Como se aprecia en los teoremas de los volúmenes de combinación, surgen los números estequiométricos, es decir, los coeficientes ubicados a la izquierda de una ecuación química. Estos representan la combinación mínima de moléculas o entidades necesaria para que la reacción ocurra una sola vez, respetando las leyes clásicas de conservación.
1- En primer lugar, la ley de conservación de la masa
establece que la masa total de los reactantes es igual a la de los productos,
lo que implica que el número de átomos de cada elemento se mantiene
constante, cambiando solo su organización estructural.
2- En segundo lugar, la ley de conservación de la carga
señala que los portadores de carga eléctrica, como electrones y
protones, también se conservan durante la reacción.
3- Finalmente, la ley de conservación de la energía
indica que la energía total del sistema permanece constante cuando la
reacción ocurre en un ambiente aislado, sin intercambio de calor con los
alrededores.
Así, los números estequiométricos no solo cuantifican
proporciones, sino que reflejan el cumplimiento simultáneo de estas tres
leyes fundamentales que rigen toda transformación química.
Ajustada vs no ajustada
Los números estequiométricos pueden clasificarse en correctos
e incorrectos. Un número estequiométrico correcto es aquel que cumple
las tres leyes de conservación —de masa, carga y energía—, lo que permite
visualizar el evento de reacción de manera coherente, contabilizando átomos,
cargas y transferencias de energía tanto en un proceso elemental como en
múltiplos macroscópicos (moles). Estos coeficientes pueden determinarse experimentalmente,
pero en la práctica suelen deducirse teóricamente a partir de la teoría
atómica y la formalización de las leyes de conservación.
Aunque la energía también puede incluirse en estos cálculos,
no es habitual hacerlo, ya que las energías estándar de reacción
dependen más de la naturaleza química de las sustancias que de los
átomos individuales. Por tanto, las técnicas de ajuste de ecuaciones
químicas se dividen en dos categorías principales: aquellas que se basan
únicamente en la ley de conservación de la masa, y las que consideran
simultáneamente la conservación de la masa y de la carga, las cuales se
aplican especialmente en reacciones redox y otros procesos
electroquímicos.
1- En la primera categoría de técnicas de ajuste,
encontramos los métodos que se basan en la ley de conservación de la masa.
Entre ellos destacan la técnica intuitiva o al tanteo, también conocida
como de simple inspección, en la cual se equilibran los átomos de manera
progresiva mediante la observación directa de la ecuación. Junto a esta se
emplea la técnica algebraica o de coeficientes indeterminados, que
consiste en representar los coeficientes como incógnitas y resolver un sistema
de ecuaciones para cumplir la conservación de cada elemento químico. En este
mismo grupo se incluye la técnica de verificación del balance, utilizada
para comprobar o corregir ecuaciones previamente ajustadas. Estas
estrategias, aunque difieren en formalidad, comparten el objetivo de garantizar
que la cantidad total de materia sea la misma en los reactantes y
productos, cumpliendo así los principios fundamentales de la estequiometría
clásica.
2- En la segunda categoría se encuentran las técnicas
de ajuste por semirreacciones y la técnica redox, las cuales, aunque
suelen confundirse, comparten una base común: ambas se emplean para reacciones
de oxidación-reducción y utilizan semirreacciones para representar
la transferencia de electrones entre especies químicas. La diferencia radica
principalmente en el nivel de detalle y en el tipo de representación
que se adopta.
En la técnica de semirreacciones, se trabaja con sustancias
completas y se considera explícitamente la presencia de reactivos
acompañantes, como protones (H⁺), hidroxilos (OH⁻),
agua (H₂O) o sales neutras, que están descritas de forma
evidente en el enunciado según el medio en que ocurre la reacción (ácido,
básico o neutro). Esta técnica ofrece una visión más completa del proceso
químico, ya que conserva el equilibrio no solo de los elementos y cargas,
sino también de las condiciones químicas reales del entorno.
Por otro lado, la técnica redox suele trabajar con ecuaciones
en forma iónica simplificada, donde solo se incluyen las especies
activas en la reacción y se omiten los iones espectadores o
componentes que no participan directamente en la transferencia electrónica.
Ambas técnicas representan, en esencia, la estructura de una celda
electroquímica, motivo por el cual se estudiarán en detalle en el capítulo
de electroquímica. Esta división metodológica coincide con la organización
de los libros de química general moderna, como Chang: Química General
y Brown: Química, la ciencia central, textos ampliamente utilizados en
Colombia y reconocidos por su tratamiento sistemático y pedagógico del tema
redox.
