En el reverso (dorso), muchas de estas monedas mostraban a Apolo, dios de la luz, la armonía y la profecía, cuya imagen Augusto promovía como su protector personal y símbolo de su régimen. Otras versiones del reverso presentaban a Marte, Júpiter o incluso símbolos astrales que reforzaban la idea de que el emperador era el vínculo entre los dioses y Roma.
El aureus tenía un valor muy alto. Se estima que podía equivaler al salario mensual de un soldado romano o al costo de mantener una familia por varias semanas. Con uno de estos se podía comprar un esclavo joven, una buena capa de lana o incluso una pequeña cantidad de tierras en las provincias.
Esta combinación de iconografía política y religiosa consolidó el poder del emperador, mostrando cómo la moneda no solo era una unidad de intercambio, sino también un vehículo de legitimación divina, algo que sería imitado por siglos en muchas culturas.
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