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domingo, 20 de abril de 2025

Historia de la química 5. Ciencia de materiales y geopolítica

Con el final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, la química adquirió un nuevo protagonismo en la cultura popular y en el imaginario colectivo, especialmente aquella relacionada con los materiales radiactivos. El uso de la energía nuclear con fines bélicos —como quedó demostrado en los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki— marcó un antes y un después en la percepción pública de la química y la física nuclear. A partir de ese momento, elementos como el uranio-235 y el plutonio-239 se convirtieron en sinónimos de poder, destrucción, y a la vez, de una promesa tecnológica ambivalente.

Durante la Guerra Fría (1947–1991), la radiactividad fue un tema recurrente en múltiples expresiones culturales. En los cómics, por ejemplo, la exposición a materiales radiactivos se usaba como explicación para adquirir superpoderes, como en el caso de El Increíble Hulk (creado en 1962 por Stan Lee y Jack Kirby), quien se transforma tras una explosión de rayos gamma. Este patrón se repite en personajes como Spider-Man (1962), mordido por una araña radiactiva, o Los Cuatro Fantásticos (1961), quienes obtienen sus habilidades tras una exposición a rayos cósmicos.

En el cine, tramas relacionadas con la química nuclear o la manipulación de compuestos radioactivos aparecen constantemente, como en las películas de Misión ImposibleJames Bond (Dr. No, 1962) y numerosas cintas de ciencia ficción y espionaje. El miedo colectivo a la radiactividad se reflejaba también en filmes como Them! (1954), donde hormigas gigantes mutadas por radiación amenazan a la humanidad, o Godzilla (1954), una criatura nacida del trauma nuclear japonés.

Además, se popularizaron términos científicos como isótopomedio de vidadesintegración nuclear, y reacción en cadena, acercando conceptos avanzados de la química y la física a una audiencia masiva. Todo esto contribuyó a que la química, lejos de ser vista solo como una disciplina académica, se convirtiera en un terreno fértil para la imaginación, el temor y la fascinación de la sociedad del siglo XX.

Sin embargo, mientras la química radiactiva dominaba la cultura popular, la química real y aplicada continuó su desarrollo de forma menos vistosa pero profundamente transformadora. Desde 1945 hasta 1990, durante el período de la Guerra Fría, se produjeron avances fundamentales en química de materiales, que permitieron la aparición de nuevas tecnologías.

Figura 1. Durante la segunda mitad del siglo XX, materiales como los semiconductores (silicio, GaAs), polímeros (Kevlar, nylon), aleaciones avanzadas (titanio, níquel), materiales compuestos (fibra de carbono), superconductores (NbTi), tierras raras (neodimio) e isótopos radioactivos (uranio 235) transformaron la ciencia e industria, impulsando electrónica, energía, transporte y tecnología de baterías modernas.

Uno de los hitos más relevantes fue la invención del transistor en 1947 por John Bardeen, William Shockley y Walter Brattain en los Laboratorios Bell. Este pequeño dispositivo, basado en semiconductores como el silicio y el germanio, reemplazó a las válvulas de vacío y permitió el desarrollo de microchips y circuitos integrados, revolucionando la electrónica y la computación. Así nació el corazón tecnológico del mundo moderno: Silicon Valley, llamado así por el uso extensivo del silicio en la fabricación de chips, cuya industria despegó en la década de 1960.

La química también fue clave en la creación de nuevas aleaciones y materiales compuestos, como los superconductores, los plásticos de ingeniería, los materiales cerámicos avanzados, y los polímeros conductores, fundamentales para la aeronáutica, la industria espacial, la medicina y la informática. Por ejemplo, la creación del teflón (PTFE), descubierto en 1938 y aplicado ampliamente después de 1945, permitió avances en recubrimientos antiadherentes y en la protección contra productos químicos agresivos.

Figura 2. El Kevlar, fibra sintética de aramida desarrollada en 1965 por Stephanie Kwolek, destaca por su alta resistencia a la tracción, bajo peso y tolerancia al calor (hasta 450 °C) y químicos. Con una densidad de 1.44 g/cm³ y resistencia cinco veces mayor que el acero, se utiliza en chalecos antibalas, aeroespacial, automotriz y tejidos compuestos de alto rendimiento.

