La densidad de una sustancia es una
propiedad intensiva que se define como la masa por unidad de
volumen, es decir, la relación entre la masa y el volumen de un material. Se
expresa comúnmente en unidades de g/cm³ o kg/m³.
La densidad varía con la temperatura y la presión,
ya que a medida que la temperatura aumenta, las partículas de la sustancia
tienden a separarse, lo que reduce su densidad. A la inversa, cuando la
temperatura disminuye, las partículas se acercan, lo que aumenta la densidad.
Definición
de densidad. Pulse
aquí para la descripción de sus parámetros y su factor de conversión homólogo.
En
el caso del agua, se establece que su densidad es 1 g/cm³ (o 1
kg/L) a 4°C, no porque esta sea su "naturaleza", sino
debido a un acuerdo histórico relacionado con la definición del kilogramo.
Cuando se definió el kilogramo, se utilizó un litro de agua a 4°C para hacer la
conversión 1:1 entre volumen y masa. Por ello, la densidad del
agua sigue siendo muy cercana a 1 en la mayoría de las condiciones de
laboratorio, tanto en su forma larga (kg/L) como en su forma corta (g/mL).
La
definición de densidad es axiómica, lo que significa que no se
desprende de otras verdades o principios, sino que es una convención aceptada
para relacionar la masa de una sustancia con el volumen que
ocupa. Es una relación establecida por acuerdo, y no necesita ser demostrada o
probada, ya que se trata de una verdad fundamental dentro del
campo de la química y la física. De esta manera, la densidad se define como el
cociente entre la masa de la sustancia y el volumen que ocupa, lo que la
convierte en un concepto central para comprender las propiedades intensivas de
los materiales.
La densidad está
estrechamente relacionada con el estado de la materia, ya que los
sólidos, líquidos y gases presentan diferentes densidades debido a la manera en
que sus partículas están organizadas y distribuidas. En los sólidos, las
partículas están mucho más juntas, lo que generalmente resulta en una mayor
densidad, mientras que en los gases, las partículas están más separadas, lo que
conduce a una menor densidad.
Además,
la densidad también está vinculada al carácter metálico o no
metálico de un elemento. Los metales, en general,
tienen alta densidad debido a sus estructuras compactas y
fuertes enlaces metálicos, mientras que los no metales suelen
tener densidades más bajas. Esto se debe a que los átomos en los no
metales están menos densamente empaquetados, lo que resulta en una menor masa
por volumen.
La unidad y el agua
El agua es el patrón de medida de la química.
Como vimos en la sección de cantidad de sustancia, su descomposición
permitió calibrar los pesos atómicos fundamentales: 1 para el hidrógeno,
16 para el oxígeno y 18 para el agua. Con estos puntos de
referencia, los demás elementos pudieron ser calibrados con precisión. Sin
embargo, la densidad también depende estrechamente del agua, y en
particular del volumen que ocupa un litro de agua.
El primer nombre del litro fue “cadil”, y sus
estándares originales se conservan en el Musée des Arts et Métiers en
París. El litro fue introducido en Francia en 1795 como una de las nuevas unidades
republicanas de medida, definido como un decímetro cúbico (1 dm³).
Un litro de agua líquida tiene una masa casi exacta de un kilogramo,
debido a que el kiloramo fue definido en 1795 como un decímetro
cúbico de agua a la temperatura del punto de fusión del hielo. La
longitud original del decímetro era de 44.344 líneas, revisada en 1798 a
44.3296 líneas, haciendo que el litro original equivaliera a 1.000974 del
decímetro cúbico actual. Sobre esta definición del litro se construyó el
kilogramo.
Por ende, para definir el kilogramo, se llenaba un
litro de agua a una temperatura específica —normalmente cerca de los 4 °C,
donde el agua alcanza su máxima densidad— estableciendo así una referencia
precisa y reproducible. Esta unidad reemplazó a la libra (o grava),
cuyo nombre en idiomas germánicos sonaba como “conde” o “count”, algo que la idiosincrasia
republicana francesa rechazaba vehementemente, en un contexto en el que se
proclamaba “¡Arriba la democracia, y la cabeza de los nobles en picas!”.
Dado que 1 kilogramo de agua equivale a 1 litro de agua, la densidad
del agua quedó registrada como la unidad perfecta de referencia, con
un valor que varía muy poco dentro de las temperaturas normales de laboratorio.
Esta característica convirtió al agua en un estándar fundamental para
mediciones físicas y químicas, consolidando su papel como base en la metrología
científica.
La gravedad específica y la flotación
Dado que la densidad del agua es aproximadamente 1
kg/L, cualquier objeto o sustancia con una densidad mayor que esta
tiende a hundirse en el agua, mientras que aquellos con una densidad
menor suelen flotar. Esta regla general se aplica tanto a materiales
cotidianos como a sustancias químicas. En el caso de compuestos que no se
disuelven en agua, denominados hidrofóbicos o apolares, también
se observa esta misma lógica de flotación o inmersión, dado que su interacción
con el agua es mínima o nula.
