(Actividad 7.6.) Los vertebrados con corazones de cuatro
cámaras paralelas y pulmones desarrollados, como las aves y los mamíferos,
poseen un sistema circulatorio con dos circuitos diferenciados: el circuito
pulmonar (o menor) y el circuito sistémico (o mayor). Este sistema
de doble circulación asegura una separación eficiente entre la sangre oxigenada
y desoxigenada, maximizando el aporte de oxígeno a los tejidos. Es crucial
entender que la evolución de este circuito menor no fue una aparición de la
nada; fue, en esencia, reclutado y diferenciado del propio circuito
sistémico original, ya que el circuito mayor no es tan lineal como a menudo
se presenta en esquemas simplificados. Esta especialización permitió una
oxigenación mucho más eficiente, un requisito para los altos metabolismos de
endotermos como aves y mamíferos.
El circuito pulmonar comienza cuando el ventrículo
derecho bombea sangre desoxigenada a través de la arteria pulmonar
(que transporta sangre "azul" o desoxigenada) hacia los pulmones.
Allí, en la extensa red de capilares pulmonares, la sangre libera
dióxido de carbono y se carga de oxígeno, tornándose de un rojo brillante. Esta
sangre oxigenada regresa al corazón a través de las venas pulmonares,
llegando a la aurícula izquierda. Desde allí, pasa al ventrículo
izquierdo, que es el encargado de impulsar la sangre oxigenada al circuito
sistémico (o mayor). Este circuito distribuye la sangre rica en oxígeno por
la aorta sistémica, que se ramifica en arterias y luego en arteriolas,
llegando a la red de capilares en todos los tejidos del cuerpo. Aquí se
produce el intercambio de oxígeno y nutrientes por dióxido de carbono y
desechos. La sangre desoxigenada es recogida por las vénulas y luego por
las venas de mayor calibre, que finalmente convergen en las venas
cavas y las venas hepáticas (esta última también transporta
nutrientes), retornando al corazón (aurícula derecha) para completar el ciclo.
(Actividad 7.7.)
(Actividad 7.8.) Contrario a la creencia popular y a
las representaciones esquemáticas, la sangre desoxigenada no es realmente azul.
Si bien las personas con pigmentación clara pueden percibir sus venas con un
tono verdoso o azulado a través de la piel, la sangre desoxigenada tiene en
realidad un color rojo apagado y oscuro, casi púrpura. Por otro lado, la
sangre oxigenada sí exhibe un brillante y vibrante rojo carmesí. Esta
diferencia en la tonalidad se debe a los cambios en la estructura molecular de
la hemoglobina, la proteína que transporta el oxígeno en los glóbulos
rojos. La hemoglobina cambia su pigmentación dependiendo de si está unida al
oxígeno (oxihemoglobina, de color rojo brillante) o si ha liberado el oxígeno y
está transportando dióxido de carbono (desoxihemoglobina, de color rojo
oscuro). La apariencia azulada de la piel, especialmente en casos de asfixia o
cianosis, no se debe al color de la sangre en sí, sino a la forma en que la luz
es absorbida y reflejada por la piel y la sangre desoxigenada subyacente.
Además de los circuitos circulatorios mayores que involucran
al corazón (pulmonar y sistémico), el cuerpo de los vertebrados también posee sistemas
portales. Estos son circuitos venosos especializados que, a diferencia de
las venas "normales", no llevan la sangre directamente de vuelta al
corazón. En cambio, establecen una conexión directa entre dos lechos capilares,
llevando sangre de un órgano a otro antes de que regrese a la circulación
general. El ejemplo más conocido es el sistema porta hepático,
fundamental en los mamíferos. Este sistema recoge la sangre rica en nutrientes
y, potencialmente, toxinas del intestino y otros órganos digestivos (a través
de las venas mesentéricas y esplénicas) y la transporta directamente al hígado.
En el hígado, esta sangre pasa por un segundo lecho capilar (los sinusoides
hepáticos), donde los nutrientes son procesados y las toxinas son metabolizadas
o eliminadas, antes de que la sangre regrese a la circulación sistémica a
través de las venas hepáticas hacia la vena cava y el corazón.
(Actividad 7.9.)
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