Una reacción en disolución acuosa es un proceso
químico en el que los reactivos están disueltos en agua y reaccionan
entre sí mediante iones o moléculas hidratadas, dando lugar a nuevos
productos también en el medio acuoso o, en algunos casos, a un sólido, un gas o
una sustancia débilmente ionizada.
En este tipo de reacciones, el agua actúa como disolvente,
permitiendo la disociación iónica de compuestos solubles, en especial
sales, ácidos y bases. Al disolverse, estas sustancias generan especies móviles
(iones) que pueden interactuar con rapidez, lo que explica por qué muchas
reacciones acuosas son rápidas y completas. El comportamiento químico
del sistema está gobernado por la solubilidad, el equilibrio ácido-base y la
estabilidad de los productos formados.
Solubilización
La solubilización puede definirse como una percepción
macroscópica y óptica, accesible al ojo humano, mediante la cual se observa
que un soluto se combina con un solvente, en este caso agua,
para formar una mezcla homogénea o disolución. Desde el punto de vista
visual, el sistema resultante conserva la apariencia del agua pura, sin
fases distinguibles ni separación visible de componentes.
Sin embargo, esta apariencia es engañosa: la disolución no
es una sustancia pura, sino una mezcla homogénea en la que las
partículas del soluto se encuentran distribuidas de manera uniforme a escala
molecular. La solubilización describe, por tanto, el resultado observable
del proceso microscópico de solvatación, en el cual las interacciones
entre el soluto y el solvente hacen posible esa uniformidad aparente.
Un soluto puede encontrarse inicialmente en su estado
puro, el cual puede ser sólido (s), líquido (l) o gaseoso
(g). Los plasmas no se consideran en este contexto, ya que son
estados altamente inestables y, en presencia de agua, transfieren energía
suficiente como para evaporarla o descomponerla, impidiendo la formación
de una disolución convencional.
Tras el proceso de solubilización, el soluto pasa a
un nuevo estado, que no se describe adecuadamente como sólido, líquido o
gas. Este estado se designa como acuoso (aq) o, de forma más general,
como estado solvato, indicando que las partículas del soluto se
encuentran rodeadas y estabilizadas por el disolvente. En este estado, el
soluto adquiere propiedades físicas y químicas distintas de las que presentaba
en su forma pura.
Es importante destacar que los solvatos se comportan,
especialmente a bajas concentraciones, como entidades libres, de
manera análoga a las partículas de un gas ideal. Sin embargo, también
presentan interacciones atractivas y repulsivas más intensas, lo que da
lugar a propiedades colectivas del sistema conocidas como propiedades
coligativas. Por el momento, trabajaremos con el modelo de disoluciones
ideales, en el que se asume que el disolvente posee una capacidad
infinita de solvatación. En un capítulo posterior se analizarán los límites
reales de esta idealización.
En la notación [1] se describe un proceso en el que
una sustancia sólida A pasa al medio acuoso, indicando que no se
trata de un cambio meramente físico ideal, aunque la identidad química
de A no se modifica. La transición a A(aq) implica que la sustancia
adquiere propiedades nuevas, distintas tanto de las del sólido puro como
de las del agua aislada, como consecuencia de su interacción con el disolvente.
Solvatación
La solvatación es el proceso microscópico mediante el
cual las moléculas de agua rodean y estabilizan las partículas de A, ya
sean moléculas neutras o iones, mediante interacciones intermoleculares. En el
caso del agua, este fenómeno se denomina hidratación. Durante la
solvatación, cambian la movilidad, la energía y la forma en que A interactúa
con su entorno, lo que explica que A(aq) no sea equivalente a “A sólida
dispersa”.
Figura
1. La solvatación es el proceso por el cual el disolvente rodea y
estabiliza al soluto mediante interacciones intermoleculares,
permitiendo la disolución; en agua se denomina hidratación.
Ocurre en medios polares y apolares. Solo las especies solvatadas
son detectables por la lengua, ya que el sabor depende de
partículas móviles y disueltas.
