Fauna y flora Colombiana
Índice
Aves: Tangara de cabeza roja, Tangara de dorso azul-negro, Ibis escarlata
Mamíferos: Ocelote, Oso de anteojos
Plantas: Frailejón gigante
Portada
Tangara de dorso azul y negro
También conocida como la tangara azulinegra (en Ecuador) (Tangara vassorii), también denominada tángara o tangará negriazul (en Colombia), tangara azul y negra (en Perú), tángara piquerón (en Venezuela) o azulejo azul y negra (en Colombia), es una especie de ave paseriforme de la familia Thraupidae, perteneciente al numeroso género Tangara. El tangara azulinegra fue descrito por primera por Auguste Boissonneau en 1840. El nombre genérico Tangara proviene de la palabra tupí "tangara", que significa bailarín. El nombre específico vassorii es en honor al colector francés M. Vassor. La tangara azulinegra es el nombre común oficial designado por la Unión Internacional de Ornitólogos. El tangara azulinegra es una de las 27 especies del género Tangara. Dentro del género, forma parte de un grupo de especies que incluye al tangara de mejillas resplandecientes, tangara de nuca verde y tangara de nuca azul. Dentro del grupo, es hermana del clado formado por las otras tres especies. Esta clasificación está respaldada por evidencia de ADN mitocondrial.
Hay tres subespecies reconocidas del tangara azulinegra. Las subespecies se diferencian principalmente por las variaciones en su plumaje.
v. vassorii (Boissonneau, 1840): Es la subespecie nominada. Se encuentra desde el sur de Venezuela hasta el norte de Perú. v. branickii (Taczanowski, 1882): Se encuentra desde el centro de Perú hasta Bolivia. Es similar a la subespecie nominada, pero tiene un tono verde azulado opaco en la parte superior y los lados de la cabeza, con toques de gris v. atrocoerulea (Tschudi, 1844): También conocida como tangara de vientre manchado, se encuentra desde los Andes del norte de Perú hasta el sur de Amazonas y La Libertad. Se puede distinguir por su tono de azul más claro, una mancha amarillenta, a veces blanca, en la nuca y rayas negras en sus alas, lo que le confiere una apariencia distintiva y hermosa.
La subespecie T. v. atrocoerulea se encuentra en los Andes del norte de Perú, pero también se extiende hacia el territorio colombiano. Es posible avistarla en regiones colombianas como la Sierra Nevada de Santa Marta, la Serranía del Perijá, la cordillera Central y la cordillera Oriental. Estas áreas montañosas y boscosas ofrecen el hábitat adecuado para la presencia de esta subespecie.
Una de las características distintivas de la subespecie T. v. atrocoerulea es su tono de azul más claro en comparación con otras subespecies. Además, presenta una mancha amarillenta, a veces blanca, en la nuca y rayas negras en su pecho. Estos rasgos la hacen reconocible y diferente de las otras subespecies del tangara azulinegra.
El tangara azulinegra es una especie de tamaño promedio dentro de su género, con una longitud media de aproximadamente 13 cm (5.1 pulgadas) y un peso de alrededor de 18 g (0.63 onzas). Muestra un ligero dimorfismo sexual, lo que significa que hay diferencias sutiles entre machos y hembras. En general, las hembras tienden a tener un plumaje ligeramente más opaco que los machos.
Los machos adultos de esta especie se caracterizan por su llamativo color azul cobalto en la mayor parte de su cuerpo, con una máscara negra en la cara. Las plumas de las alas y la cola son de color negro con bordes azules, lo que crea un efecto distintivo. Por otro lado, los subadultos tienen un plumaje predominantemente gris, pero conservan las alas, cola y lores negros. Una característica distintiva del tangara azulinegra es su pico, que es proporcionalmente más corto en comparación con otras especies de Tangara.
Es importante mencionar que el tangara azulinegra puede generar cierta confusión con el perforador enmascarado, otra especie de ave similar. Sin embargo, hay algunas características que permiten distinguirlos. Por ejemplo, el tangara azulinegra tiene un ojo de color marrón, una mayor cantidad de color negro en las alas y un pico más corto y grueso en comparación con el perforador enmascarado. Además, en el caso de las poblaciones de la subespecie atrocoerulea, se pueden confundir con el tangara nuquidorado. Sin embargo, se pueden diferenciar observando que el tangara azulinegra presenta una espalda más oscura y carece de partes inferiores de color canela.
Estas características físicas y diferencias de plumaje hacen del tangara azulinegra una especie única y reconocible dentro de su hábitat natural.
La tangara azulinegra es una especie de ave que se caracteriza por su comportamiento activo y vivaz. En cuanto a su actitud hacia los humanos, generalmente tiende a evitar el contacto directo y muestra una tendencia a mantenerse alejada de las áreas altamente urbanizadas. Prefiere habitar en entornos naturales, como bosques tropicales y áreas boscosas más intactas.
En términos de agresividad, la tangara azulinegra no se considera una especie particularmente agresiva. Sin embargo, durante la temporada de reproducción, los machos pueden mostrar comportamientos defensivos para proteger su territorio y sus parejas de otros machos intrusos.
La tangara azulinegra es comúnmente encontrada en bosques húmedos tropicales y bosques montanos de niebla tropical. Estos ambientes proporcionan las condiciones adecuadas para su hábitat, como una densa vegetación, árboles frutales y una oferta constante de insectos y otros pequeños invertebrados, que forman parte de su dieta.
En cuanto a su relación con los ríos, la tangara azulinegra no tiene una dependencia directa de los cuerpos de agua. Aunque puede ser vista cerca de ríos en algunos casos, su presencia está más relacionada con la disponibilidad de su hábitat forestal adecuado que con la proximidad a los ríos en sí.
El tangara azulinegra se une a grandes bandadas mixtas de varias especies mientras busca alimento, generalmente en parejas o grupos de 3 a 6 individuos. Estas bandadas mixtas pueden contener hasta 15 tangaras azulinegra, y se ha reportado que esta especie es una de las especies nucleares (especies que ayudan a formar y mantener una bandada mixta) en Colombia. Se encuentra con mayor frecuencia junto a especies de Iridosornis o Anisognathus que con otras especies de Tangara.
El tangara azulinegra se alimenta de frutas y artrópodos, especialmente de frutas de plantas del género Miconia. Es un buscador activo que se mueve constantemente entre la vegetación. Busca alimento en todos los estratos, pero prefiere el dosel del bosque. La búsqueda de artrópodos se realiza saltando en ramas cubiertas de musgo e inspeccionando áreas como el envés de las ramas, las hojas, el musgo y pequeñas bromelias. La especie se alimenta de frutas al extender sus patas y agarrarlas rápidamente, luego las consume mientras permanece erguida.
El tangara azulinegra se reproduce desde febrero hasta agosto. Construye nidos en forma de copa con musgo y raicillas, revestidos en el exterior con hojas de bambú Chusquea y en el interior con fibras y pelos de animales. Los nidos se han registrado en mayo y junio, y tienen un ancho de 8 cm y una altura de 7 cm en el exterior, mientras que en el interior tienen un ancho de 6 cm y una profundidad de 3 cm. Los nidos se han encontrado a alturas de 3,8 a 5 metros sobre el suelo en árboles pequeños.
Los huevos se ponen en grupos de dos y son de color azul claro con manchas color canela. Tienen una medida de 20 mm a 20,3 mm de largo y de 14,1 mm a 15 mm de ancho, con un peso de 2,1 a 2,2 gramos. Se han reportado pichones suplicando alimento en enero, mientras que los juveniles han sido observados en mayo.
Su estatus de conservación se considera que preocupación menor. "Esta especie tiene un rango muy amplio y, por lo tanto, no se acerca a los umbrales para ser clasificada como 'Vulnerable' según el criterio de tamaño del rango (extensión de ocurrencia <20,000 km2 combinado con una disminución o fluctuación del tamaño del rango, extensión/calidad del hábitat, o tamaño de la población y un pequeño número de localidades o fragmentación severa). A pesar de que la tendencia de la población parece estar disminuyendo, no se cree que la disminución sea lo suficientemente rápida para acercarse a los umbrales para ser considerada 'Vulnerable' según el criterio de tendencia de la población (>30% de disminución en diez años o tres generaciones). El tamaño de la población no ha sido cuantificado, pero se cree que no se acerca a los umbrales para ser considerada 'Vulnerable' según el criterio de tamaño de la población (<10,000 individuos maduros con una disminución continua estimada de >10% en diez años o tres generaciones, o con una estructura poblacional especificada). Por estas razones, la especie se evalúa como 'Preocupación Menor'."
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Frailejón gigante
La Espeletia grandiflora es una especie de frailejón endémico de los páramos de Colombia, que ha sido ampliamente estudiado debido a su importancia ecológica. Su nombre científico se compone de dos partes: "Espeletia" y "grandiflora". El género Espeletia es uno de los grupos de plantas más emblemáticos de los páramos de los Andes, y su nombre es un homenaje al gobernador español Francisco Javier de Sopó y Espeleta. Se dice que Von Humboldt y Bonpland, quienes exploraron la región andina en la que se encuentran los páramos a principios del siglo XIX, quedaron impresionados por la belleza de las plantas que encontraron allí, incluyendo a las espeletias.
Según la historia, cuando Von Humboldt y Bonpland regresaron a Europa con muestras de plantas recolectadas en su expedición, se encontraron con el problema de cómo nombrar a una planta que no tenía un nombre científico previo. Debido a la admiración de Von Humboldt y Bonpland por el gobernador Sopó y Espeleta, decidieron nombrar al género en su honor. Así, el nombre científico de las espeletias se convirtió en Espeletia, en referencia al gobernador que había sido tan importante en la historia de la región.
Desde entonces, las espeletias han sido objeto de numerosos estudios científicos y han sido reconocidas como una parte importante del patrimonio natural y cultural de la región andina. Su belleza y singularidad las convierten en un símbolo importante de la biodiversidad y la conservación de los ecosistemas de los páramos. Además, su nombre honra la memoria del gobernador que fue un defensor de la región andina y su gente. En resumen, el género Espeletia es un homenaje tanto a la belleza natural como a la historia y la cultura de la región andina.
. Por otro lado, "grandiflora" hace referencia a las grandes flores que esta especie produce. El nombre "frailejón" se deriva de la similitud de la planta con la barba de los frailes, mientras que el adjetivo "gigante" se refiere a su gran tamaño en comparación con otras especies del mismo género. Por lo tanto, el nombre común "frailejón gigante" es una descripción precisa de las características físicas y de la apariencia de la Espeletia grandiflora.
El género Espeletia es un grupo de plantas perennes pertenecientes a la familia de las Asteraceae, que se encuentran exclusivamente en los páramos de los Andes de América del Sur, principalmente en Colombia, Venezuela, Ecuador y Perú.
La familia de las Asteraceae es una de las familias de plantas más grandes y diversas del mundo, con alrededor de 24 000 especies conocidas. También se conoce como la familia de las compuestas o margaritas, y se encuentra en todo el mundo, desde las regiones polares hasta las tropicales. Las Asteraceae se caracterizan por tener flores compuestas, es decir, cada "flor" es en realidad un conjunto de muchas flores pequeñas rodeadas por un involucro de brácteas que forman una estructura que parece una flor única. Esta estructura de la flor compuesta es lo que da a la familia su nombre común de "margaritas". Las hojas de las Asteraceae son opuestas, alternas o verticiladas, y pueden ser simples o compuestas. A menudo, las hojas están divididas en segmentos estrechos y alargados llamados lóbulos. La mayoría de las especies de esta familia son plantas herbáceas, pero también hay arbustos y árboles pequeños. Las Asteraceae tienen una gran importancia económica y cultural, ya que muchas especies son utilizadas para alimentos, medicinas, ornamentos y fines industriales. Entre las especies más conocidas de la familia se encuentran la achicoria, la lechuga, el girasol, la manzanilla y la margarita común.
Evolutivamente el género Espeletia presenta registro fósil de polen en sedimentos andinos que datan del Pleistoceno, hace aproximadamente 2.5 millones de años. Además, se han encontrado restos de hojas y otros tejidos de espeletias en sedimentos andinos más recientes. Por otro lado, los estudios geológicos de la región andina también han proporcionado información sobre los cambios climáticos y geológicos que ocurrieron en la región durante el Plioceno, incluyendo la formación de los páramos. Desde entonces, las espeletias han evolucionado para adaptarse a las condiciones climáticas extremas de los páramos, como la radiación solar intensa, la falta de oxígeno y las bajas temperaturas.
Las espeletias tienen una gran importancia ecológica en los páramos, ya que actúan como reguladores hídricos y protegen el suelo de la erosión. Además, son hogar y fuente de alimento para una gran variedad de especies animales, como aves, mamíferos y insectos. El género Espeletia cuenta con alrededor de 100 especies diferentes, que se diferencian principalmente por la forma de sus hojas y flores. Entre las especies más conocidas se encuentran Espeletia hartwegiana, Espeletia grandiflora, Espeletia argentea y Espeletia pycnophylla.
Anatómicamente, la Espeletia grandiflora presenta una estructura en roseta basal, con un tallo largo y erecto que puede alcanzar hasta tres metros de altura. Las hojas son alargadas y lanceoladas, de color verde grisáceo y cubiertas de un vello suave que las protege de la intensa radiación solar de los páramos.
Las flores de la Espeletia grandiflora tienen una estructura única y compleja que les permite atraer a los polinizadores y reproducirse eficazmente. En lugar de tener una estructura floral simple, como una margarita, por ejemplo, las flores de Espeletia grandiflora están agrupadas en cabezas terminales.
En el centro de la cabeza floral se encuentra un receptáculo, que es una estructura en forma de taza formada por brácteas imbricadas. Estas brácteas protegen el ovario y el fruto de la flor y pueden tener un color verde o marrón, lo que les da un aspecto peludo. En la parte superior del receptáculo, hay muchas flores pequeñas que se llaman flósculos. Cada flósculo consta de un ovario inferior, un estilo y un estigma. Los flósculos tienen un color amarillo brillante y están rodeados por brácteas llamadas páleas.
En comparación con una flor simple ideal, la estructura de la Espeletia grandiflora es mucho más compleja. Una flor simple ideal consta de cuatro partes principales: el cáliz, la corola, los estambres y el pistilo. El cáliz es la parte externa y protege la flor cuando es un capullo. La corola es la parte interna y es la que da color y atractivo a la flor. Los estambres son los órganos masculinos que producen el polen y el pistilo es el órgano femenino que recibe el polen y produce los óvulos.
El fruto de la Espeletia grandiflora es un aquenio, el aquenio se forma después de la fertilización de la flor. Después de que el polen se deposita en el estigma de la flor, se produce la fecundación y el óvulo fertilizado comienza a desarrollarse en el ovario. A medida que el ovario se desarrolla, se transforma en un fruto seco y duro llamado aquenio. Dentro de cada aquenio se encuentra una única semilla, que es la que contiene el embrión y el alimento necesario para que la planta germine y crezca. Cuando el aquenio madura y se seca, se abre y libera la semilla para que pueda dispersarse y germinar en un lugar adecuado. La reproducción de esta especie ocurre principalmente por medio de la dispersión de semillas, que son llevadas por el viento o por animales que las comen y luego las eliminan en sus excrementos.
También puede reproducirse asexualmente a través de rizomas o brotes laterales que emergen de la base de la planta. Sin embargo, la reproducción sexual a partir de semillas es la forma principal de propagación de la Espeletia grandiflora y es fundamental para su conservación y mantenimiento de la diversidad genética de la especie.
Fisiológicamente, la Espeletia grandiflora presenta algunas adaptaciones especiales para sobrevivir en las condiciones extremas de los páramos. Una de estas adaptaciones es su capacidad para retener agua, gracias a su sistema radicular profundo y fibroso, y a la forma de sus hojas que reducen la pérdida de agua por transpiración. Otra adaptación importante es su capacidad para tolerar la alta radiación solar de los páramos, gracias a la presencia de pigmentos fotosintéticos especiales que le permiten aprovechar al máximo la luz solar. Además, la Espeletia grandiflora produce una savia viscosa y pegajosa que protege sus hojas y flores de la deshidratación y la acción del viento. En resumen, la Espeletia grandiflora es una planta fascinante que presenta una serie de adaptaciones anatómicas y fisiológicas para sobrevivir en los ecosistemas de alta montaña de los Andes. Su importancia ecológica y su belleza han convertido a esta especie en un símbolo de la conservación de los páramos y la biodiversidad en Colombia.
En cuanto a su distribución internacional, la Espeletia grandiflora se encuentra en la cordillera de los Andes, desde Venezuela hasta el norte de Perú, aunque su presencia en estos países es mucho menos abundante que en Colombia. En Colombia, la Espeletia grandiflora se distribuye principalmente en los páramos de la cordillera Oriental y de la cordillera Central, en los departamentos de Boyacá, Cundinamarca, Santander, Tolima y Huila, entre otros. En particular, la Espeletia grandiflora se encuentra a una distancia cercana de la ciudad de Bogotá, en la cordillera Oriental, a unos 70 km aproximadamente en línea recta. En esta región, la especie se encuentra en algunos páramos como el de Sumapaz y Chingaza, que son importantes fuentes de agua para la ciudad y otros municipios cercanos. La Espeletia grandiflora es una especie vegetal que se encuentra en el Parque Nacional Natural Chingaza en Colombia, y su distribución geográfica incluye laderas y el valle del río Tunjo. El municipio más cercano al Valle del Río Tunjo que presenta individuos de Espeletia grandiflora es Gachancipá, ubicado en el departamento de Cundinamarca, Colombia. Este municipio se encuentra al sur del Parque Nacional Natural Chingaza y limita con el área protegida. En el valle del río Tunjo, Espeletia grandiflora se encuentra en las laderas de las montañas que rodean el río, en altitudes que van desde los 2700 hasta los 3200 metros sobre el nivel del mar.