El teorema clave
Antes de abordar los procedimientos específicos,
presentaremos el teorema general del balance algebraico.
[1]
Balance de una ecuación química algebraica. Para ver la descripción de los
términos y su equivalente por factor de conversión, pulse
en este enlace.
En el teorema anterior, el número estequiométrico adquiere
una notación cuasivectorial , por lo que lo
denominaremos cuasivector estequiométrico.
Conviene recordar que la definición de un vector no
se restringe a un contexto físico o cinético, sino que corresponde a un objeto
matemático caracterizado por tres propiedades fundamentales: módulo,
dirección y sentido. El módulo representa la magnitud o
tamaño del vector; la dirección define la línea o plano de acción
sobre el cual se aplica; y el sentido indica hacia cuál de los
extremos de esa línea orienta su acción. En física, los conceptos de dirección
y sentido suelen considerarse de forma conjunta, especialmente cuando se
utilizan coordenadas polares o esféricas, donde ambos quedan
representados por un ángulo de inclinación y su orientación hacia un
polo u otro. Sin embargo, conviene distinguirlos: la dirección se
refiere al ángulo o plano geométrico del vector, mientras que el sentido
expresa su orientación positiva o negativa dentro de ese marco.
En química, también encontramos magnitudes
vectoriales y escalares. Las magnitudes escalares poseen únicamente módulo,
como la temperatura absoluta, que carecen de dirección espacial. Sin
embargo, existen escalares con signo, a los que podríamos llamar cuasivectores,
como el calor transferido (Q) o el trabajo (w), que, aunque no
poseen una dirección definida en el espacio, sí expresan un sentido físico
—por ejemplo, positivo al entrar energía al sistema y negativo al
salir. Así, la química adopta una interpretación ampliada del concepto de
vector: no solo como una flecha geométrica, sino como una herramienta
simbólica para representar la magnitud y orientación energética de
los procesos que ocurren en la materia.
En un sistema químico, la dirección del cambio
solo puede adoptar dos sentidos posibles: el de síntesis
(positivo) o el de descomposición (negativo). De este modo, los reactantes,
al ser las especies que se consumen o desaparecen durante la reacción,
poseen un cuasivector estequiométrico negativo, mientras que los productos,
al formarse o acumularse, se representan mediante un cuasivector
estequiométrico positivo. Esta convención permite expresar con claridad el sentido
químico del proceso, sin ambigüedades sobre el flujo de materia y energía.
Para simplificar la notación y evitar conflictos con la
simbología empleada en física vectorial, en lugar de representar el
vector completo —con su flecha sobre la letra y en negrita no
italizada—, utilizaremos la forma de cuasivector, indicado mediante
un arpón y una letra en cursiva. Esta convención lo sitúa a
medio camino entre un vector físico y un escalar químico, permitiendo
conservar la idea de sentido del proceso sin atribuirle una direccionalidad
espacial estricta.
En otras palabras, los cuasivectores estequiométricos
expresan la orientación funcional de la reacción —hacia la formación o
la destrucción de sustancias—, sin requerir un marco geométrico tridimensional.
Combinación de técnicas
Aunque la inspección de balance, el balanceo al
tanteo y el balanceo por coeficientes indeterminados suelen
considerarse algoritmos distintos, en realidad todos obedecen al mismo
principio fundamental: el [Teorema
del balance de una ecuación química algebraica], aplicado al número de
átomos descrito en [1]. Por lo tanto, en lugar de tratarlos como
procedimientos separados, adoptaremos una estrategia unificada que
combine sus elementos esenciales.
Esta integración nos permitirá reducir tres métodos a uno
solo, aprovechando las ventajas complementarias de cada técnica. Del
tanteo tomaremos su rapidez y carácter intuitivo, útil para
identificar proporciones de manera inmediata; de la técnica algebraica,
su formalismo matemático, que garantiza precisión y reproducibilidad; y
de la inspección de balance, su capacidad de verificación y
control del resultado final.
El resultado de esta síntesis será el método mixto,
una técnica que combina eficiencia y rigor al balancear ecuaciones
químicas. Este enfoque busca minimizar las debilidades de los métodos
tradicionales —la falta de formalidad del tanteo y la lentitud
operativa del método algebraico—, sin perder sus respectivas fortalezas. De
esta forma, el método mixto se convierte en una herramienta ágil,
sistemática y didáctica, ideal para el aprendizaje y aplicación práctica
del balanceo químico en distintos niveles de complejidad.