Figura
1. Esta ilustración didáctica explora la relación entre densidad y flotabilidad.
Los materiales con menor densidad que el agua, como la madera y el aceite,
flotan, mientras que los más densos, como el hierro y el mercurio, se hunden.
Además, se demuestra cómo líquidos de distintas densidades se estratifican en
capas: los menos densos, como el aceite, se sitúan en la parte superior,
mientras que los más densos, como la miel o el jarabe de maíz, permanecen en el
fondo.
Por ejemplo, el aceite, que es apolar y menos denso
que el agua, flota sobre ella formando una capa visible, mientras que
sustancias como el plomo o el hierro, que tienen densidades mucho
mayores, se hunden rápidamente. Esta propiedad es fundamental en procesos
químicos y ambientales, como la separación de mezclas, la purificación de
líquidos y el comportamiento de contaminantes en ecosistemas acuáticos.
En los análisis científicos de flotación y densidad, las
unidades absolutas (como kg/L o g/cm³) pueden ser menos relevantes que la
comparación relativa entre la densidad de la sustancia y la del agua. Por ello,
se utiliza el concepto de gravedad específica, que es la razón entre la
densidad de una sustancia y la densidad del agua a una temperatura estándar. La
gravedad específica es una magnitud adimensional que facilita la comparación
sin importar las unidades empleadas, simplificando el estudio de fenómenos de
flotación, sedimentación y separación.
Este enfoque permite, por ejemplo, predecir el
comportamiento de sustancias en diferentes medios, optimizar procesos
industriales y diseñar equipos para separación de fases. Así, la relación entre
la densidad de una sustancia y la del agua, junto con la gravedad específica,
constituye una base clave en la ciencia de materiales y en la química aplicada.
Desplazamiento y boyancia
El principio de Arquímedes establece la relación
fundamental entre la densidad, el volumen de agua desplazada y la
fuerza de empuje o boyancia. Dicho principio afirma que todo
cuerpo sumergido en un fluido experimenta una fuerza de empuje vertical hacia
arriba, con una magnitud igual al peso del fluido que desplaza. Esta fuerza es
clave para comprender por qué algunos objetos flotan mientras que otros se
hunden, y es un pilar fundamental en la física de fluidos.
La densidad de un objeto sólido es el factor
determinante en su flotabilidad. Si la densidad del objeto es menor
que la del fluido en el que se sumerge, su peso será inferior al peso del
fluido que desplaza. Esta diferencia resulta en una fuerza de empuje neta
hacia arriba, lo que provoca que el objeto flote. Por el contrario, si la densidad
del objeto es mayor, su peso superará el del fluido desplazado, lo
que resultará en una fuerza de empuje insuficiente para contrarrestar su peso,
y el objeto se hundirá.
El volumen del fluido desplazado es directamente
proporcional al volumen del objeto o a la parte de este que se encuentra
sumergida. La masa del agua desplazada se calcula multiplicando este
volumen por la densidad del agua. El peso de esta masa de agua
desplazada es precisamente la fuerza de empuje. La relación entre el
peso del objeto y la fuerza de empuje determina si el objeto flotará, se
hundirá o se mantendrá en equilibrio en el fluido, demostrando así cómo el
principio de Arquímedes unifica estos conceptos de manera elegante y precisa.
Identificación química
Para identificar una sustancia en química, nos apoyamos en
sus propiedades intensivas, ya que son características intrínsecas que
no dependen de la cantidad de muestra. Dos propiedades intensivas clave para
este fin son la densidad y la masa molar.
La densidad es la relación entre la masa y el volumen
de una sustancia. Si tomas una pequeña cantidad de una sustancia y mides su
densidad, obtendrás el mismo valor que si midieras una gran cantidad. Esto
permite, por ejemplo, distinguir el agua del aceite; no importa si tienes un
vaso lleno o una gota, la densidad del agua pura siempre será la misma. Al
comparar la densidad de una muestra desconocida con valores de referencia
conocidos, podemos comenzar a formar una idea de su identidad.
La masa molar, por su parte, es el peso de una
cantidad específica de una sustancia. Al igual que la densidad, la masa molar
es una propiedad única para cada compuesto puro. Por ejemplo, el azúcar tiene
una masa molar distinta al de la sal. Al determinar la masa molar de una
muestra, podemos estrechar aún más el campo de posibles candidatos y acercarnos
a su identificación.
Para una identificación más precisa, la clave es combinar
varias propiedades intensivas. Si solo usamos la densidad, podríamos confundir
dos sustancias diferentes que, por casualidad, tienen densidades similares. Sin
embargo, al añadir otras propiedades intensivas como el punto de ebullición,
el punto de fusión, o incluso el color, creamos un perfil único
que minimiza el margen de error. La combinación de estos datos actúa como una
huella dactilar química, permitiendo una identificación concluyente.
[Ejercicios resueltos de densidad]
Referencias
Brown, T.
L., LeMay, H. E., Bursten, B. E., & Lancaster, M. (2022). Chemistry:
The central science (15th ed.). Pearson.
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Jeffrey, A. (2004). Mathematics for engineers and
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Robens, E., Jayaweera, S. A. A., & Kiefer, S. (2014).
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43-85). Berlin, Heidelberg: Springer Berlin Heidelberg.
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