La solubilización es el proceso macroscópico y global
por el cual A(s) se incorpora al agua hasta formar una disolución
homogénea, siendo la solvatación su causa fundamental. Aunque no hay
ruptura de enlaces químicos internos de A, el sistema resultante presenta propiedades
emergentes, como nuevas respuestas sensoriales y reactividad distinta.
Un ejemplo claro es la percepción organoléptica de
sustancias como los azúcares o la sal. El azúcar sólido no es
dulce hasta que se solubiliza y sus moléculas solvatas interactúan con
los receptores gustativos. De forma análoga, el NaCl sólido no es
“salado” hasta que, en agua o saliva, se hidrata y se disocia, generando
iones que estimulan la lengua. La lengua actúa como un potente sistema
químico capaz de detectar concentraciones y responder a la intensidad
del sabor, evidenciando que la disolución no es una simple mezcla física,
sino un sistema con propiedades químicas propias.
Ionización en disolución acuosa
Cuando un compuesto se disuelve en agua, sus componentes
pueden disociarse en iones o dispersarse como moléculas
individuales, facilitando así las transformaciones químicas. La
estequiometría en este contexto implica manejar conceptos como la molaridad,
que expresa la concentración de los solutos, y utilizar ecuaciones
químicas balanceadas para establecer proporciones exactas entre las
sustancias que reaccionan y las que se forman.
Asimismo, se abordan procesos fundamentales como la disociación
de sales, la neutralización entre ácidos y bases, y las reacciones
de precipitación, que son especialmente frecuentes en la práctica de
laboratorio. Dominar estos principios permite prever y controlar el desarrollo
de una reacción, así como interpretar sus resultados.
Esta sección proporciona los fundamentos teóricos y
operativos necesarios para resolver problemas estequiométricos en disoluciones
líquidas, con aplicaciones directas en el laboratorio y en la industria
química.
Forma molecular de una ecuación química
Al representar reacciones que ocurren en solución
acuosa, es fundamental distinguir si las sustancias disueltas se encuentran
mayoritariamente como iones o como moléculas neutras.
Consideremos nuevamente la reacción de precipitación entre el
nitrato de plomo(II) y el yoduro de potasio:
Pb(NO₃)₂ (aq) + 2 KI (aq) → PbI₂ (s) + 2 KNO₃ (aq)
Cuando una ecuación se presenta de esta forma, mostrando
las fórmulas químicas completas de los reactivos y productos
sin detallar su naturaleza iónica, se denomina ecuación molecular.
Este tipo de representación es útil como descripción general, pero no revela el
comportamiento real de las especies en disolución, especialmente cuando están
completamente disociadas en iones libres.
Electrolitos
Es fundamental reconocer que algunas sustancias iónicas,
además de disolverse en agua, pueden experimentar un proceso conocido
como ionización espontánea. En este fenómeno, la sustancia se
separa en sus iones constituyentes sin necesidad de aplicar
una corriente eléctrica externa, lo que permite que la solución conduzca
electricidad de manera eficiente. Cuando una disolución de agua con un soluto
permite un flujo sostenido de carga eléctrica, hablamos de un electrolito
fuerte, caracterizado por una disociación casi completa en iones. En
contraste, si la disociación es parcial y la conducción eléctrica es limitada,
la sustancia se clasifica como un electrolito débil. Finalmente, si
no hay disociación en iones y la solución no conduce electricidad, estamos ante
un no-electrolito.
Figura
2. El montaje experimental ilustra la conductividad eléctrica de tres
soluciones: etanol, KCl y ácido acético. El etanol, un no electrolito,
no enciende la bombilla; el KCl, un electrolito fuerte, produce una
luz intensa; y el ácido acético, un electrolito débil, genera una
luz tenue. La intensidad lumínica refleja la cantidad de iones en
solución, destacando la relación entre disociación iónica y capacidad
conductora en medios acuosos.
Es importante destacar que solubilidad y electrolitismo no
son sinónimos. Existen sustancias que se disuelven completamente en agua pero
no forman iones, como el azúcar, que se dispersa como moléculas
neutras. Esta diferencia es clave para comprender los mecanismos de conductividad
eléctrica en soluciones acuosas y establecer una clasificación
correcta de las sustancias en función de su comportamiento iónico al
disolverse.
Ecuaciones químicas iónicas
Dado que Pb(NO₃)₂, KI y KNO₃ son compuestos
iónicos solubles en agua y, por tanto, electrolitos fuertes,
podemos expresar la reacción de forma que se evidencie qué especies están
presentes como iones libres en solución:
Pb²⁺(aq) + 2 NO₃⁻(aq)
+ 2 K⁺(aq)
+ 2 I⁻(aq)
→ PbI₂(s)↓ + 2 K⁺(aq) + 2 NO₃⁻(aq)
Observa que K⁺ y NO₃⁻ aparecen
en ambos lados de la ecuación sin sufrir cambio alguno. Una ecuación escrita de
esta manera, con todos los electrolitos fuertes expresados
como iones disueltos, se denomina ecuación iónica completa.
Los iones que se presentan de forma idéntica en ambos lados
de la ecuación se llaman iones espectadores, ya que no participan
directamente en la reacción química. Estos iones pueden eliminarse
algebraicamente de la ecuación, dejándonos con la ecuación iónica neta,
que incluye únicamente las especies que reaccionan efectivamente:
Pb²⁺(aq) + 2 I⁻(aq) → PbI₂(s)↓
Es importante recordar que, al igual que la masa, la carga
eléctrica también se conserva en una ecuación iónica balanceada. En
este caso, la carga total es cero tanto en los reactivos como en el producto
sólido (neutro).
Además, las ecuaciones iónicas netas permiten identificar
patrones comunes entre diferentes reacciones. Por ejemplo, si sustituimos el
ion yoduro por cloruro y el ion plomo(II) por calcio(II), obtenemos:
Ca²⁺(aq) + 2 Cl⁻(aq) → CaCl₂(s)↓
Esto demuestra que diferentes combinaciones de reactivos
pueden dar lugar a una misma reacción iónica neta, subrayando la utilidad de
este enfoque para generalizar el comportamiento químico de los electrolitos en
solución.
Evaporados y precipitados
La mayoría de las reacciones en disolución acuosa se
clasifican dentro de las categorías de desplazamiento simple y doble
desplazamiento. En ambos casos, el proceso químico ocurre gracias a la movilidad
de los iones en el medio acuoso, lo que facilita el intercambio y la
reorganización de especies cargadas.
Figura
3. Los modelos clásicos de desplazamiento y doble desplazamiento
explican la reactividad en disolución acuosa mediante intercambio de
componentes o iones. Son útiles para la estequiometría y la enseñanza
básica, pero presentan un defecto didáctico: no muestran los cambios de fase
de los productos, como precipitación o formación de gases, que
afectan decisivamente la reacción real.
En una reacción de desplazamiento simple, un ion o
elemento presente en una sustancia iónica reacciona con un elemento de
un reactivo acompañante, desplazando a otro ion de su posición original.
Como consecuencia, el ion liberado puede permanecer en disolución acuosa
o bien reaccionar consigo mismo. Esta reacción secundaria puede dar
lugar a la formación de un gas (↑) que se libera del sistema; entre los gases
más comunes producidos en disolución acuosa se encuentran H₂, CO₂,
NH₃ y SO₂. Otra posibilidad es que el ion liberado forme un precipitado
(↓), como ocurre en muchos procesos donde metales se depositan en
estado sólido, ya sea por desplazamiento químico directo o estimulado por
flujo eléctrico, como en la electrodeposición.
En las reacciones de doble desplazamiento, el
mecanismo es similar, pero implica el intercambio simultáneo de iones
entre dos compuestos iónicos en disolución. El principio fundamental es que el ion
positivo de una sustancia se asocia con el ion negativo de la otra.
Tras este intercambio, algunas de las nuevas sustancias formadas pueden permanecer
disueltas como especies iónicas, mientras que otras son intrínsecamente
insolubles en la mayoría de las condiciones y, por tanto, precipitan
espontáneamente, impulsando la reacción hacia la formación de productos.