Durante estas décadas, se desarrollaron también fibras sintéticas como el nylon, el Kevlar (1965), y el Dacron, así como materiales ultraligeros y resistentes usados en vehículos militares, aviones supersónicos y satélites. En el ámbito de la energía, la química fue esencial para perfeccionar bateríaspaneles solaresceldas de combustible y reacciones catalíticas.

En conjunto, estos avances silenciosos pero profundos cimentaron las bases de la era digital, permitiendo el desarrollo de computadoras, teléfonos móviles, satélites, internet y tecnologías que hoy forman parte esencial de la vida cotidiana.

A partir de la década de 1980, el mercado asiático, especialmente Japón, comenzó a destacarse en el desarrollo de nuevas tecnologías de materiales. Se perfeccionaron dispositivos como los diodos emisores de luz (LED), los cristales líquidos (LCD), y los semiconductores avanzados, que revolucionaron la electrónica de consumo. Empresas japonesas como SonyPanasonic y Toshiba lideraron la innovación global en dispositivos electrónicos, pantallas, cámaras y computadoras personales, consolidando a Japón como una superpotencia tecnológica.

Interfaz de usuario gráfica

El contenido generado por IA puede ser incorrecto.

Figura 3. Un LED es un dispositivo semiconductor que convierte electricidad en luz mediante la recombinación de electrones y huecos en una unión p–n. Los LEDs azules, desarrollados en 1993 con nitruro de galio, superaron retos por el gran gap de energía, permitiendo la iluminación blanca y pantallas a color. Este avance recibió el Nobel de Física en 2014.

Preocupado por esta creciente competencia, Estados Unidos negoció en 1985 el llamado Acuerdo Plaza, en el que se pactó la devaluación del dólar frente al yen y otras monedas. Esta medida buscaba ajustar la balanza comercial y reducir la competitividad japonesa, lo que tuvo un impacto considerable en la economía nipona. A pesar de esto, Japón mantuvo su liderazgo en sectores clave gracias a la química de materiales, como en la producción de memorias flash, pantallas planas y dispositivos de almacenamiento.

Sin embargo, desde finales de los años 90 y durante los últimos 25 años, ha sido China la que ha emergido como el nuevo eje de poder tecnológico y productivo. Con un fuerte enfoque en investigación y desarrollo (I+D), China ha invertido masivamente en la industria de los materiales avanzados, destacándose en áreas como baterías de litiopaneles solaresnanomateriales, y fibra óptica.

Un aspecto clave de esta nueva etapa ha sido el control estratégico de materiales críticos, especialmente las llamadas tierras raras, un grupo de 17 elementos químicos como el neodimiodisprosioiterbio y praseodimio, fundamentales para la fabricación de imanes permanentesmotores eléctricosdispositivos electrónicos y armamento avanzado. Hoy, China controla más del 80% de la producción global de tierras raras, lo cual le otorga una ventaja geopolítica decisiva en las disputas tecnológicas del siglo XXI.

Así, la química de materiales ha pasado de ser una disciplina de laboratorio a convertirse en un factor crucial en la economía global, la seguridad nacional y la transición energética.

Los materiales geo-estratégicos están redefiniendo las alianzas internacionales y reconfigurando los ejes de poder global. Uno de los recursos más codiciados es el litio, elemento esencial para las baterías recargables utilizadas en vehículos eléctricos, smartphones y sistemas de almacenamiento de energía. Este metal se concentra en el llamado “Triángulo del Litio”, formado por Bolivia, Argentina y Chile, que alberga aproximadamente el 58% de las reservas mundiales. Con el ascenso de gobiernos menos alineados con Washington, Estados Unidos ha perdido influencia en su “patio trasero”, lo que ha generado preocupación estratégica en las altas esferas del poder.

En paralelo, el Sahel africano, particularmente Níger, se ha vuelto crucial por su producción de uranio, fundamental para el abastecimiento energético de Francia y la Unión Europea. Los recientes golpes de Estado y el avance de potencias como China y Rusia en la región han puesto en jaque los intereses occidentales.

Figura 4. Los trenes de levitación magnética usan materiales avanzados para sustentación y propulsión, como electroimanes superconductores de niobio titanio (NbTi) y YBCO, refrigerados con helio líquido. Los imanes permanentes son de neodimio hierro boro (NdFeB). Las guías son de aluminio reforzado o acero inoxidable, y la estructura combina aleaciones ligeras y fibra de carbono, con cableado de cobre y sensores inteligentes.