La Espeletia grandiflora tiene una gran importancia cultural y social en los países donde se encuentra, como Colombia, Venezuela, Ecuador y Perú. Estas plantas son consideradas como un símbolo de los páramos andinos, y forman parte del patrimonio cultural y natural de la región.
Además, las Espeletia grandiflora tienen un papel importante en las tradiciones y costumbres de las comunidades indígenas que habitan los páramos. Estas comunidades han utilizado históricamente diferentes partes de la planta con fines medicinales y ceremoniales.
Por otro lado, la Espeletia grandiflora es una especie clave en el ecosistema de los páramos andinos, ya que provee alimento y refugio para una gran variedad de especies de animales y plantas. También es un regulador del ciclo hidrológico, contribuyendo a la retención y filtración del agua en la región.
La Espeletia grandiflora se encuentra en peligro de extinción debido a múltiples factores, entre ellos la pérdida y fragmentación de su hábitat, la sobreexplotación y la contaminación ambiental. En Colombia, la Espeletia grandiflora se encuentra protegida por la ley y ha sido incluida en la lista roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como una especie en peligro crítico de extinción. Sin embargo, la conservación de esta especie enfrenta graves desafíos debido a la degradación y fragmentación de los ecosistemas de páramo, así como a la explotación de estos ecosistemas para actividades como la agricultura, la ganadería, la minería y la urbanización. En algunos casos, la degradación de los hábitats de la Espeletia grandiflora se ha agravado por actos de corrupción y descuido por parte de las autoridades encargadas de su protección y conservación. Por ejemplo, en algunos páramos se han otorgado permisos de explotación minera sin el debido análisis de los impactos ambientales, lo que ha generado graves daños en los ecosistemas y en las poblaciones de especies como la Espeletia grandiflora. En otros casos, la explotación ilegal de recursos naturales y la tala de bosques han afectado gravemente los hábitats de esta especie y de otras plantas y animales que habitan en los ecosistemas de páramo. Por lo tanto, es necesario fortalecer los esfuerzos de conservación y protección de la Espeletia grandiflora y de los ecosistemas de páramo, mediante la implementación de políticas y estrategias adecuadas y efectivas que promuevan la conservación de la biodiversidad y el desarrollo sostenible en estas regiones.
La Espeletia grandiflora brinda una serie de servicios ecológicos de gran importancia tanto para el funcionamiento de los ecosistemas como para el bienestar humano.
Uno de los servicios ecológicos más importantes que brinda la Espeletia grandiflora es su capacidad para retener y almacenar agua. Las espeletias actúan como una especie de esponja que absorbe y retiene el agua de las lluvias y las neblinas, y la libera gradualmente durante períodos de sequía. Este servicio es esencial para mantener los caudales de los ríos y arroyos, así como para proveer de agua a las comunidades humanas que habitan en las zonas aledañas a los páramos.
Otro servicio ecológico que brinda la Espeletia grandiflora es su capacidad para fijar carbono. Las espeletias, al igual que otras especies vegetales, utilizan la fotosíntesis para capturar dióxido de carbono de la atmósfera y convertirlo en materia orgánica, lo que ayuda a mitigar el cambio climático y sus consecuencias negativas sobre el clima y la biodiversidad.
La Espeletia grandiflora también juega un papel importante en la protección de los suelos de los páramos. La presencia de espeletias en la superficie del suelo ayuda a reducir la erosión, a fijar los nutrientes y a mantener la estructura de los suelos. Además, la materia orgánica que se acumula en el suelo a partir de la descomposición de las espeletias y otras plantas ayuda a mejorar la calidad de los suelos y a aumentar su fertilidad.
Otro servicio ecológico importante que brinda la Espeletia grandiflora es su capacidad para proveer hábitat y alimento a una gran variedad de especies animales, incluyendo aves, insectos y pequeños mamíferos. Estas especies son parte integral de la cadena alimentaria de los ecosistemas de páramo y su presencia contribuye a mantener el equilibrio ecológico de estos ecosistemas.
Finalmente, la Espeletia grandiflora también tiene un importante valor cultural y estético. Esta especie es emblemática de los páramos de los Andes y es considerada un símbolo de la biodiversidad y la belleza natural de la región. Además, las espeletias son utilizadas por las comunidades locales en la fabricación de artesanías y en la medicina tradicional.
Los servicios ecológicos antes explicados representan parte del equilibrio económico de las comunidades rio abajo. La conservación de esta especie y de otros elementos de la biodiversidad es fundamental para garantizar la sostenibilidad y el desarrollo económico de las regiones que dependen de estos ecosistemas, pues la desaparición de una especie clave puede degenerar en la degradación de la fertilidad de los suelos, y por ende un mayor costo en términos de tecnologías de irrigación y de fertilizantes, servicios que estas plantas dan por solamente existir y dejarlas vivir, servicios que una mina de oro jamás van a proporcionar.
En resumen, la conservación de Espeletia grandiflora es fundamental para mantener la biodiversidad de los ecosistemas de páramo y proteger las funciones ecosistémicas que brindan. Además, esta especie representa una importante fuente de alimento y medicinas para las comunidades locales. Por lo tanto, es necesario que se tomen medidas efectivas para su protección y conservación a largo plazo, como la implementación de políticas de conservación, la educación ambiental y la promoción de prácticas sostenibles en la región. Solo así podremos garantizar un futuro más justo y equitativo para las generaciones presentes y futuras.
Desde que la Espeletia grandiflora fue descrita por primera vez en 1803 por el naturalista alemán Alexander von Humboldt, ha atraído la atención de numerosos investigadores. En 1931, el botánico estadounidense Harold E. Moore realizó una investigación detallada de la especie y la ubicó en una nueva sección del género Espeletia.
En 1960, el botánico suizo Werner Rauh llevó a cabo una expedición a la región andina de Colombia, donde recolectó especímenes de Espeletia grandiflora en la cordillera de los Andes. Sus estudios y observaciones de la especie permitieron una mejor comprensión de su ecología y fisiología, y se destacó por sus importantes contribuciones a la taxonomía de las plantas tropicales.
En la década de 1980, el botánico colombiano Eduardo García trabajó en la descripción de nuevas especies del género Espeletia y su sistemática. García fue un reconocido experto en la flora andina, y sus contribuciones a la investigación botánica y conservación en Colombia fueron significativas.
Más recientemente, el biólogo colombiano Luis Carlos Martínez ha investigado la biología floral y la reproducción de Espeletia grandiflora en la Reserva Natural La Planada, en la cordillera occidental de Colombia. Sus estudios han contribuido a una mejor comprensión de la biología reproductiva de la especie y han sido fundamentales para el desarrollo de estrategias de conservación efectivas.
Otro destacado investigador que ha estudiado a fondo la Espeletia grandiflora es el colombiano Calixto Torres, quien realizó una extensa investigación sobre la taxonomía y evolución de este género de plantas. Torres descubrió que las especies de Espeletia, incluyendo la grandiflora, están estrechamente relacionadas con otras especies del género, como la Espeletia hartwegiana, que habita en México.
Además, los botánicos Esteban Ferro y José Fernández Alonso, de la Universidad Nacional de Colombia, también han realizado investigaciones importantes sobre la Espeletia grandiflora. En un estudio publicado en la revista Botanical Journal of the Linnean Society, Ferro y Alonso descubrieron que las hojas de la planta tienen una capacidad única para absorber metales pesados del suelo, lo que sugiere que la Espeletia grandiflora podría ser una herramienta importante para la remediación ambiental.
Por su parte, el botánico español José Cuatrecasas, quien fue curador del Herbario Nacional de Colombia en la década de 1940, también realizó importantes investigaciones sobre las plantas de la región andina, incluyendo las Espeletias. Cuatrecasas fue uno de los primeros en reconocer la importancia de las Espeletias en la ecología de los páramos, y su trabajo sentó las bases para investigaciones posteriores sobre estas plantas.
Finalmente, otra destacada investigadora de las Espeletias es la estadounidense Barbara Luteyn, quien ha pasado gran parte de su carrera estudiando la flora de los páramos andinos. Luteyn ha descubierto varias especies nuevas de Espeletia, incluyendo la Espeletia praesidentis, que lleva ese nombre en honor al presidente colombiano Juan Manuel Santos, quien apoyó los esfuerzos de conservación en la región. Además, Luteyn ha trabajado en la conservación de los páramos y en la educación ambiental, y ha sido una defensora activa de la importancia de preservar estas especies únicas y frágiles.
