La identificación química es el proceso
mediante el cual se determina la naturaleza y composición de una
sustancia, es decir, qué elementos o compuestos la
conforman. Para ello, se utilizan sus propiedades químicas y físicas
características, que permiten distinguir una sustancia de otra. Entre las
propiedades más útiles están la masa molar, que es la masa de un
mol de partículas (átomos o moléculas) de una sustancia, y la densidad,
que relaciona su masa con su volumen. Otras propiedades incluyen el punto
de ebullición, el pH, la reactividad y
el color de la llama que emiten ciertos elementos al quemarse.
Estas propiedades permiten comparar resultados experimentales con datos
conocidos y así identificar de manera precisa una sustancia.
Figura
1. La oxidación
de los metales es una propiedad química que implica un cambio en su composición,
no solo en su apariencia. Forma compuestos como el óxido férrico o la pátina
del cobre, reflejando su reactividad. Su estudio permite identificar
metales, predecir su durabilidad y aplicar medidas de protección
química en ingeniería y conservación de materiales.
La identificación química funciona mediante
la observación y medición de una o más propiedades características de
una sustancia, como su masa molar, densidad, punto
de fusión, o espectro electromagnético. Estas propiedades
se cuantifican y estandarizan previamente para sustancias
puras bien conocidas, creando así una base de datos confiable o
un patrón físico de referencia. Al analizar una muestra
desconocida, también llamada analito, se miden las mismas
propiedades bajo condiciones controladas y luego se compara con
los datos registrados o con el patrón estándar. Si los valores
coinciden dentro de un margen aceptable, se puede identificar con
precisión la sustancia. Este método es esencial tanto en laboratorios
científicos como en aplicaciones industriales, forenses y ambientales.
Figura
2. La
reacción entre cobre y ácido nítrico es un ejemplo de oxidación-reducción:
el cobre se oxida a iones Cu²⁺ y el ion nitrato se reduce, liberando dióxido de
nitrógeno (NO₂), un gas tóxico. Se forma nitrato de cobre,
una solución azul-verdosa. Es una transformación irreversible, que
evidencia un cambio químico profundo en la materia.
Esto nos lleva a una distinción clave en la ciencia: la
diferencia entre propiedades físicas y propiedades
químicas. Una propiedad física es aquella que puede
medirse sin alterar la composición de la sustancia, pero no siempre
permite distinguirla con claridad. Por ejemplo, la masa o
el volumen por sí solos no son suficientes para identificar
una sustancia, ya que diferentes materiales pueden compartir valores similares.
En cambio, las propiedades químicas están profundamente
ligadas a la identidad de la sustancia, ya que muchas de ellas
son constantes características o relaciones (ratios)
entre propiedades físicas. Cuando se analizan dos o más propiedades y su
relación se mantiene constante en una sustancia específica, se revela una huella
química distintiva, útil para su identificación precisa.
La corona del rey.
A pesar de lo sofisticadas que son hoy en día las técnicas
analíticas para la identificación de sustancias, como los espectros
de absorción y emisión de luz o la cromatografía en gel,
la historia de la identificación química tiene un origen casi
mítico. Una de sus anécdotas fundacionales es el famoso episodio de Arquímedes
y la corona del rey Hierón II.
Figura
3. El momento
eureka ocurre cuando el cerebro, tras un esfuerzo intenso, se relaja y
permite al inconsciente conectar ideas. Surge en situaciones cotidianas
como caminar o soñar. Casos famosos como Arquímedes o Kekulé
muestran que la intuición y el descanso mental son clave en la
creatividad, tanto como el estudio riguroso o el análisis lógico.
Arquímedes, el sabio griego temido por los romanos por sus
invenciones de guerra, era conocido por su genio matemático y su distracción
extrema. Amigo cercano del rey de Siracusa, Hierón II, fue consultado para
resolver una sospecha: el rey había entregado un bloque de oro a un orfebre
para confeccionar una corona, pero aunque esta pesaba lo mismo que el oro
original, Hierón temía que el artesano hubiera sustituido parte del oro con
plata. El desafío consistía en determinar la composición sin dañar la corona.
Figura
4. La balanza
de Arquímedes permite calcular la densidad de un objeto usando el principio
de flotación. Al comparar su peso en el aire y en un líquido,
se determina su volumen desplazado y así su densidad. Este invento fue
clave en la física experimental y la metrología, demostrando la
aplicación práctica del conocimiento científico.
Tiempo después, al sumergirse en su bañera, Arquímedes notó
que el agua se desplazaba en proporción al volumen de su cuerpo. Comprendió
que un objeto sumergido desplaza un volumen de agua igual al suyo,
y además experimenta una fuerza de empuje hacia arriba, lo que le
da una sensación de ligereza. De inmediato, se dio cuenta de cómo
podía resolver el dilema del rey, y salió corriendo desnudo por las calles
gritando “¡Eureka!”, que en griego significa “¡lo he encontrado!”.
Figura
5. El principio
de Arquímedes explica la fuerza de flotación que permite la boyancia
en objetos sumergidos. Es fundamental en el diseño de submarinos, cisternas
y estructuras navales. También actúa en organismos acuáticos: los peces
óseos usan una vejiga natatoria, evolución de los pulmones,
para controlar su flotabilidad, función que estos aún conservan en algunos
vertebrados, incluidos los humanos.
Cocientes químicos notables
Este célebre episodio no solo inaugura la noción de identificación
de materiales mediante propiedades intensivas, sino que anticipa un
principio fundamental en química: muchas propiedades químicas clave son
en realidad relaciones o cocientes entre magnitudes físicas. Un
ejemplo clásico es la densidad, definida como la razón entre masa y
volumen (ρ = m/V), cuya constancia permite identificar sustancias puras. Otro
caso es la masa molar, que relaciona la masa de una sustancia con
la cantidad de materia en moles, y que permite predecir comportamientos
químicos, calcular proporciones estequiométricas y comparar sustancias con base
en su estructura atómica.
Saber calcular estas propiedades a partir
de sus definiciones matemáticas es esencial en química, porque
permite distinguir entre sustancias que, como en el caso de la corona del rey,
pueden tener apariencia y peso similares, pero estructuras internas y
composiciones distintas. Así, la química moderna se fundamenta tanto en
la observación empírica como en la aplicación precisa de relaciones
cuantitativas entre propiedades, lo que permite transformar
observaciones cualitativas en evidencia medible, replicable y demostrable.
Referencias
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