Durante el mandato de Donald Trump, se intensificó la guerra comercial con China, incluyendo propuestas polémicas como la adquisición de Groenlandia, rica en tierras raras. Esta región ártica se ha convertido en un punto clave debido a su potencial minero, ya que actualmente China controla más del 80% del suministro global de tierras raras, elementos indispensables para fabricar imanes de alta potencia, turbinas eólicas, chips, y armamento de precisión.

Simultáneamente, el foco global está sobre TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company), la empresa que fabrica los chips más avanzados del mundo, utilizando aleaciones de silicio, germanio, galio, arseniuros y carburo de silicio, materiales que requieren pureza extrema y procesos de química de vanguardia. La creciente presión de China sobre Taiwán, acompañada de un incremento en su presencia militar en el Estrecho de Taiwán, ha generado temores de una posible escalada bélica que podría desencadenar un conflicto de escala global.

A medida que nos acercamos al primer cuarto del siglo XXI, las tensiones en torno a los materiales químicos estratégicos nos colocan al borde de un escenario donde las disputas comerciales podrían evolucionar hacia guerras reales. En este contexto, es deber del ciudadano científicamente informado comprender las implicancias de estos materiales y exigir políticas basadas en soberanía tecnológica, sostenibilidad y cooperación internacional.

Al mismo tiempo, científicos de todo el mundo trabajan en el desarrollo de alternativas menos estratégicas y más sostenibles. Por ejemplo, el uso de tritio, un isótopo del hidrógeno que puede extraerse del agua marina, se investiga como combustible para fusión nuclear, una posible solución energética limpia. Asimismo, se están desarrollando baterías de sodio, mucho más abundante que el litio, lo que podría reducir la dependencia de yacimientos críticos.

Los materiales geo-estratégicos están redefiniendo las alianzas internacionales y reconfigurando los ejes de poder global. Uno de los recursos más codiciados es el litio, elemento esencial para las baterías recargables utilizadas en vehículos eléctricos, smartphones y sistemas de almacenamiento de energía. Este metal se concentra en el llamado “Triángulo del Litio”, formado por Bolivia, Argentina y Chile, que alberga aproximadamente el 58% de las reservas mundiales. Con el ascenso de gobiernos menos alineados con Washington, Estados Unidos ha perdido influencia en su “patio trasero”, lo que ha generado preocupación estratégica en las altas esferas del poder.

En paralelo, el Sahel africano, particularmente Níger, se ha vuelto crucial por su producción de uranio, fundamental para el abastecimiento energético de Francia y la Unión Europea. Los recientes golpes de Estado y el avance de potencias como China y Rusia en la región han puesto en jaque los intereses occidentales.

Durante el mandato de Donald Trump, se intensificó la guerra comercial con China, incluyendo propuestas polémicas como la adquisición de Groenlandia, rica en tierras raras. Esta región ártica se ha convertido en un punto clave debido a su potencial minero, ya que actualmente China controla más del 80% del suministro global de tierras raras, elementos indispensables para fabricar imanes de alta potencia, turbinas eólicas, chips, y armamento de precisión.

Figura 5. TSMC, fundada en 1987, es la mayor fundición de semiconductores por encargo, fabricando chips avanzados con nodos de 5 nm y desarrollando 3 nm. Líder en transistores FinFET y gate all around, impulsa industrias clave como IA y 5G. Su rol estratégico en la cadena global genera tensiones geopolíticas entre EE.UU. y China.

Simultáneamente, el foco global está sobre TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company), la empresa que fabrica los chips más avanzados del mundo, utilizando aleaciones de silicio, germanio, galio, arseniuros y carburo de silicio, materiales que requieren pureza extrema y procesos de química de vanguardia. La creciente presión de China sobre Taiwán, acompañada de un incremento en su presencia militar en el Estrecho de Taiwán, ha generado temores de una posible escalada bélica que podría desencadenar un conflicto de escala global.

A medida que nos acercamos al primer cuarto del siglo XXI, las tensiones en torno a los materiales químicos estratégicos nos colocan al borde de un escenario donde las disputas comerciales podrían evolucionar hacia guerras reales. En este contexto, es deber del ciudadano científicamente informado comprender las implicancias de estos materiales y exigir políticas basadas en soberanía tecnológica, sostenibilidad y cooperación internacional.