En conjunto, estos investigadores han ayudado a comprender mejor la ecología, la taxonomía y la biología de Espeletia grandiflora, y sus contribuciones son un ejemplo para inspirar a futuros estudiantes y científicos en el campo de la botánica y la conservación.
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Ocelote
El ocelote (Leopardus pardalis) es un gato salvaje manchado de tamaño mediano que alcanza los 40-50 cm en los hombros y pesa entre 7 y 15.5 kg en promedio. Fue descrito por primera vez por Carl Linnaeus en 1758. Se reconocen dos subespecies. Es nativa del suroeste de los Estados Unidos, México, América Central y del Sur, y de las islas caribeñas de Trinidad y Margarita. Prefiere áreas cercanas a fuentes de agua con densa cobertura vegetal y alta disponibilidad de presas.
Típicamente activo durante el crepúsculo y la noche, el ocelote tiende a ser solitario y territorial. Es eficiente para escalar, saltar y nadar. Se alimenta de pequeños mamíferos terrestres, como armadillos, zarigüeyas y lagomorfos “conejos, liebres y todo lo que esté en medio”. Ambos sexos alcanzan la madurez sexual alrededor de los dos años de edad y pueden reproducirse durante todo el año; la temporada alta de apareamiento varía geográficamente. Después de un período de gestación de dos a tres meses, la hembra da a luz una camada de uno a tres gatitos. Se quedan con su madre hasta por dos años, después de lo cual se van para establecer sus propias áreas de distribución.
El ocelote figura como Preocupación Menor en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza UICN y está amenazado por la destrucción del hábitat, la caza y los accidentes de tráfico. Si bien su rango es muy grande, varias poblaciones están disminuyendo en muchas partes de su rango. La asociación del ocelote con los humanos se remonta a las civilizaciones azteca e inca; ocasionalmente se ha tenido como mascota.
El nombre "ocelote" tiene un origen discutido, la palabra náhuatl ōcēlōtl, se refiere al jaguar “Panthera onca” realmente, mientras que otro posible origen es el latín ocellatus ("que tiene ojos pequeños" o "marcado con manchas parecidas a ojos"), en referencia al pelaje manchado del gato. Otros nombres comunes para el ocelote incluyen cunaguaro (Venezuela), gato onza (Argentina), gato tigre (Panamá), heitigrikati (Surinam), jaguatirica, maracaja (Brasil), manigordo (Costa Rica, Panamá y Venezuela), mathuntori, ocelote, onsa, pumillo, tiger cat (Belice), tigrecillo (Bolivia) y tigrillo (Colombia, Ecuador, Guatemala y Perú).
Felis pardalis fue el nombre científico propuesto para el ocelote por Carl Linnaeus en 1758. El género Leopardus fue propuesto por John Edward Gray en 1842 para varias pieles de gato con manchas en la colección del Museo de Historia Natural de Londres, este género no debe confundirse con la pantera manchada africana que conocemos como leopardo “Panthera pardus”. En 1919, Allen revisó los especímenes descritos hasta 1914, los colocó en el género Leopardus y reconoció nueve subespecies como taxones válidos según los colores y patrones de manchas de la piel. En 1941, Pocock revisó docenas de pieles de ocelote en la colección del Museo de Historia Natural y las reagrupó en nueve subespecies diferentes, también según sus colores y manchas. Autores posteriores reconocieron 10 subespecies como válidas.
En 1998, los resultados de un análisis de la región de control de ADNmt de muestras de ocelotes indicaron que existen cuatro grupos principales de ocelotes, uno en América Central, el noroeste de América del Sur, el noreste de América del Sur y el sur de América del Sur al sur del río Amazonas.
Un estudio de 2010 de las características morfológicas notó diferencias significativas en el tamaño y el color de las poblaciones de América Central y del Sur, lo que sugiere que podrían ser especies separadas. En 2013, un estudio de variación craneométrica y diversidad de microsatélites en ocelotes en todo el rango reconoció tres subespecies: L. p. albescens de la frontera Texas-México, L. p. pardis de América Central y L. p. pseudopardalis de América del Sur, aunque L. p. mitis puede comprender la población de ocelotes en la parte sur de América del Sur.
En 2017, el Grupo de trabajo de clasificación de gatos del Grupo de especialistas en gatos de la UICN señaló que se pueden identificar hasta cuatro subespecies, pero reconoció solo dos como taxones válidos. Estos dos taxones difieren en características morfológicas y están separados geográficamente por los Andes.
L p. pardalis tiene un pelaje grisáceo. Su rango se extiende desde Texas y Arizona hasta Costa Rica.
L p. mitis tiene un pelaje más amarillento y es más grande que pardalis. Ocurre en América del Sur tan al sur como el norte de Argentina.
El ocelote se distribuye desde el suroeste de los Estados Unidos hasta el norte de Argentina, hasta una altura de 3000 m (9800 pies). En los Estados Unidos, se encuentra en Texas y Arizona, y está extirpado de Luisiana y Arkansas. Se encontraron fósiles de ocelotes en Florida, específicamente en el sitio de fósiles de Reddick.
Habita bosques tropicales, bosques espinosos, manglares y sabanas. Un estudio de 2019 en la Amazonía brasileña mostró que prefiere hábitats con buena disponibilidad de presas y agua, y tiende a evitar otros depredadores. Prefiere zonas con densa cobertura forestal y fuentes de agua, alejadas de caminos y asentamientos humanos, evitando fuertes pendientes y zonas muy elevadas por falta de presas. En áreas donde los ocelotes coexisten con depredadores más grandes como pumas y humanos, pueden ajustar sus horas activas para evitarlos y buscar una cubierta densa para evitar a los competidores. Puede adaptarse bien a su entorno; como tal, factores distintos a los mencionados anteriormente no son significativos en su elección de hábitat. Comparte gran parte de su área de distribución con el jaguar (Panthera onca), el jaguarundi (Puma yagouaroundi), el margay (Leopardus wiedii), la oncilla (Leopardus tigrinus) y el puma (Puma concolor). El género Leopardus de pequeños gatos manchados sudamericanos contiene ocho especies en total. Tres de ellos que son los más difíciles de diferenciar son el ocelote, el margay y la oncilla, que recientemente se ha dividido en dos especies: gatos tigre del norte y del sur.
En toda su área de distribución, el ocelote está amenazado por la pérdida y fragmentación del hábitat, lo cual genera aislamiento reproductivo. La teoría evolutiva clásica predice que las poblaciones aisladas generan variaciones de sus cuerpos independientemente de que tan buenas sean para la supervivencia, siendo algo así como errores que la selección natural es incapaz de eliminar, por lo que aumenta la probabilidad de mutaciones espontáneas como individuos albinos u otras características extrañas. Dichos individuos no habían sido reportados en los ocelotes hasta este año en 2023 en Colombia, donde fue capturado un individuo con albinismo, que impediría su camuflaje en la naturaleza.
En Texas, la tierra fértil que sostiene una cubierta densa y constituye el hábitat óptimo para el ocelote se está perdiendo para la agricultura. El hábitat a menudo se fragmenta en pequeños bolsillos que no pueden soportar bien a los ocelotes, lo que provoca muertes por inanición. Los accidentes de tránsito se han convertido en una gran amenaza a lo largo de los años, ya que los ocelotes intentan expandirse más allá de su hábitat natural hacia nuevas áreas y son atropellados por vehículos. En el Bosque Atlántico en el noreste de Argentina, se ve afectado por la tala y la caza furtiva de especies de presa.
El comercio de pieles fue un negocio floreciente en las décadas de 1960 y 1970 que resultó en una severa explotación de felinos como el ocelote y el jaguar. En la década de 1960, las pieles de ocelote estaban entre las más preferidas en los EE. UU., alcanzando un máximo histórico de 140 000 pieles comercializadas en 1970. A esto le siguieron prohibiciones en el comercio de pieles de gato con manchas en varios estados del área de distribución, como Brasil y EE. UU., lo que provocó que el comercio de pieles de ocelote cayera en picado. En 1986, la Comunidad Económica Europea prohibió la importación de pieles de ocelote, y en 1989, el ocelote fue incluido en el Apéndice I de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres. Sin embargo, la caza de ocelotes por pieles ha continuado y sigue siendo una gran amenaza para la supervivencia de los ocelotes.
Otra amenaza ha sido el comercio internacional de mascotas; esto generalmente implica capturar cachorros de ocelote matando a sus madres; estos gatos luego se venden a los turistas. Aunque está prohibido en varios países, el comercio de mascotas sobrevive; en algunas áreas de América Central y del Sur, los ocelotes todavía se venden en algunos mercados locales.
