Homo habilis, uno de los primeros miembros del género Homo, vivió entre hace 2,4 y 1,4 millones de años, y representa una fase crucial en la evolución del pensamiento tecnológico y material. Aunque su tecnología era extremadamente rudimentaria, ya se observan signos de una comprensión empírica de la transformación de la materia. Por ejemplo, utilizaba piedras cuidadosamente seleccionadas y afiladas para cortar carne, lo que demuestra una evaluación práctica de la dureza, filo y resistencia de los materiales disponibles en su entorno. Esta elección no era aleatoria, sino que refleja un criterio técnico fundamentado en la experiencia.
Se ha propuesto que Homo habilis pudo haber utilizado el fuego de manera oportunista, sin aún controlarlo. Este contacto fortuito con las llamas le permitió observar los efectos térmicos sobre alimentos y materiales, como el ablandamiento de carnes, el ennegrecimiento de maderas o la fractura de huesos. Tales experiencias le brindaban una forma inicial de interacción con las reacciones térmicas, que son fundamentales en la química moderna. Si bien no era capaz de generar fuego por sí mismo, su exposición a fenómenos térmicos naturales le ofreció lecciones químicas visuales que moldearon su comprensión del entorno.
La manipulación de huesos, pieles y madera también sugiere un conocimiento incipiente de sus propiedades físicas y químicas. Es posible que Homo habilis reconociera, por ejemplo, que ciertos huesos eran mejores para golpear o que algunas pieles ofrecían más resistencia al agua o al frío. Esta forma de experimentación sensorial y práctica sienta las bases de la química como herramienta tecnológica. Aunque no teorizaba ni cuantificaba, actuaba como un químico intuitivo, guiado por la observación y la repetición, en una etapa temprana pero crucial del desarrollo humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario