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miércoles, 21 de mayo de 2025

Figura. Energía cinética mínima

La energía cinética mínima necesaria para que una molécula de un líquido pase a la fase gaseosa es fundamental para entender el proceso de volatilización. En un líquido, las moléculas están en constante movimiento vibratorio, pero no todas vibran con la misma intensidad. Existe una distribución de energías: algunas moléculas vibran muy poco, casi inmóviles, y se comportan como sólidos microscópicos, mientras que otras vibran con suficiente energía para superar la tensión superficial y escapar del líquido hacia la fase gaseosa. Estas últimas son las responsables de la evaporación espontánea.

Cuando la temperatura del sistema aumenta, el promedio de la energía cinética de las moléculas también se incrementa. Esto significa que la curva que representa la distribución de energía se desplaza hacia la derecha, haciendo que un mayor número de moléculas alcancen o superen la energía cinética mínima requerida para romper las fuerzas intermoleculares que las mantienen en la fase líquida. En consecuencia, se incrementa la cantidad de moléculas que pueden superar la tensión superficial y evaporarse, aumentando la presión de vapor del líquido.

Este comportamiento explica por qué la volatilidad de una sustancia está tan estrechamente ligada a la temperatura. A temperaturas bajas, solo unas pocas moléculas tienen suficiente energía para volatilizarse, y la presión de vapor es baja. A medida que la temperatura sube, la cantidad de moléculas con energía suficiente para escapar aumenta exponencialmente, elevando la presión de vapor y haciendo que el líquido se evapore más rápidamente. Este principio es clave para comprender fenómenos cotidianos, como la evaporación del agua o el punto de ebullición de diferentes sustancias.

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