El ocelote figura como de Preocupación Menor en la Lista Roja de la UICN debido a su amplia distribución en las Américas. La caza del ocelote está prohibida en Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Guayana Francesa, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Surinam, Trinidad y Tobago, Estados Unidos, Uruguay y Venezuela; la caza está regulada en el Perú. A partir de 2013, la población mundial se estimó en más de 40 000 individuos maduros. Las poblaciones de ocelotes se mantuvieron estables en algunas áreas de la cuenca del Amazonas a partir de 2013. A partir de 2012, se estimó que la población de ocelotes en las regiones subtropicales de Argentina constaba de 1500 a 8000 individuos maduros. Se ha registrado en paisajes palmeros y grandes haciendas ganaderas en los Llanos colombianos y valles interandinos.
Tangara de cabeza roja
La tángara cabecibaya también denominada tangara cabecicastaña (en Costa Rica y Nicaragua), tangara cabecirrufa (en Colombia), tangara lacrada (en Colombia), tangara cabeza de lacre (en Venezuela) o tangara de cabeza baya (en Perú), es una especie de ave paseriforme “es decir, con forma de gorrión” de la familia Thraupidae, perteneciente al numeroso género Tangara. Es nativa de América Central y del norte y centro de América del Sur.
La tangara fue descrita formalmente por el naturalista sueco Carl Linnaeus en 1758 en la décima edición de su Systema Naturae bajo el nombre binomial Fringilla gyrola (Linnaei, 1758). El epíteto específico es un diminutivo del latín gyrus que significa "anillo" (Mullay, 2011). Linnaeus basó su propia descripción en el "pinzón verde de cabeza roja" que había sido descrito e ilustrado por el naturalista inglés George Edwards en 1743 en su A Natural History of Uncommon Birds (Edwards, 1743).
Se reconocen nueve subespecies (Gill, Donsker, & Rasmussen, 2020):
- g. bangsi - Nicaragua al oeste de Panamá
- g. deleticia – desde el este de Panamá hasta el centro de Colombia
- g. nupera – desde suroeste de Colombia, oeste de Ecuador y noroeste de Perú
- g. toddi– desde norte de Colombia y noroeste de Venezuela
- g. viridissima – desde noreste de Venezuela y Trinidad
- g. catharinae – desde Colombia central a través del este de Ecuador y Perú, hasta el centro de Bolivia
- g. parva– desde este de Colombia, sur de Venezuela, noreste de Perú y noroeste de Brasil
- g. gyrola – desde sureste de Venezuela, las Guayanas y el norte de Brasil
- g. albertinae – desde el centro de Brasil al sur del Amazonas
Las tangaras comprenden la familia de aves Thraupidae, en el orden Passeriformes “o gorriones”, sin embargo, es importante tener en cuenta que en español no distinguimos entre el nombre para la familia y el nombre para el género, por lo que esta primer sección estará dedicada a la familia de las tangaras o traupidos. La familia tiene una distribución Neotropical y es la segunda familia más grande de aves. Representa alrededor del 4% de todas las especies de aves y el 12% de las aves neotropicales “habitantes de américa tropical entre Méjico y el norte de argentina” (Burns et al., 2014). Tradicionalmente, la familia contenía alrededor de 240 especies de aves frugívoras, en su mayoría de colores brillantes (Paynter, Peters, & Storer, 1970). A medida que se estudiaban más de estas aves utilizando técnicas moleculares modernas, se hizo evidente que las familias tradicionales no eran monofiléticas, por lo que varias especies han sido reagrupadas en clados independientes.
Dentro de los traupidos encontramos al género tangara, el cual es un gran género que 27 especies (Sedano & Burns, 2010). Todos son del Neotrópico, y aunque la mayoría están bastante extendidos, algunos tienen distribuciones pequeñas y están amenazados de extinción. Son bastante pequeños, con un tamaño que varía de 11.5 a 15 centímetros. Este género incluye algunas de las aves de colores más espectaculares del mundo.
El género Tangara fue introducido por el zoólogo francés Mathurin Jacques Brisson en 1760 con la tangara del paraíso (Tangara chilensis) como especie tipo (Brisson, 1760). El nombre significa "bailarina" en la extinta lengua tupi (Madge et al., 2018).
Las tangaras adultas miden 14 cm de largo y pesan 19.5 g. La subespecie T. g. gyrola es principalmente verde, aparte de una cabeza castaña, un vientre azul o verde y un delgado collar dorado en la parte trasera del cuello. Los sexos son similares, pero los inmaduros son más apagados y tienen la cabeza verde con motas castañas. Existe una considerable variación de plumaje entre las diversas subespecies, por ejemplo T. g. viridissima del noreste de Venezuela y Trinidad tiene partes inferiores verdes del mismo color que el resto del plumaje corporal.
Habita en los bosques tropicales cálidos, particularmente en las áreas más húmedas por lo que normalmente no llega más allá de los 1800 metros de altura, aunque por su distribución parece favorecer regiones montañosas como las del centro de Colombia y la Cierra Nevada de Santamarta.
Estas son aves sociales que comen principalmente frutas, generalmente tragadas enteras. También se capturan insectos, principalmente del envés de las ramas.
El nido de copa voluminosa está construido en un árbol y la nidada normal es de dos huevos blancos con manchas marrones. La hembra incuba los huevos durante 13 a 14 días hasta la eclosión, y otros 15 a 16 días antes de que los polluelos emplumen.
El estado de conservación de esta especie se considera de preocupación menor debido a su amplio rango de distribución, sin embargo debido a que los bosques tropicales de los que depende están siendo quemados para abrir espacio a la ganadería ilegal si número de individuos ha ido disminuyendo en los últimos años.
(1.1) Colibrí chibito
El colibrí chivito o barbudito paramuno, quinchita de páramo o barbudito cascocrestado (Oxypogon guerinii) es una especie de ave de la familia Trochilidae. Hasta hace poco se reconocían cuatro subespecies, pero ahora se considera a cada una de ellas una especie: Oxypogon cyanolaemus, Oxypogon lindenii y Oxypogon stuebelii (Collar & Salaman, 2013).
El barbudito cascocrestado fue descrito formalmente en 1840 por el ornitólogo francés Auguste Boissonneau a partir de un espécimen recolectado cerca de Bogotá en el centro de Colombia (Boissonneau, 1840). Esta especie ahora se ubica en el género Oxypogon que fue introducido por el ornitólogo inglés John Gould en 1848 (Gould, 1848). El nombre del género combina el griego antiguo oxy que significa ″afilado o puntiagudo″ y pogon que significa barba. El nombre de la especie fue elegido en honor al naturalista y coleccionista francés Félix Guérin-Méneville (Jobling, 2010). La especie es monotípica: no se reconocen subespecies actualmente después de la separación con sus especies hermanas (Jobling, 2010).
El barbudito cascocrestado mide de 11.2 a 12.7 cm de largo. Los machos pesan alrededor de 5.7 g y las hembras 4.8 g. Tiene un pico negro corto y recto. El macho adulto tiene una cresta larga y blanca y una cara en su mayoría de color marrón oscuro a negro con un "collar" blanco. Sus partes superiores son bronceadas. Tiene una fina gorguera verde brillante con bordes blancos que forma una "barba". El resto de las partes inferiores son de color bronce grisáceo. La cola es moderadamente larga, bifurcada y de color cobrizo a verde bronceado con mucho blanco en las plumas exteriores. La hembra adulta es similar al macho pero carece de la cresta y la barba, y sus partes inferiores son de color blanco beige con algunas manchas verdosas. Los juveniles se parecen a la hembra adulta; el macho tiene una cresta parcial y barba.
El barbudito cascocrestado se encuentra en la cordillera los Andes orientales de Colombia hasta el sur del departamento de Cundinamarca. Habita páramo húmedo, especialmente aquel con vegetación de espeletias comúnmente llamados frailejones. A veces también ocurre en el borde de los bosques de Polylepis comúnmente llamadas quinuas. Las hembras a menudo se encuentran en gargantas, mientras que los machos tienden a permanecer en paisajes más abiertos. En elevación, la especie varía entre 3000 y 4200 m (Collar & Salaman, 2013).
El barbudito cascocrestado se encuentra durante todo el año en el páramo, pero se sospecha que se traslada a bosques de gran altura en la estación seca. Su pariente cercano, el casco barbiblanco, migra desde el páramo alto en la estación lluviosa a elevaciones más bajas en la seca y el de barba verde también podría seguir este patrón.
El barbudito cascocrestado se alimenta de néctar en una amplia variedad de plantas con flores, pero es parcial a las especies de Espeletia. Obtiene néctar principalmente aferrándose a las flores, pero se cierne para alimentarse. Se cree que el pico corto y fino de esta ave y de otras especies de Oxypogon es una adaptación para facilitar la extracción de néctar de los numerosos floretes diminutos de las flores de estas plantas. También se alimenta de insectos que atrapa en el suelo, revoloteando, saltando o pregonando desde una percha (Salamanca-Reyes, 2011; Stiles, 2008).
