de temperatura y manipulación, donde una cantidad
superior al límite de solubilidad se mantiene en solución sin formar
precipitado. No obstante, cualquier perturbación, como una vibración, un
cambio brusco de temperatura o la introducción de una semilla de
cristalización, desencadena la formación inmediata del sólido excedente.
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