Distinguiendo los parámetros clave
El [Teorema
del balance de una ecuación química algebraica] presenta dos parámetros
clave variables que se definen a partir de la constante cero. El
primero es el cuasivector estequiométrico, que representa el número
estequiométrico (su módulo) y su sentido: positivo
para los productos y negativo para los reactantes. El
segundo es el subíndice del elemento x, que identifica la cantidad de
átomos de dicho elemento presentes en cada sustancia involucrada en la
ecuación. Estos dos parámetros permiten expresar algebraicamente el principio
de conservación de la masa, garantizando que el número total de átomos de
cada elemento sea el mismo en ambos lados de la reacción.
Figura
1. La figura muestra la diferencia entre el número estequiométrico (νᵢ), que indica cuántas moléculas
de una sustancia participan en la reacción, y el subíndice químico (sᵢₓ), que señala cuántos átomos de un elemento hay dentro de
cada molécula. Ambos parámetros conectan la estructura molecular con la cantidad
global de materia en una ecuación química.
Al ajustar una ecuación química, podemos modificar
los números estequiométricos, lo que implica variar la cantidad de
moléculas de una sustancia que participan en la reacción. Sin embargo, no
es posible alterar los subíndices de los elementos dentro de las fórmulas
químicas, ya que estos determinan la identidad química de cada
sustancia. Cambiar un subíndice significaría modificar la composición
atómica del compuesto, transformándolo en otra sustancia diferente o
incluso en una reacción imposible. Por ello, durante el balanceo, solo
los números grandes (coeficientes estequiométricos) pueden variarse
libremente, mientras que los números pequeños (subíndices atómicos)
deben permanecer fijos para conservar la naturaleza química y coherencia
de la reacción.
Prueba de balance.
Al aplicar el teorema de balance de una ecuación química,
debemos tener en cuenta que este solo resulta funcional cuando se aplica a
un elemento por vez. Aunque es teóricamente posible formular el
balance de manera simultánea para todos los elementos involucrados, en
la práctica esto no es operativo ni eficiente, ya que dificulta la
resolución del sistema y la interpretación de los resultados. Por ello, el
procedimiento se repite en líneas separadas, una por cada elemento
individual, garantizando así un control claro y ordenado del
cumplimiento de la ley de conservación de la masa para cada especie
química participante en la reacción.
El coeficiente 1 en una ecuación química suele ser problemático.
Cuando no aparece escrito, se sobreentiende que su valor es uno, lo que
implica la participación de una sola molécula o unidad de sustancia. Sin
embargo, durante el proceso de balanceo, esta omisión no es
recomendable. Aunque dejarlo implícito puede parecer más elegante o formal,
en los niveles iniciales de aprendizaje es preferible mantener toda
la notación explícita para evitar confusiones y asegurar un control
completo del procedimiento. Por ello, antes de comenzar una prueba de
balance, lo primero que debemos hacer es asignar el valor 1 de manera
visible a todos los coeficientes estequiométricos de las sustancias
involucradas. Solo después de establecer estos valores iniciales, se procede a evaluar
elemento por elemento, ajustando los coeficientes necesarios hasta cumplir
con las leyes de conservación y obtener una ecuación correctamente
balanceada.
Apliquemos entonces el [Teorema
del balance de una ecuación química algebraica] para la síntesis de agua: H₂
+ O₂ → H₂O
Primero evaluación de balance.
1 H₂ + 1 O₂ → 1 H₂O
Como podemos ver, el oxígeno no da la suma cero, por ende no
está en balance.
Ajuste por método mixto
Una vez que confirmamos que la ecuación no está
balanceada, aplicamos la técnica de los coeficientes indeterminados.
Paso 1 coeficientes indeterminados.
En este método, reemplazamos los coeficientes iguales a 1
por una secuencia alfabética en minúsculas (a, b, c, d…), asignando una variable
a cada sustancia presente en la ecuación. Estas letras representan números
estequiométricos desconocidos, pero al mismo tiempo entidades contables,
ya que mantienen relaciones algebraicas entre sí.
a H₂ + b O₂ → c H₂O
De este modo, la ecuación química se transforma en un sistema
de ecuaciones lineales, donde cada elemento químico aporta una relación
independiente basada en la conservación del número de átomos. Este
enfoque combina la precisión de las matemáticas con el significado físico de la
reacción, permitiendo deducir los valores numéricos correctos de los
coeficientes y, con ello, lograr un balance exacto y verificable.
Paso 2 balance de los intuitivos.
En el paso 2, procedemos a igualar los elementos
intuitivos, es decir, aquellos que presentan una característica simple y
clara: poseen un solo reservorio (una sola especie que los contiene)
en cada lado de la flecha de reacción. Esto permite aplicar métodos
directos como la técnica del producto de recíprocos o la de múltiplos
comunes para alcanzar el balance.
Por ejemplo, si un elemento X aparece con subíndice
₂ en un compuesto del lado izquierdo y con subíndice ₁ del lado
derecho, podemos establecer una relación 1:2, intercambiando los
subíndices como coeficientes estequiométricos. En la práctica, esto
equivale a multiplicar por el recíproco del número mayor: asignamos un coeficiente
2 al compuesto con un solo átomo y un coeficiente 1 al que contiene
dos, logrando así una igualdad 2:2 en el número total de átomos.
Este método refleja la proporcionalidad directa entre
subíndices y coeficientes, asegurando la conservación de la masa para
cada elemento considerado. La mayoría de los elementos en una ecuación se balancean
de este modo sencillo, antes de pasar a los casos más complejos que
requieren ajustes simultáneos o dependientes. Por ello, identificar
correctamente los elementos intuitivos constituye una etapa fundamental
en el proceso de balanceo sistemático de ecuaciones químicas.
a H₂ + 1 O₂ → 2 H₂O1
Para balancear el hidrógeno tendríamos:
2 H₂ + 1 O₂ → 2 H₂O1
Observa que, en este ejemplo, hemos escrito todos los
valores 1 de forma explícita tanto en los coeficientes como
en los subíndices, con el fin de hacer visible cada relación durante el
proceso de balanceo. Sin embargo, en la respuesta final o en la ecuación
balanceada definitiva, estos valores deben omitirse, presentando la
expresión limpia y simplificada, sin los unos explícitos.
Para balancear el hidrógeno tendríamos:
2 H₂ + O₂ → 2 H₂O
Evaluamos nuevamente.
Como si se cumple la forma cero de la conservación de la
masa, entonces si hay un balance estequiométrico.
En otros casos, el producto de recíprocos resulta aún
más evidente, como en la síntesis de ozono (O₃) a partir de dioxígeno
(O₂).
a O₂ → b O₃
En este proceso, la relación entre subíndices 2:3
genera una relación recíproca de números estequiométricos 3:2, lo que
asegura un total de seis átomos de oxígeno en ambos lados de la
ecuación.
3 O₂ → 2 O₃
De esta forma, al evaluar el teorema de balance,
obtenemos la igualdad 0 = −3 × 2 + 2 × 3, que confirma la conservación
del número de átomos.
Paso 3. Elementos poco intuitivos
Los elementos poco intuitivos son aquellos que
aparecen distribuidos en dos o más reservorios dentro de una misma
ecuación química. Debido a esta complejidad, deben dejarse para el final del
proceso de balanceo, una vez que se haya obtenido la mayor cantidad
posible de información mediante métodos rápidos e intuitivos
aplicados a los elementos más sencillos.
Cuando llega el momento de ajustar estos elementos, se
procede a formular una ecuación algebraica aplicando nuevamente el teorema
clave de balance. En este caso, como los coeficientes estequiométricos
aún son desconocidos, cada término de la ecuación deja de ser el producto de
dos números enteros y pasa a expresarse como el producto del subíndice
atómico por la letra correspondiente al coeficiente.
A este producto se le asigna además un signo según la
dirección química del proceso: negativo si corresponde a un reactante
y positivo si se trata de un producto. Este enfoque algebraico
permite integrar en una misma ecuación la cantidad, identidad y sentido de
los elementos involucrados, facilitando el cálculo sistemático de los
coeficientes correctos y asegurando que se cumplan las leyes de conservación
de la materia, la carga y, en algunos casos, de la energía.
Por ejemplo, consideremos el siguiente caso:
6 CO₂(g) + 6 H₂O(l) → 1 C₆H₁₂O₆(s) + d O₂(g)
En esta ecuación, todos los coeficientes previos se
determinaron de manera intuitiva, pero el oxígeno, al estar distribuido
en cuatro reservorios diferentes (en el CO₂, el H₂O, el C₆H₁₂O₆ y el O₂),
vuelve el proceso considerablemente más complejo. Es en este punto donde
el uso de ecuaciones algebraicas con coeficientes indeterminados resulta
especialmente útil, ya que permite organizar y resolver sistemáticamente
las relaciones entre los distintos reservorios del elemento, evitando errores y
asegurando el cumplimiento riguroso de la ley de conservación de la masa.
6 CO₂(g) + 6
H₂O(l) → 1 C₆H₁₂O₆(s) + d O₂(g)
Inicialmente la línea se expresa de forma explícita.
Pero a medida que tomes práctica pueden pasar a su forma
semiresuelta donde escribimos directamente el producto cuasivector
estequiométrico por subíndice del elemento.
Luego, resuelves el álgebra.
Y reemplazas.
6 CO₂(g) + 6
H₂O(l) → 1 C₆H₁₂O₆(s) + 3 O₂(g)
Y reescribes en limpio.
6 CO₂(g) + 6 H₂O(l) → C₆H₁₂O₆(s) + 3 O₂(g)
Reservorios con destinos independientes
Existe una subclase de elementos poco intuitivos que
denominamos elementos de reservorio independiente. En estos casos, un
mismo elemento contenido en una sustancia reactiva puede tener dos
destinos distintos dentro de la reacción, lo que significa que el mismo
reactivo participa simultáneamente en procesos diferentes. Cuando esto
ocurre, es esencial representar ese reactivo como si fueran dos reactivos
independientes, de modo que se pueda rastrear con precisión la
conservación de los átomos en cada uno de sus reservorios. No
hacerlo así conduce inevitablemente a indefiniciones algebraicas o a
ecuaciones inconsistentes que imposibilitan el balance correcto.
Además, es importante señalar que en este tipo de casos
pueden presentarse indefiniciones menores o redundancias matemáticas,
que si bien no alteran el resultado global del balance, deben ser ignoradas
o simplificadas, ya que forman parte natural del comportamiento de las reacciones
redox complejas. Estas indefiniciones se deben a que un mismo elemento
puede actuar, por ejemplo, como agente oxidante y reductor a la vez, lo
cual introduce dependencias algebraicas entre las semirreacciones.
Un ejemplo clásico de esta situación es la reacción:
Cu + HNO₃ → Cu(NO₃)₂ + NO + H₂O.
Aquí, el ácido nítrico (HNO₃) funciona como reservorio doble, ya
que una parte del nitrógeno se reduce a óxido nítrico (NO), mientras que
otra se mantiene como nitrato (NO₃⁻). Para reflejar correctamente
este comportamiento, el reactivo debe separarse en dos entidades
independientes:
a Cu + b HNO₃ + c HNO₃ → d Cu(NO₃)₂ + e NO + f H₂O,
lo que permite establecer ecuaciones de conservación coherentes y resolver el
balance sin ambigüedades. El balance de este caso se puede ver en [chang.10ed.3.60.l].
Mas de un evento de reacción
Finalmente, existe una última categoría de ejercicios de
balance, caracterizada por el uso de modelos daltonianos y la
representación de más de un evento de reacción. En estos casos, lo más
práctico es formular un solo evento de reacción y balancearlo
normalmente, ya que suelen ser situaciones muy simples donde los
principios básicos de conservación son suficientes para resolver el problema.
Sin embargo, cuando el ejercicio incluye modelos visuales
o figuras que muestran varias repeticiones del mismo proceso, debemos
identificar el número total de eventos de reacción representados. En
estos casos sencillos, dicho número corresponde a la cantidad de veces que
aparece la sustancia con coeficiente estequiométrico igual a 1 en el
modelo.
Figura
2. Una reacción química donde moléculas de A y B₂ forman AB₃,
ilustrando la interpretación molecular de los volúmenes de combinación.
Cada volumen corresponde a un número de moléculas o átomos, según
la ley de Avogadro. Al ocurrir cuatro eventos de reacción,
la ecuación balanceada A + 3B → AB₃ refleja proporciones simples entre entidades
moleculares.
Por ejemplo, en la reacción A + 2 B → C, si en el
modelo observamos tres esferas de A, esto significa que la reacción
ocurre tres veces, por lo tanto, la ecuación global será 3 A + 6 B → 3 C.
Al contar las esferas o moléculas en la figura, los valores deben coincidir
exactamente con la ecuación ampliada. Este método permite conectar la representación
visual y atómica con la interpretación algebraica, reforzando la
comprensión del carácter discreto y cuantificable de los eventos
químicos. Un ejemplo de eso se ve en [brown.15ed.m.3.1]
[Ejercicios
resueltos de balance de ecuaciones químicas]
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