Secuestración de iones
Observa que en las reacciones iónicas es
común la formación de sales insolubles que precipitan, es
decir, que salen de la solución acuosa en forma de sólido. Este proceso reduce
la concentración de iones libres en la disolución, ya que los iones
que forman el precipitado quedan "secuestrados" fuera
del medio acuoso, integrados en la red cristalina del sólido.
Este fenómeno es especialmente relevante en cálculos
estequiométricos gravimétricos, donde no solo interesa la cantidad de
sustancia total involucrada, sino también la distribución final de
los iones: cuáles permanecen disueltos y cuáles se han incorporado
al precipitado. Ignorar este detalle puede llevar a errores en la
cuantificación de especies químicas, en especial en procedimientos analíticos
como la gravimetría por precipitación, donde la masa del sólido
formado se utiliza para calcular la cantidad del ion presente inicialmente.
Por tanto, es fundamental identificar correctamente las
especies que reaccionan para formar compuestos insolubles y considerar su
efecto sobre las concentraciones restantes en solución. Este enfoque permite
establecer balances de materia precisos y formular interpretaciones químicas
coherentes en sistemas acuosos.
Patrones de precipitación
Algunas de las sales insolubles más comunes (sin
ser exhaustivos ni demasiado rigurosos en este contexto introductorio)
incluyen:
- Haluros
de plata, como cloruro de plata (AgCl), bromuro de
plata (AgBr) y yoduro de plata (AgI), que son
notoriamente poco solubles en agua.
- Haluros
de plomo(II), como PbCl₂, PbBr₂ y PbI₂,
que muestran una solubilidad muy limitada, especialmente a temperatura
ambiente.
- Sulfuros
metálicos, tales como sulfuro de hierro(II) (FeS), sulfuro
de zinc (ZnS) y sulfuro de plomo(II) (PbS), que
tienden a precipitar en medios neutros o básicos.
- Hidróxidos
de metales de transición o de grupo II, como hidróxido de
aluminio (Al(OH)₃), hidróxido de hierro(III) (Fe(OH)₃) y hidróxido
de magnesio (Mg(OH)₂), que son poco solubles y pueden precipitar
fácilmente según el pH.
- Carbonatos y fosfatos de
metales alcalinotérreos o de transición, como carbonato de calcio
(CaCO₃) o fosfato de hierro(III) (FePO₄), los cuales
forman sólidos insolubles en condiciones acuosas normales.
Estas sales juegan un papel clave tanto en reacciones
químicas como en procesos de purificación, análisis cualitativo y control de
contaminantes en sistemas naturales y tecnológicos. Su formación está
directamente relacionada con las reglas de solubilidad, que
permiten anticipar qué combinaciones iónicas darán lugar a precipitados.
Reacciones de precipitación más comunes
Una reacción de precipitación ocurre cuando
dos soluciones acuosas que contienen iones solubles se mezclan
y forman un compuesto insoluble que se separa de la solución
en forma de sólido, llamado precipitado. Estas reacciones son
comunes en química inorgánica y representan una evidencia visual clara de que
ha ocurrido un cambio químico. La base de estas reacciones es la interacción
entre iones presentes en solución, los cuales se reorganizan para formar un nuevo
compuesto que no puede mantenerse disuelto en el agua.
Nitrato de plata y cloruro de sodio
Por ejemplo, cuando se mezclan soluciones de nitrato
de plata (AgNO₃) y cloruro de sodio (NaCl), los iones Ag⁺
y Cl⁻
reaccionan para formar cloruro de plata (AgCl),
un sólido blanco insoluble. Esta reacción puede escribirse de tres maneras
diferentes. En su forma molecular:
NaCl(aq) + AgNO₃(aq) → AgCl(s)↓ + NaNO₃(aq)
En forma iónica completa:
Na⁺(aq)
+ Cl⁻(aq)
+ Ag⁺(aq)
+ NO₃⁻(aq) → AgCl(s)↓ + Na⁺(aq) + NO₃⁻(aq)
Y en su forma iónica neta, donde se eliminan los iones espectadores (aquellos que no participan
directamente en la formación del precipitado):
Ag⁺(aq)
+ Cl⁻(aq)
→ AgCl(s)↓
La aparición del sólido blanco indica que se ha formado un compuesto cuya solubilidad en agua es muy baja, lo que lleva a su separación como fase sólida. Esta reacción, además de ser una demostración clásica en laboratorios escolares, tiene aplicaciones reales en áreas como el análisis químico y el tratamiento de residuos.
Cloruro de bario y sulfato de sodio
Existen otras reacciones de precipitación que también
resultan llamativas visualmente. Por ejemplo, cuando se mezcla cloruro
de bario (BaCl₂) con sulfato de sodio (Na₂SO₄), se forma
un precipitado blanco y denso de sulfato de bario (BaSO₄):
BaCl₂(aq) + Na₂SO₄(aq) → BaSO₄(s)↓ + 2 NaCl(aq)
Ecuación iónica neta:
Ba²⁺(aq)
+ SO₄²⁻(aq) → BaSO₄(s)↓
Este compuesto es tan insoluble que se utiliza en medicina
para estudios radiológicos del sistema digestivo, ya que su alta densidad
bloquea los rayos X sin ser absorbido por el organismo.
Nitrato de plomo(II) y yoduro de potasio (KI)
Otro ejemplo visualmente impactante es la reacción
entre nitrato de plomo(II) (Pb(NO₃)₂) y yoduro de
potasio (KI), que produce un precipitado amarillo brillante de yoduro
de plomo(II) (PbI₂):
Pb(NO₃)₂(aq) + 2 KI(aq) → PbI₂(s)↓ + 2 KNO₃(aq)
Ecuación iónica neta:
Pb²⁺(aq)
+ 2 I⁻(aq)
→ PbI₂(s)↓
Esta reacción no solo es útil como demostración visual en
laboratorios, sino que también sirve como base en métodos analíticos de
detección de iones específicos. La formación del precipitado permite confirmar
la presencia de plomo o yoduro en una muestra.
Cloruro férrico (FeCl₃) con hidróxido de
sodio
Otro precipitado de interés es el hidróxido de
hierro(III) (Fe(OH)₃), que se forma al mezclar cloruro férrico
(FeCl₃) con hidróxido de sodio (NaOH):
FeCl₃(aq) + 3 NaOH(aq) → Fe(OH)₃(s)↓ + 3 NaCl(aq)
Ecuación iónica neta:
Fe³⁺(aq)
+ 3 OH⁻(aq)
→ Fe(OH)₃(s)↓
El precipitado resultante es de un color marrón rojizo y
suele encontrarse en contextos naturales donde el hierro se oxida en ambientes
húmedos, como en suelos arcillosos o en aguas con contenido ferroso.
Aplicaciones
Desde el punto de vista práctico, las reacciones de
precipitación tienen numerosas aplicaciones industriales y cotidianas.
En la purificación de agua, se emplean para eliminar metales
pesados como el plomo, mercurio o cadmio mediante la adición de
reactivos que formen compuestos insolubles. Por ejemplo:
Hg²⁺(aq)
+ S²⁻(aq) → HgS(s)↓
El precipitado de sulfuro de mercurio se
separa fácilmente del agua mediante filtración o sedimentación, dejando una
solución más limpia. Este principio también se aplica en la remediación
ambiental de aguas contaminadas y en el tratamiento de residuos industriales.
En el ámbito de la química analítica, las reacciones de
precipitación permiten determinar concentraciones exactas de ciertos iones
mediante técnicas como la gravimetría, donde el peso del
precipitado se utiliza para calcular la cantidad del ion presente. Además, en
laboratorios forenses o de calidad alimentaria, estas reacciones ayudan a
detectar contaminantes o adulterantes específicos.
Las reacciones de precipitación también están presentes en
fenómenos cotidianos. El sarro que se forma en tuberías y calentadores de agua,
compuesto en gran parte por carbonato de calcio (CaCO₃), es un
precipitado que surge cuando el agua contiene iones Ca²⁺ y CO₃²⁻ en exceso. Otro ejemplo es el oscurecimiento de
fotografías antiguas debido a la formación de precipitados de haluros de plata al reaccionar con
compuestos sulfurosos del aire.
Referencias
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