Su época de reproducción está ligada a la floración de Espeletia y suele ser entre mayo y septiembre. Poco más se sabe sobre su fenología reproductiva. Sin embargo, se supone que es muy similar al del barbiblanco. Esa especie hace un gran nido de fibras de Espeletia en cavidades o debajo de voladizos donde se protege del sol y la lluvia. Su tamaño de nidada es de dos huevos; la hembra incuba de 21 a 23 días y el emplumamiento ocurre de 35 a 38 días después de la eclosión (Salamanca-Reyes, 2011; Stiles, 2008).
La UICN ha evaluado al barbudito cascocrestado como de Preocupación Menor. Tiene un rango limitado y el tamaño de su población no se conoce y se cree que está disminuyendo debido a la reducción de los páramos debido al cambio climático y a las quemas de frailejones para cultivos de papa (Enlace) (Enlace). Se considera localmente común y ocurre en varias áreas protegidas (Salamanca-Reyes, 2011; Stiles, 2008).
Referencias.
Boissonneau, A.: Oiseaux nouveaux ou peu connus de Santa-Fé de Bogota. Rev. Zool. 3, 2–8 (1840)
Collar, N.J., Salaman, P.: The taxonomic and conservation status of the Oxypogon helmetcrests. Conserv. Colomb. 19, 31–38 (2013)
Gould, J.: Drafts for a new arrangement of the Trochilidae. In: Proceedings of the Zoological Society of London. pp. 94–96 (1848)
Jobling, J.A.: Helm dictionary of scientific bird names. A&C Black (2010)
Salamanca-Reyes, J.R.: Ecología del barbudito de páramo (Oxypogon guerinii, Trochilidae) en el páramo de Siscunsí, Boyacá, Colombia: Ecology of the Bearded Helmetcrest (Oxpogon guerinii, Trochilidae) in the Páramo de Siscunsí, Boyacá, Colombia. Ornitol. Colomb. 58–75 (2011)
Stiles, F.G.: Ecomorphology and phylogeny of hummingbirds: divergence and convergence in adaptations to high elevations. Ornitol. Neotrop. 19, 511–519 (2008)
Ibis escarlata
El ibis escarlata (Eudocimus ruber) es una especie de ave que pertenece a la familia Threskiornithidae. Habita en el sur de América del Sur y parte del Caribe. En cuanto a su forma, se asemeja a la mayoría de las otras veintisiete especies de ibis que existen, pero su coloración escarlata excepcionalmente brillante lo hace inconfundible. Es uno de los dos pájaros nacionales de Trinidad y Tobago, y su nombre Tupi-Guaraní, guará, forma parte del nombre de varios municipios a lo largo de la costa de Brasil.
La familia Threskiornithidae incluye 36 especies de aves zancudas de gran tamaño. Tradicionalmente, esta familia se ha dividido en dos subfamilias: los íbices y las espátulas. Sin embargo, investigaciones genéticas recientes han generado dudas sobre esta clasificación. Estudios recientes sugieren que las espátulas están filogenéticamente embebidas dentro de los íbices del Viejo Mundo, mientras que los íbices del Nuevo Mundo parecen representar una rama temprana.
Eudocimus es un género de ibises, aves zancudas que pertenecen a la familia Threskiornithidae. Estas especies aviares se encuentran principalmente en las regiones más cálidas del Nuevo Mundo, con representantes que se distribuyen desde el sur de los Estados Unidos hasta América Central, las Islas del Caribe y América del Sur.
Esta ave de tamaño mediano es resistente, numerosa y prolífica, y goza de un estatus de protección en todo el mundo. Según la UICN, su estatus actual es de "Preocupación Menor". Sin embargo, existe un debate en curso sobre la clasificación biológica de Eudocimus ruber. Mientras que la taxonomía tradicional de Linneo lo clasifica como una especie única, algunos científicos han abogado por reclasificarlo como una subespecie de una especie de ibis americano más ampliamente definida, junto con su pariente cercano, el ibis blanco americano (Eudocimus albus).
La especie del ibis escarlata fue inicialmente clasificada por Carl Linneo en 1758. En un principio, se le otorgó la nomenclatura binomial Scolopax rubra, incorporando la palabra latina "ruber," que significa "rojo" en su nombre. Posteriormente, la especie fue designada como Guara rubra y, finalmente, como Eudocimus ruber.
Desde un punto de vista biológico, el ibis escarlata está estrechamente relacionado con el ibis blanco americano (Eudocimus albus) y a veces se considera conspecífico con él, lo que ha llevado a la ciencia moderna a debatir sobre su taxonomía. Ambas aves comparten exactamente los mismos huesos, garras, picos, disposición de plumas y otras características, y la diferencia más notable radica en su pigmentación. La taxonomía tradicional las ha considerado como especies separadas y distintas.
Las primeras investigaciones ornitológicas de campo no revelaron cruces naturales entre los ibis rojos y blancos, lo que respaldó la idea de dos especies distintas. Sin embargo, observaciones más recientes han documentado una considerable hibridación en estado salvaje. Los investigadores Cristina Ramo y Benjamin Busto encontraron evidencia de entrecruzamiento en una población donde los rangos del ibis escarlata y el ibis blanco americano se superponen en la costa y en los Llanos de Colombia y Venezuela. Observaron individuos de ambas especies apareándose y formando parejas, así como ibis híbridos con plumaje de color naranja pálido o plumaje blanco con plumas naranjas ocasionales, y han propuesto clasificar a estas aves como una sola especie.
La hibridación se ha observado con frecuencia en cautiverio. No obstante, ambas formas de color persisten en estado salvaje a pesar de sus rangos superpuestos, y la descendencia híbrida presenta una coloración distintiva. Según el concepto de especie de cohesión, podrían ser especies funcionalmente diferentes.
Algunos biólogos ahora abogan por clasificarlos como dos subespecies del mismo ibis americano, junto con Eudocimus albus. Otros simplemente los consideran como una misma especie, con ruber siendo una variación de color de albus.
El plumaje de los ibis escarlatas adultos es prácticamente de un color escarlata intenso. Las plumas pueden mostrar diversos matices, pero solo las puntas de sus alas se apartan de su característico color. Un pequeño pero distintivo rasgo, estas puntas de las alas son de un negro azabache (u ocasionalmente azul oscuro) y se encuentran solo en las plumas primarias más largas. De lo contrario, la coloración de estas aves es descrita como "un rojo anaranjado vivo, casi luminoso en calidad". Los ibis escarlatas tienen picos y patas rojas, aunque a veces el pico puede ser de color negro, especialmente hacia el extremo. Poseen un pico largo, estrecho y curvado. Sus patas y cuello son largos y se alargan durante el vuelo.
Por otro lado, un ibis escarlata juvenil muestra un conjunto de plumas de colores gris, marrón y blanco. A medida que crece, una dieta rica en crustáceos rojos genera la coloración escarlata. El cambio de color comienza con la segunda muda del juvenil, alrededor del momento en que empieza a volar. Esta transformación se inicia en la espalda y se extiende gradualmente por el cuerpo, intensificándose durante un período de aproximadamente dos años. Es importante destacar que el ibis escarlata es la única ave playera en el mundo con plumaje rojo.
Los ibis escarlatas adultos suelen medir entre 55 y 63 centímetros de longitud, siendo los machos ligeramente más grandes que las hembras, con un peso promedio de alrededor de 1,4 kilogramos. Los picos de los machos también son aproximadamente un 22% más largos que los de las hembras. En su entorno natural, estos ibis tienen una esperanza de vida promedio de alrededor de dieciséis años, mientras que en cautiverio pueden vivir hasta veinte años. Estas aves tienen una envergadura de alas de aproximadamente 54 centímetros. Aunque pasan la mayor parte de su tiempo caminando o vadando en el agua, los ibis escarlatas son voladores fuertes, altamente migratorios y capaces de vuelos a larga distancia. Se desplazan en grupos, a menudo formando la clásica formación en V.
El rango de distribución del ibis escarlata es muy extenso, y se encuentran colonias en vastas áreas de América del Sur y las islas del Caribe. Existen poblaciones autóctonas en Brasil, Colombia, Guayana Francesa, Guyana, Surinam y Venezuela, así como en las islas de las Antillas Neerlandesas y Trinidad y Tobago. Estas poblaciones se reúnen en humedales y otros hábitats pantanosos, incluyendo áreas de lodo, orillas y selvas tropicales. También se han identificado colonias periféricas en las áreas costeras de los estados de Espírito Santo, Río de Janeiro, São Paulo (por ejemplo, en los manglares de Santos-Cubatão en el distrito de Baixada Santista), Paraná y Santa Catarina. En años recientes, se han observado colonias de aves incluso en áreas tan al sur como las costas de Joinville y la isla de São Francisco do Sul.
