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viernes, 25 de abril de 2025

Enlace químico




El enlace químico es una fuerza atractiva que mantiene unidos a los átomos dentro de una molécula o compuesto. Este enlace se forma cuando dos o más átomos comparten electrones, o bien, cuando uno cede y otro acepta electrones, con el objetivo de alcanzar una configuración electrónica más estable. Al consultar un libro de texto, es común encontrar la afirmación de que dicha estabilidad se logra cuando los átomos adquieren una configuración electrónica similar a la de un gas noble, lo cual constituye un principio fundamental de la teoría del octeto de Lewis. Esta teoría postula que los átomos tienden a completar su última capa de valencia con ocho electrones, imitando la estructura estable de los gases nobles.

Figura 1. Gilbert Newton Lewis fue un destacado químico y físico estadounidense nacido en 1875 y fallecido en 1946. Es reconocido por sus contribuciones fundamentales en la teoría del enlace de valencia y la teoría de ácidos y bases de Lewis. Estudió en la Universidad de Harvard y posteriormente obtuvo su doctorado en la Universidad de Gotinga. Lewis trabajó en la Universidad de California, Berkeley, durante gran parte de su carrera, donde desarrolló su famosa teoría del enlace de valencia en 1916. También realizó importantes investigaciones en termodinámica, electroquímica y radioactividad. Su trabajo influyó profundamente en el desarrollo de la química moderna y dejó un legado duradero en la ciencia.

Sin embargo, esto no es del todo cierto. Existen numerosas excepciones a la regla del octeto. Por ejemplo, muchos óxidos de cloro no cumplen con el octeto en todos sus enlaces, ya que el cloro puede formar compuestos donde supera los ocho electrones en su capa de valencia. Asimismo, algunos elementos como el berilio (Be) y el boro (B) forman compuestos estables con menos de ocho electrones. El berilio en BeCl₂ y el boro en BF₃ son ejemplos clásicos de moléculas donde el átomo central queda con cuatro o seis electrones respectivamente. Estas excepciones muestran que, si bien la regla del octeto es útil, no es una ley universal, sino una guía general dentro del enlace químico.

Más allá de concebir el enlace químico simplemente como un medio para que los átomos alcancen ocho electrones en su capa de valencia, debemos entenderlo en términos de la afinidad electrónica y las fuerzas de atracción generadas por las interacciones con los electrones. Estas interacciones pueden manifestarse de diversas formas: puede haber cesiones totales de electrones (como en los enlaces iónicos), cesiones parciales (como en enlaces polarizados), electrones compartidos entre un par de núcleos (enlaces covalentes clásicos), e incluso electrones compartidos entre múltiples núcleos simultáneamente, como ocurre en estructuras de resonancia o en los enlaces metálicos. Esta perspectiva más amplia permite comprender la diversidad y complejidad de los enlaces químicos más allá del marco limitado de la regla del octeto.

Electrones de valencia

El modo en que explicamos la formación de enlaces es a través del comportamiento de los electrones. Hasta este punto, ya hemos visto que el modelo atómico de Thomson proponía que los electrones estaban distribuidos en el interior del átomo. Sin embargo, modelos posteriores indicaron que al menos algunos de ellos se ubicaban en zonas más externas. Estos son los llamados electrones de valencia, y son los que verdaderamente importan al momento de generar enlaces.

La teoría de Lewis establecía que, en los elementos representativos, la cantidad de electrones de valencia era igual al número de grupo en el sistema CAS (donde los gases nobles corresponden al grupo VIII). Así, por ejemplo, el cloro, perteneciente al grupo VII, tendría 7 electrones de valencia.

No obstante, esta idea no siempre se cumple. Por ejemplo, el helio posee solo 2 electrones, y además, la valencia de algunos elementos puede variar considerablemente. Por esta razón, en lugar de referirnos a los electrones de valencia únicamente por su cantidad, lo haremos por su función: los electrones de valencia son aquellos que participan en la formación de enlaces, ya sea al perderse, ganarse o compartirse.

