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martes, 22 de julio de 2025

Figura 1. Monedas

Un ejemplo emblemático de moneda que combina el poder político con el simbolismo divino es el aureus emitido por el emperador romano Augusto (27 a. C. – 14 d. C.). Esta moneda de oro de alta pureza no solo tenía gran valor económico, sino también un fuerte contenido ideológico y propagandístico. En el anverso (frente) solía figurar el rostro de Augusto, con una inscripción que lo identificaba como “Divi Filius”, es decir, “Hijo del Divino”, en referencia a su padre adoptivo Julio César, quien había sido deificado por el Senado romano tras su muerte. Al atribuirse esta filiación, Augusto se presentaba no como un simple líder humano, sino como un heredero legítimo del orden divino.

En el reverso (dorso), muchas de estas monedas mostraban a Apolo, dios de la luz, la armonía y la profecía, cuya imagen Augusto promovía como su protector personal y símbolo de su régimen. Otras versiones del reverso presentaban a Marte, Júpiter o incluso símbolos astrales que reforzaban la idea de que el emperador era el vínculo entre los dioses y Roma.

El aureus tenía un valor muy alto. Se estima que podía equivaler al salario mensual de un soldado romano o al costo de mantener una familia por varias semanas. Con uno de estos se podía comprar un esclavo joven, una buena capa de lana o incluso una pequeña cantidad de tierras en las provincias.

Esta combinación de iconografía política y religiosa consolidó el poder del emperador, mostrando cómo la moneda no solo era una unidad de intercambio, sino también un vehículo de legitimación divina, algo que sería imitado por siglos en muchas culturas.

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