Las concentraciones más altas de ibis escarlatas se encuentran en la región de los Llanos en el oeste de Venezuela y el este de Colombia. Las fértiles y remotas llanuras de pastizales tropicales de los Llanos ofrecen un refugio seguro lejos de la intrusión humana. Junto con su pariente, el ibis de cara desnuda, el ibis escarlata es notablemente prolífico y visible en la región.
Se han identificado avistamientos de ibis escarlata vagabundos en Belice, Ecuador y Panamá, así como en Aruba, Cuba, Dominica, Granada y Jamaica. Incluso se han realizado avistamientos en los Estados Unidos. Es posible que la especie haya sido un visitante natural de la costa del Golfo en el siglo XIX o antes. En "The Birds of America," John James Audubon mencionó brevemente que encontró tres especímenes de rubra en Luisiana. Sin embargo, se cree que prácticamente todos los avistamientos modernos de la especie en América del Norte son aves introducidas o escapadas. Un ejemplo notable de 1962 involucró la colocación de huevos de ibis escarlata en nidos de ibis blanco en el Parque Greynolds de Florida, lo que llevó al desarrollo de una población híbrida conocida como "ibis rosados", que ocasionalmente se siguen viendo.
Las parejas de ibis escarlatas que se aparean construyen nidos en un estilo sencillo, generalmente creando "plataformas sueltas de ramas", que a menudo se describen como "sin adornos" en cuanto a calidad. Optan por percharse en copas de hojas, prefiriendo refugiarse en los jóvenes árboles de mangle cerca del agua. Los ibis escarlatas se sienten atraídos por áreas húmedas y fangosas, como los pantanos, pero por seguridad construyen sus nidos en árboles ubicados a cierta distancia sobre el agua. Si es posible, eligen sitios de anidación en islas, donde sus huevos y crías están menos expuestos a posibles depredadores.
Para atraer a una hembra, el macho realiza una variedad de rituales de apareamiento, que incluyen "acicalarse, sacudirse, golpear el pico, frotar la cabeza y realizar vuelos altos". Al igual que muchas otras especies de aves, el proceso de apareamiento no implica el acoplamiento o la inserción. En su lugar, se produce una transferencia de fluidos seminales a través del contacto externo entre las aberturas cloacales.
Tras un período de gestación de aproximadamente cinco a seis días, la hembra pone una camada de tres a cinco huevos lisos y de aspecto mate, que generalmente requieren entre 19 y 23 días de incubación. Después de un cortejo exitoso, las parejas permanecen fieles y cohabitan, compartiendo las responsabilidades parentales con las crías.
En el sureste de Brasil, los ibis escarlatas se reúnen en colonias alrededor de mediados de septiembre y comienzan a construir nidos a principios de noviembre. La puesta de huevos dentro de la colonia es sincrónica, con las hembras poniendo huevos en tres oleadas a principios de noviembre, a finales de diciembre y a finales de enero.
Sus distintivos picos largos y delgados se utilizan para buscar alimento en el lodo blando o debajo de las plantas. Aunque es comúnmente creído que se alimentan exclusivamente de camarones, un estudio reciente realizado en los Llanos reveló que una parte significativa de su dieta consiste en insectos, principalmente escarabajos y coleópteros terrestres. Una especie en particular, el escarabajo escarabeo Dyscinetus dubius, forma una parte considerable de su dieta. Otros insectos que constituyen presa incluyen escarabajos acuáticos y chinches de agua. En contraste, el ibis blanco americano, que coexiste en las mismas áreas, tiene una dieta diferente, con preferencia por los insectos, peces y crustáceos. Sin embargo, los ibis escarlatas también consumen una cantidad considerable de camarones y alimentos similares, como moluscos, cangrejos pequeños y otros crustáceos, incluyendo cangrejos de río.
La abundancia de camarones y otros mariscos rojos en su dieta resulta en un exceso de astaxantina, un carotenoide que desempeña un papel crucial en la pigmentación roja de las aves. Ocasionalmente, los ibis escarlatas también se alimentan de ranas, serpientes pequeñas, peces pequeños, frutas y semillas. Cuando se encuentran en zoológicos, su dieta a menudo incluye suplementos de remolacha y zanahoria para mantener la viveza del color de su plumaje.
La región de los Llanos es notable por albergar siete especies diferentes de ibis en una misma área. Entre estas especies, los ibis escarlatas son conocidos por su agresividad y pueden atacar a otras especies para robarles su comida. También se les ha observado siguiendo a patos silbadores de caras blancas (Dendrocygna viduata) y ganado doméstico, aprovechando los insectos que son perturbados por ellos.
El ibis escarlata es un ave sociable y gregaria, que muestra un fuerte sentido de comunidad cuando se trata de buscar alimento y proteger a las crías. Por lo general, viven en grupos de treinta o más individuos. Los miembros de estos grupos mantienen una estrecha proximidad entre sí, y las parejas reproductoras a menudo ubican sus nidos cerca de otras parejas en el mismo árbol.
Para protegerse, estas aves suelen congregarse en grandes colonias que pueden constar de varios miles de individuos. También participan regularmente en bandadas mixtas, donde su seguridad se ve reforzada por la simple cantidad de miembros. Es común encontrarlos alimentándose y volando junto a cigüeñas, espátulas, garzas, garcetas y patos, que son compañeros habituales durante estas actividades.
La especie tiene un estatus de protección en todo el mundo y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ha clasificado al ibis escarlata como una especie de "Preocupación Menor" en la Lista Roja de la UICN. Aunque algunas poblaciones locales parecen estar en declive, la población global sigue siendo relativamente grande y la tasa actual de pérdida no se considera una amenaza inmediata para la supervivencia de la especie. Sin embargo, las recientes disminuciones en poblaciones establecidas en la Guayana Francesa han suscitado preocupaciones entre los conservacionistas. En Brasil, el ave ha sido incluida en una lista nacional de especies en peligro de extinción.
El ibis escarlata y el chachalaca de vientre rufo, conocido popularmente como el cocrico, son las aves nacionales de Trinidad y Tobago, respectivamente. Ambas aves aparecen en el escudo de armas de Trinidad y Tobago. El cocrico se encuentra en Tobago, Venezuela y Colombia. El ibis escarlata está asociado con Trinidad, y no se han registrado avistamientos documentados del ibis escarlata en Tobago en los últimos quince años.
Un hábitat local importante para el ibis escarlata es el santuario de vida silvestre del pantano de Caroni en Trinidad, una reserva de humedales de 199 hectáreas que se designó por primera vez en 1953 con el propósito específico de proporcionar un hábitat para el ibis escarlata.
El ibis escarlata también se ha utilizado como símbolo literario en varias obras. El autor estadounidense James Hurst escribió un popular cuento titulado "El Ibis Escarlata" en 1960. Un cuento más reciente, "Ibis Escarlata", de Margaret Atwood, se incluye en la colección "El Huevo de Barba Azul" (1983). El nombre "Ibis Escarlata" también está asociado con un libro de versos de la poetisa estadounidense Susan Hahn.
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Oso de anteojos
El oso de anteojos (Tremarctos ornatus), también conocido como el oso sudamericano, oso andino, oso andino de rostro corto o oso de montaña, y localmente como jukumari (en aymara y quechua), ukumari (en quechua) o ukuku., es una especie nativa de América del Sur. Sus nombres comunes reflejan su distintivo patrón facial, mientras que su nombre científico destaca su singularidad. Este carismático oso negro es vital para los ecosistemas andinos, donde su conservación es crucial para mantener el equilibrio ambiental y la biodiversidad.
Nomenclatura. El género Tremarctos proviene del griego trema, un agujero o cavidad y arktos, oso, “un oso con agujero” lo cual hace referencia a un inusual agujero que presenta en el hueso húmero. El epíteto ornatus se origina del latín ornar, que significa llevar puesto algo, adornar, decorar y atus, es un sufijo que significa provisto de, “provisto de adornos”, “adornado”, este nombre otorgado por las manchas en su rostro, alrededor de los ojos
Taxonomía. Los osos son mamíferos pertenecientes a la familia Ursidae y se caracterizan por ser animales grandes y robustos, con miembros fuertes y garras no retráctiles. Son conocidos por su apariencia imponente, con hocicos prominentes y orejas redondeadas. La mayoría de las especies de osos son omnívoras, aunque algunas tienden a tener una dieta más herbívora o carnívora. Los osos han sido parte integral de la mitología, la cultura y la conservación de la naturaleza en diversas sociedades. Su diversidad taxonómica abarca varias especies, como el oso pardo, el oso negro, el oso polar y el oso de anteojos, cada uno adaptado a hábitats específicos en todo el mundo.