En general, los elementos más a la izquierda de la tabla periódica (y en las fórmulas moleculares) tienen baja afinidad electrónica y tienden a perder electrones en una cantidad igual a alguno de sus estados de oxidación positivos. Por el contrario, los elementos más a la derecha (ignorando los gases nobles) son muy afines a los electrones y tienden a ganarlos en cantidades iguales a su estado de oxidación negativo.

Por ejemplo, el sodio tiene un estado de oxidación positivo de +1, ya que pierde un electrón. Mientras tanto, el cloro tiene un estado de oxidación negativo de -1, porque gana un electrón.

La afinidad electrónica es más baja cuanto más a la izquierda y hacia abajo se encuentra un elemento en la tabla periódica. Por lo tanto, el elemento con menor afinidad electrónica es el francio, mientras que el más afín es el flúor.

Sin embargo, la tendencia a ganar o perder electrones no es absoluta; depende de la relación entre los elementos involucrados. Por ejemplo, el oxígeno tiende a ganar electrones al interactuar con casi cualquier otro elemento, pero si se enfrenta al flúor, es más probable que pierda electrones. Por otro lado, si un elemento se enfrenta a sí mismo, los electrones tienden a compartirse de manera equitativa.

Enlace iónico

Un enlace iónico se genera entre un par de núcleos: uno con alta afinidad electrónica y otro con baja afinidad. El núcleo con baja afinidad pierde uno o más electrones, mientras que el otro los gana, generando así iones cargados de signo opuesto. Estos casos suelen coincidir con los octetos clásicos, como ocurre con el cloro, que tiene siete electrones en su capa más externa y gana uno para completar ocho. El enlace iónico se basa en una atracción electrostática pura entre regiones de carga positiva y negativa, sin que exista un objeto físico entre los núcleos que los una. Por ello, en representaciones pictóricas no debe dibujarse una barra de enlace como en los enlaces covalentes.

Figura 2. En la imagen, el sodio (Na) pierde un electrón y se convierte en un ion Na, mientras que el cloro (Cl) gana un electrón, formando un ion Cl. Al generarse estas cargas permanentes, los iones Na y Cl se atraen electrostáticamente, formando un enlace iónico. Esta interacción da lugar a una red iónica, donde los iones se organizan en una estructura ordenada y repetitiva. Además, debido a que la molécula actúa como un pequeño imán, esta red proporciona estabilidad y rigidez a la sustancia, como ocurre en el cloruro de sodio (NaCl).

Con algunas excepciones, puede inferirse que la mayoría de los compuestos iónicos se forman entre metales y no metales, siendo la ionicidad del enlace mayor cuanto más alejados estén estos elementos en la tabla periódica. En cambio, si el metal y el no metal están muy próximos, la naturaleza iónica del enlace puede ser ambigua, y es recomendable consultar la literatura científica para conocer el comportamiento real de la sustancia. Aunque existe la regla de la diferencia de electronegatividades como criterio orientador, esta también es un heurístico con múltiples excepciones, por lo que la herramienta más confiable sigue siendo la observación directa y experimental del compuesto.

Según la tabla convencional, una diferencia mayor a 1.7 sugiere un enlace iónico. Por lo tanto, la predicción sería que BeF₂ es un compuesto iónico. Un buen ejemplo donde la diferencia de electronegatividades no predice correctamente el tipo de enlace es el del fluoruro de berilio (BeF₂).

Si aplicamos la regla de la diferencia de electronegatividades: Electronegatividad del flúor ≈ 3.98. Electronegatividad del berilio ≈ 1.57. Diferencia ≈ 2.41. Pero en realidad, BeF₂ es covalente, y además forma una estructura lineal con orbitales híbridos sp. Esto se debe a que el berilio es muy pequeño, tiene una carga nuclear débilmente protegida, y no puede estabilizar un catión Be² sin una fuerte polarización del anión. Como resultado, los electrones del flúor se comparten de forma polarizada en lugar de transferirse completamente.

Este ejemplo demuestra que, aunque la diferencia de electronegatividades puede ofrecer una guía general, no siempre predice correctamente el tipo de enlace. Factores como el tamaño atómico, la capacidad de polarización, y la energía de ionización pueden alterar drásticamente el comportamiento esperado de una sustancia. Por ello, en la práctica, lo más confiable es aplicar el heurístico más sencillo:

Metal + no metal → probablemente enlace iónico.

Si aun así persiste la duda, especialmente en casos fronterizos o elementos cercanos en la tabla periódica, lo más recomendable es consultar cómo se comporta realmente la sustancia en fuentes confiables o literatura especializada.

 Enlace covalente

El enlace covalente perfecto o clásico se da cuando un par de núcleos tienen la misma afinidad electrónica o son del mismo elemento. En estos casos, dos electrones quedan compartidos a igual distancia entre ambos núcleos, generando un campo atractivo altamente estable. A diferencia del enlace iónico, en el enlace covalente sí existe un objeto físico que une los núcleos: el par electrónico compartido, el cual se representa con una barra de enlace (—).

Este tipo de enlace no genera polos eléctricos, y además, suele ser más estable que uno iónico. Las condiciones que fácilmente rompen enlaces iónicos no afectan tan fácilmente a los covalentes. Otra característica clave es que no altera el estado de oxidación, ya que no hay ni pérdida ni ganancia neta de electrones.

Figura 3. En un enlace covalente perfecto, conceptualizamos a los electrones tanto como partículas físicas como nubes de probabilidad. En este contexto, la nube de probabilidad se sitúa exactamente entre los núcleos de los átomos involucrados.

Como regla heurística, los enlaces covalentes se forman entre dos núcleos no metálicos similares o idénticos, y son predominantes en moléculas diatómicas (como H₂, O₂, N₂).

Enlace covalente polarizado

El enlace covalente polarizado se sitúa a medio camino entre el enlace iónico y el enlace covalente puro. Se genera entre dos núcleos con diferente afinidad electrónica, pero donde el átomo más afín no es lo suficientemente fuerte como para apropiarse completamente del par de electrones compartido. En su lugar, se forma un enlace en el que la densidad electrónica se concentra ligeramente hacia el átomo más electronegativo, generando una distribución asimétrica de carga.

Esto da lugar a una carga parcial negativa (δ−) en el átomo más afín a los electrones, y una carga parcial positiva (δ) en el otro. Aunque el enlace sigue siendo covalente y establemente compartido, presenta características polares.

Por ejemplo, mientras que un compuesto iónico como NaCl se disocia completamente en agua, un compuesto con enlace covalente polar, como HF, solo se ioniza parcialmente, dependiendo del medio.

En general, diremos que el enlace covalente polar se forma entre no metales con diferencias marcadas en afinidad electrónica (o electronegatividad). Como regla heurística, si los dos átomos enlazados son de elementos distintos, es muy probable que el enlace tenga algún grado de polaridad, aunque sea mínimo.

Figura 4. En la molécula de agua, se presenta un ejemplo clásico de enlace covalente polar. En este enlace, la nube electrónica alrededor de cada átomo de hidrógeno tiende a acercarse al oxígeno, lo que resulta en una polarización de la molécula. El oxígeno adquiere una carga negativa parcial , mientras que los átomos de hidrógeno adquieren una carga positiva parcial . Esta polaridad hace que el agua actúe como un pequeño imán, atrayendo y organizando otras moléculas de agua a su alrededor de manera espontánea. Esta propiedad contribuye a la tendencia del agua a mantenerse en estado líquido, en contraste con otras moléculas similares que carecen de esta polaridad y tienden a ser gases.

Enlace metálico

La analogía más sencilla para entender el enlace metálico es la del “comunismo electrónico”. En este modelo, los electrones de valencia no están ligados a un solo núcleo, sino que se comparten colectivamente en una nube electrónica deslocalizada que rodea a los núcleos metálicos positivos. Esta nube es externa, volátil y móvil, lo que permite transferir cargas con gran velocidad.

