Los modelos moleculares de las vitaminas A y C permiten visualizar claramente cómo su estructura química influye en su solubilidad en distintos disolventes. La vitamina A (retinol) es una molécula de gran tamaño con una larga cadena hidrocarbonada formada por enlaces simples y dobles entre carbonos e hidrógenos, y contiene muy pocos grupos funcionales polares, como los grupos hidroxilo (–OH) u oxígeno. Esta estructura es predominantemente no polar, lo que implica que tiene poca capacidad para formar puentes de hidrógeno o interacciones electrostáticas con el agua, que es un disolvente polar. Debido a esto, la vitamina A no es soluble en agua, pero sí lo es en aceites u otros disolventes no polares, ya que su estructura es compatible con ellos, siguiendo el principio de “lo semejante disuelve a lo semejante”.
En cambio, la vitamina C (ácido ascórbico) presenta una estructura rica en grupos funcionales oxigenados, como grupos hidroxilo (–OH) y un grupo lactona. Estos grupos permiten la formación de puentes de hidrógeno con moléculas de agua, lo que le confiere una alta polaridad. Por tanto, la vitamina C es altamente soluble en agua, siendo una vitamina hidrosoluble. Esto explica por qué se puede disolver fácilmente en jugos, sueros y otras soluciones acuosas, facilitando su transporte en el torrente sanguíneo y su excreción por la orina.
Este contraste estructural entre la vitamina A y la vitamina C no solo determina su solubilidad, sino también su almacenamiento y biodisponibilidad en el cuerpo humano. La vitamina A, al ser liposoluble, se almacena en el tejido graso, mientras que la vitamina C, al ser hidrosoluble, necesita consumirse con regularidad porque no se acumula fácilmente. Así, la estructura molecular se relaciona directamente con el comportamiento físico-químico y la función biológica de estas moléculas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario