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sábado, 21 de junio de 2025

Figura. Las guerras del petróleo


A lo largo del siglo XX y lo que va del XXI, el petróleo ha sido un factor central en numerosos conflictos armados, muchas veces por encima de motivaciones ideológicas o religiosas. Uno de los primeros ejemplos fue la Segunda Guerra Mundial, donde el acceso a fuentes de petróleo fue decisivo. Japón atacó Pearl Harbor en parte para asegurar rutas hacia las Indias Orientales Neerlandesas, ricas en petróleo, tras el embargo impuesto por Estados Unidos. Igualmente, Alemania nazi invadió el Cáucaso soviético buscando controlar los campos petrolíferos de Bakú, considerados esenciales para mantener su maquinaria de guerra.

En la segunda mitad del siglo XX, el Medio Oriente se convirtió en el escenario principal de las llamadas guerras del petróleo. La Guerra Irán-Irak (1980–1988) involucró dos potencias petroleras enfrentadas en una lucha que, aunque teñida de tensiones étnicas y religiosas, tuvo como trasfondo el control de las rutas y reservas energéticas del Golfo Pérsico. Más evidente aún fue la Primera Guerra del Golfo (1990–1991), cuando Irak, bajo el mando de Saddam Hussein, invadió Kuwait, país clave en la producción mundial de crudo. La respuesta internacional liderada por EE.UU. fue motivada no solo por razones geopolíticas, sino por la amenaza que esta invasión representaba para el suministro global de petróleo.

En el siglo XXI, la intervención estadounidense en Irak en 2003 fue oficialmente justificada por la supuesta existencia de armas de destrucción masiva, pero diversos analistas han señalado el control de las reservas petroleras iraquíes como un motivo subyacente. Más recientemente, los conflictos en Libia (2011) y en regiones como Siria, aunque complejos y multifactoriales, también han involucrado luchas por el control de oleoductos, refinerías y rutas estratégicas de exportación. Incluso fuera del Medio Oriente, en lugares como Venezuela y África Occidental, la riqueza petrolera ha exacerbado tensiones internas e interferencias externas. Así, el petróleo ha sido y sigue siendo una fuente estructural de conflicto, moldeando el curso de la política internacional más allá de las ideologías declaradas.

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