Figura 5. En el enlace metálico, los electrones no se encuentran asociados a un núcleo específico, sino que se deslocalizan a lo largo de toda la estructura del metal. Este fenómeno se asemeja a un enorme y masivo enlace covalente que envuelve a todos los núcleos, y no solo a un par de átomos, manteniendo unido al colectivo de manera muy estable. Sin embargo, esta deslocalización de electrones permite vibraciones de los núcleos, lo que conlleva la generación de calor y la transferencia de cargas con bastante facilidad. La estructura altamente ordenada del enlace metálico favorece una superficie pulida y brillante, característica de muchos metales.

Además, como los núcleos metálicos pueden vibrar sin perder su posición relativa, esta estructura explica de manera clara las propiedades características de los metales, como la conductividad eléctrica, la conductividad térmica, y la maleabilidad. Los enlaces metálicos se forman exclusivamente entre átomos metálicos, ya sea en elementos puros o en aleaciones.

Enlace resonante

Un enlace resonante surge en situaciones donde entre un par de núcleos pueden o no surgir más de un enlace secundario. Este fenómeno se debe a superposiciones cuánticas, lo que implica que podemos tener un estado en el que el enlace extra está presente y otro en el que no lo está, pero ambos estados coexisten simultáneamente. Esta dualidad genera efectos notables en las propiedades de la sustancia, siendo uno de los más importantes la mayor estabilidad.

Figura 6. Si el número de enlaces fuera igual al número de estados de oxidación, esperaríamos que la fórmula estructural desplegada del  fuera la primera. Sin embargo, en realidad, los óxidos binarios como el  son resonantes y pueden existir varias estructuras resonantes que varían cuánticamente entre sí. Las teorías avanzadas, como la teoría de Lewis, buscan argumentos para discernir cuál de las variantes resonantes es la más probable. Sin embargo, estas reglas son demasiado avanzadas para un curso introductorio. Es importante recordar que el número de enlaces no siempre es igual al número de estados de oxidación. La resonancia y la variabilidad estructural son conceptos importantes en la química orgánica y la química inorgánica que pueden influir en la reactividad y las propiedades de las moléculas

Figura 7. Otro ejemplo clásico de resonancia se encuentra en el benceno. En esta molécula, los enlaces dobles no permanecen estáticos entre los mismos carbonos, sino que se alternan cuánticamente en superposiciones cuánticas, en las que están y no están simultáneamente. Esta peculiaridad es una manifestación de la realidad que el cerebro humano no puede comprender fácilmente. Sin embargo, esta situación hace que todo el grupo sea más estable de lo que debería ser al compararlo con moléculas similares sin resonancia. Es por esto que en la representación estructural del benceno se dibuja un círculo en medio de la estructura para indicar la resonancia.

Un ejemplo clásico de enlaces resonantes se encuentra en los óxidos de nitrógeno o en el monóxido de carbono. En estas moléculas, la deslocalización electrónica entre los enlaces permite que los átomos involucrados adopten múltiples configuraciones estructurales, lo que mejora la estabilidad global del compuesto. La resonancia es una característica clave en muchas moléculas con enlaces covalentes, ya que permite que la carga y la energía se distribuyan de manera más eficiente.

Enlaces múltiples

La cantidad de enlaces entre núcleos puede variar considerablemente, generalmente oscilando entre uno y tres. Las teorías que explican los enlaces químicos aún no están completamente unificadas, y persisten diversos enigmas en este campo. En estudios avanzados, se abordan tres enfoques principales: los octetos de Lewis, la teoría del orbital molecular y la teoría del enlace de valencia. Sin embargo, aún no existe una teoría que pueda explicar de manera unificada todas las propiedades del enlace químico.

Figura 8. El carbono posee la capacidad única de formar enlaces simples o múltiples con otros átomos de carbono o con otros elementos. Esta versatilidad en la formación de enlaces permite una amplia variedad de configuraciones tridimensionales en las moléculas que forma. Esta capacidad del carbono es fundamental en la química orgánica, donde se encuentran billones de compuestos, conocidos como compuestos orgánicos. La capacidad del carbono para formar enlaces simples o múltiples, junto con su habilidad para enlazarse consigo mismo y con otros elementos, contribuye a la diversidad de propiedades y funciones encontradas en los compuestos orgánicos, lo que los convierte en los bloques de construcción fundamentales para la vida y la química de los organismos.

Por ahora, es crucial entender que los átomos se unen para liberar energía y formar moléculas más estables. El número de enlaces formados depende de la estabilidad de la sustancia frente a las condiciones externas. Además, el número de enlaces entre un par de núcleos puede variar; por ejemplo, dos átomos de carbono pueden formar uno, dos o incluso tres enlaces en diferentes circunstancias. En algunos casos, este número de enlaces puede cambiar de manera resonante, lo que agrega una capa adicional de complejidad en la comprensión de estas interacciones

Enlace coordinado

El enlace coordinado o enlace dativo ocurre entre un núcleo que tiene una alta densidad de carga negativa, como un átomo con electrones no compartidos (por ejemplo, el oxígeno o el nitrógeno en compuestos como el amoníaco o el agua), y un núcleo muy positivo o un átomo con una carga positiva marcada (como el ion hidrógeno en el caso del amonio). En este tipo de enlace, un átomo donante aporta un par de electrones no compartidos para formar un enlace con un átomo receptor que carece de electrones para completar su octeto.

Un ejemplo clásico es el ión amonio (NH₄), donde el nitrógeno dona un par de electrones a un ion hidrógeno (H) para formar el enlace. A diferencia de los enlaces covalentes típicos, donde ambos átomos comparten un par de electrones, en el enlace coordinado el electrón proviene únicamente de uno de los átomos involucrados en la interacción

Interacciones moleculares

Las interacciones moleculares son fuerzas de atracción más débiles que los enlaces químicos que hemos discutido, pero son más fuertes que la ausencia total de atracción. Estas interacciones son cruciales para determinar las propiedades físicas de las sustancias, como su punto de ebullición, solubilidad y comportamiento en diferentes estados de agregación.

Existen varios tipos de interacciones moleculares, siendo las más fuertes las atracciones electrostáticas entre iones, que forman una red iónica. Un ejemplo clásico de esto es el cloruro de sodio (NaCl), donde los iones Na y Cl se mantienen unidos en una estructura rígida. Aunque estas interacciones son fuertes, las redes iónicas pueden romperse fácilmente en solución o bajo condiciones específicas, debido a la solvatación de los iones.

Por otro lado, los puentes de hidrógeno son más débiles que las interacciones iónicas, pero son más flexibles. Estos enlaces ocurren cuando un átomo de hidrógeno, que está covalentemente unido a un átomo electronegativo (como oxígeno o nitrógeno), se atrae a otro átomo electronegativo en una molécula cercana. Los puentes de hidrógeno son fundamentales para la estructura del agua y las propiedades de los líquidos en general.

Finalmente, las fuerzas de Van der Waals surgen debido a momentos transitorios de carga opuesta en moléculas grandes. Estos momentos de dipolos temporales provocan atracciones entre las moléculas. A medida que la superficie de la molécula aumenta, estas atracciones se hacen más importantes. Un ejemplo de este tipo de interacción es el comportamiento de los gases nobles o moléculas no polares como el hidrógeno (H₂), que muestran fuerzas de atracción débiles, pero notables cuando las moléculas tienen superficies más grandes.

Cada uno de estos tipos de interacciones moleculares juega un papel importante en la estabilidad y el comportamiento de las sustancias químicas en diferentes contextos, desde la solubilidad en agua hasta las propiedades mecánicas de materiales sólidos.

Referencias

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Chang, R. (2010). Chemistry (10th ed.). McGraw-Hill New York.

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Seager, S. L., Slabaugh, M. M., & Hansen, M. M. (2022). Chemistry for Today (10th ed.). Cengage Learning.

Zumdahl, S. S., Zumdahl, S. A., DeCoste, D. J., & Adams, G. (2018). Chemistry (10th ed.). Cengage Learning.

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