Al mismo tiempo, científicos de todo el mundo trabajan en el desarrollo de alternativas menos estratégicas y más sostenibles. Por ejemplo, el uso de tritio, un isótopo del hidrógeno que puede extraerse del agua marina, se investiga como combustible para fusión nuclear, una posible solución energética limpia. Asimismo, se están desarrollando baterías de sodio, mucho más abundante que el litio, lo que podría reducir la dependencia de yacimientos críticos.

Figura 6. Los automóviles eléctricos usan motores eléctricos alimentados por baterías de ion litio, con ánodos de grafito, cátodos de óxidos metálicos y electrolitos que facilitan el transporte iónico. Estas baterías ofrecen alta densidad energética, larga vida útil y carga rápida, impulsando la movilidad sostenible. Sin embargo, su reciclaje y la extracción de litio presentan retos ambientales y geopolíticos.

En las últimas décadas, el avance de la bioquímica y la biotecnología ha abierto un nuevo horizonte en el desarrollo de biomateriales y en la producción de compuestos mediante ingeniería genética. A diferencia de los materiales tradicionales, los biomateriales están diseñados para interactuar con sistemas biológicos, y su aplicación abarca desde prótesis compatibles con tejidos humanos hasta andamios celulares para medicina regenerativa.

La industria farmacéutica ha sido una de las mayores beneficiarias de esta revolución. Gracias a los avances en biología molecular y genética evolutiva, hoy es posible modificar genéticamente bacterias, levaduras o células de mamífero para que actúen como biorreactores, produciendo desde insulina humana hasta anticuerpos monoclonalesvacunas ARN y compuestos complejos como antibióticos, hormonas o enzimas industriales.

Más aún, el desarrollo de técnicas de evolución dirigida —una forma de evolución artificial acelerada en el laboratorio— permite optimizar enzimas y proteínas para que cumplan funciones específicas con mayor eficiencia. Esta metodología, que le valió el Premio Nobel de Química a Frances Arnold en 2018, imita los principios de la selección natural para “evolucionar” moléculas útiles.

El campo también ha sido transformado por herramientas como CRISPR-Cas9, que permiten editar genes con precisión, y por el diseño de circuitos genéticos sintéticos, que permiten programar organismos vivos como si fueran computadoras biológicas.

Además, la biomineralización artificial, inspirada en procesos naturales como la formación de conchas o huesos, ha permitido la creación de nuevos materiales híbridos, con aplicaciones en ingeniería, construcción y medicina. Así, la fusión entre química, biología y evolución artificial está dando lugar a una nueva generación de materiales inteligentes, autorreparables, biodegradables y sostenibles.

Estos avances no solo marcan el futuro de la química, sino que redefinen el límite entre lo vivo y lo sintético, planteando nuevos desafíos éticos, sociales y ecológicos que deberán ser abordados desde una perspectiva crítica y responsable.

Finalmente, en esta era dominada por la inteligencia artificial (IA), los materiales químicos continúan siendo el cimiento físico sobre el cual se construye esta nueva revolución. Los semiconductores avanzadosaleaciones nanométricasmateriales cuánticos y compuestos sintéticos permiten fabricar los chips, sensores y redes neuronales artificiales que constituyen el “cerebro” de las IA modernas. La química de materiales también posibilita la creación de memorias más eficientesbaterías de alto rendimiento y sistemas ópticos de alta precisión, fundamentales para el entrenamiento y operación de los algoritmos.

Paradójicamente, el agua —una sustancia tan antigua como la vida misma— sigue siendo protagonista insustituible: desde los sistemas de enfriamiento de los centros de datos hasta las reacciones bioquímicas que permiten nuevas formas de computación orgánica.

Así, al mirar hacia el futuro, comprendemos que la química no es solo una ciencia del pasado, sino la base tangible del presente y la llave del mañana. Desde el fuego primitivo hasta los materiales inteligentes y los algoritmos que nos acompañan hoy, cada avance científico ha nacido del entendimiento profundo de la materia.

A ustedes, estudiantes del siglo XXI, les corresponde continuar esta historia. Serán los próximos en descubrir, transformar y reimaginar el mundo a través de la química. Porque en cada tubo de ensayo, en cada célula modificada, en cada átomo manipulado, se esconde la posibilidad de cambiar el destino de la humanidad.

Referencias

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