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viernes, 2 de mayo de 2025

Figura. El pistón y la ley de Boyle

El pistón en los motores de combustión interna es un excelente ejemplo de la ley de Boyle en acción. En este contexto, el pistón se mueve dentro de un cilindro, comprimiendo una mezcla de gas y aire a medida que la presión aumenta cuando el pistón se desplaza hacia abajo. Según la ley de Boyle, al reducirse el volumen del gas en el cilindro, la presión aumenta, lo que permite que la mecha se encienda y se produzca la explosión que impulsa el pistón hacia arriba.

La relación inversa entre presión y volumen también es clave en el proceso de transmisión del movimiento en un motor. A medida que el pistón se mueve hacia abajo, el volumen dentro del cilindro disminuye, lo que aumenta la presión. Esta alta presión empuja el pistón hacia arriba, transmitiendo su movimiento a la biela y, a su vez, a la cigüeñal, que convierte este movimiento lineal en movimiento rotacional. Este proceso es esencial para generar la potencia necesaria para que el motor funcione.

A su vez, el movimiento rotacional generado por el cigüeñal se transmite a las ruedas del vehículo a través del sistema de transmisión, permitiendo que el coche se desplace. La eficiencia de este proceso depende de la correcta interacción entre presión y volumen en cada ciclo de compresión del gas dentro del motor. La ley de Boyle subraya cómo, al modificar el volumen dentro del cilindro, se controla la presión, que a su vez regula la potencia generada por el motor, afectando directamente el rendimiento del vehículo.

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