La subfamilia Tremarctinae, también conocida como osos de cara corta, es un grupo dentro de la familia Ursidae que ha dejado un rico registro fósil desde el Plioceno hasta la actualidad. Esta subfamilia incluye varias especies extintas y una especie viva en la actualidad, el oso de anteojos (Tremarctos ornatus). Los osos de cara corta son conocidos por su apariencia distintiva, caracterizada por un hocico más corto en comparación con otros osos modernos.
Entre las especies extintas de Tremarctinae se encuentran el oso de anteojos floridano (Tremarctos floridanus), los osos gigantes de cara corta como Arctodus (A. pristinus y A. simus), y Arctotherium, que incluye varias especies como A. angustidens, A. vetustum, A. bonariense, A. wingei y A. tarijense, entre otras. Algunos de estos osos gigantes de cara corta pueden haber sido los carnívoros más grandes que hayan existido en las Américas durante el Pleistoceno.
La evolución de los Tremarctinae se remonta al Mioceno tardío, alrededor de 10 millones de años atrás, en América del Norte. A lo largo de su historia evolutiva, experimentaron una radiación explosiva en diversidad durante el límite Mioceno-Plioceno, coincidiendo con cambios significativos en la vegetación, clima y fauna en general. Su distribución geográfica abarcó desde América del Norte hasta América del Sur, participando en el Gran Intercambio Americano. Aunque la mayoría de los osos de cara corta se extinguieron al final del Pleistoceno, el oso de anteojos persiste como la única especie viva de esta subfamilia, adaptándose a los entornos de América del Sur.
La evolución del oso de anteojos (Tremarctos ornatus) parece haber estado vinculada a la desaparición de otras especies de osos de cara corta gigantes, como Arctotherium y Arctodus, al final del Pleistoceno. La especie actual, Tremarctos ornatus, se ha adaptado y ha persistido en los entornos de América del Sur haciéndose más pequeña, demostrando una notable capacidad para sobrevivir a los cambios ambientales y a la competencia con otras especies de osos que no tuvieron la misma suerte.
La supervivencia del oso de anteojos, el miembro más pequeño y menos imponente de la subfamilia Tremarctinae, en comparación con sus parientes extintos de mayor tamaño, podría entenderse a la luz de la teoría darwiniana de la evolución y la idea de que la evolución no favorece simplemente al más fuerte, sino al que mejor se adapta a su entorno y utiliza eficientemente los recursos disponibles.
En primer lugar, la reducción en tamaño del oso de anteojos podría haber sido una adaptación ventajosa en términos de eficiencia energética y acceso a recursos alimentarios específicos. Un cuerpo más pequeño puede requerir menos alimento y energía para sobrevivir, lo que puede ser beneficioso en entornos donde la competencia por recursos es intensa.
La capacidad de coexistir con los cambios en el entorno y la presión evolutiva también puede haber sido un factor crucial. Mientras que los osos de mayor tamaño podrían haber enfrentado dificultades en la adaptación a cambios en el paisaje o la disponibilidad de presas, el oso de anteojos, al ser más adaptable y versátil en sus estrategias de supervivencia, pudo haber perdurado a lo largo del tiempo.
Descripción. El oso de anteojos (Tremarctos ornatus) es conocido por ser el único oso nativo de América del Sur y se distingue por varias características físicas. En cuanto al tamaño, los machos adultos suelen ser más grandes que las hembras, con un peso que puede oscilar entre 100 y 200 kg, mientras que las hembras suelen pesar entre 35 y 82 kg. Su longitud corporal varía de 120 a 176 cm.
El pelaje del oso de anteojos es largo y áspero, con una coloración que puede ir desde el negro hasta el marrón oscuro. Aunque la mayoría de los individuos tienen un pelaje negro, algunos pueden presentar manchas más claras o incluso marrones en el pecho y la cara. La característica más distintiva es la presencia de "anteojos", que son manchas de color más claro alrededor de los ojos, dándoles una apariencia única.
Los "anteojos" son considerados una marca distintiva del oso de anteojos y varían en forma y tamaño entre individuos. Pueden tomar la forma de una media luna, de forma ovalada o incluso extenderse hacia el cuello. Estas marcas contrastantes alrededor de los ojos les han otorgado su nombre común y añaden un aspecto distintivo a su apariencia.
Además de sus marcas faciales, el oso de anteojos tiene orejas redondeadas y pequeñas, y su hocico es corto y ancho. Son animales robustos con garras fuertes y adaptadas para trepar árboles, ya que son excelentes escaladores. Su apariencia general y adaptaciones físicas reflejan su estilo de vida en los bosques andinos de América del Sur.
Distribución. El oso de anteojos (Tremarctos ornatus) es nativo de América del Sur y su distribución geográfica abarca varias regiones de los Andes, desde Venezuela y Colombia hasta Bolivia y el norte de Argentina y Chile. Se encuentra principalmente en hábitats de montaña, desde bosques nublados hasta áreas de páramo, adaptándose a altitudes que van desde el nivel del mar hasta más de 4,000 metros.
Estos osos pueden habitar una variedad de ecosistemas, desde selvas húmedas hasta zonas más secas y arbustivas. Su rango altitudinal y adaptabilidad a diferentes entornos forestales les permite ocupar una amplia variedad de nichos ecológicos en los Andes. Sin embargo, son más comunes en áreas donde hay una combinación de bosques densos y terrenos abiertos.
La distribución geográfica del oso de anteojos ha sido afectada por la pérdida de hábitat debido a la expansión humana y la conversión de tierras para la agricultura. A pesar de estas presiones, han demostrado ser resistentes y pueden habitar áreas fragmentadas y perturbadas, siempre que haya suficientes recursos alimenticios y refugio disponible. La conservación de su hábitat es crucial para garantizar la supervivencia continua de esta especie en la región andina.
Dieta y comportamiento. La dieta del oso de anteojos (Tremarctos ornatus) es omnívora y diversa, lo que significa que consumen una amplia variedad de alimentos. Su alimentación incluye frutas, bromelias, raíces, insectos, pequeños mamíferos y aves, así como carroña. Aunque son omnívoros, su dieta está altamente influenciada por la disponibilidad de alimentos en su hábitat y varía según la región y la temporada.
Los osos de anteojos son excelentes escaladores y pasan una parte significativa de su tiempo en los árboles. Utilizan su habilidad para trepar para buscar alimentos, como frutas y bromelias, y para descansar en las ramas. Esta adaptación les permite aprovechar recursos alimenticios que pueden no estar disponibles en el suelo.
En cuanto a su comportamiento, los osos de anteojos son generalmente solitarios y territoriales. Los machos y las hembras tienen áreas de acción que se superponen, pero raramente interactúan, excepto durante la temporada de reproducción. Son animales crepusculares y nocturnos, lo que significa que son más activos durante el amanecer y el anochecer.
Además de ser ágiles trepadores, los osos de anteojos son conocidos por ser buenos nadadores. Estos comportamientos les permiten explorar diferentes áreas en busca de alimento y refugio. A pesar de su aspecto imponente, suelen evitar el contacto con los humanos y son más propensos a retirarse antes que a confrontar una amenaza.
Reproducción. La reproducción de los osos de anteojos (Tremarctos ornatus) está vinculada a la temporada, y el apareamiento generalmente ocurre durante el periodo de noviembre a marzo. Sin embargo, el proceso exacto puede variar según la región geográfica y las condiciones climáticas.
Después de la cópula, la hembra experimenta un periodo de gestación que suele durar alrededor de 6 a 7 meses. En el caso de las hembras de osos de anteojos, a veces se observa un fenómeno conocido como "implantación diferida", donde el óvulo fertilizado se desarrolla en un embrión solo después de cierto retraso en el útero. Esto puede ayudar a sincronizar el nacimiento de los cachorros con condiciones ambientales más favorables.
El nacimiento de los cachorros generalmente ocurre durante la temporada de lluvias, cuando hay más disponibilidad de alimentos. Una camada típica consta de uno a tres cachorros, aunque puede haber variaciones. Los cachorros son altriciales al nacer, lo que significa que son pequeños, ciegos y dependen completamente de su madre para alimentarse y protegerse.
La hembra cuida y protege a sus crías durante los primeros meses de vida, enseñándoles habilidades de supervivencia, como la búsqueda de alimentos y la trepa en árboles. La relación madre-cachorro es crucial para la supervivencia de los osos jóvenes. A medida que los cachorros crecen y se desarrollan, eventualmente se independizan de su madre y buscan su propio territorio.
Importancia. Los osos de anteojos (Tremarctos ornatus) desempeñan un papel importante en los ecosistemas en los que habitan, y su presencia tiene múltiples impactos que contribuyen al equilibrio de la naturaleza. Algunos de los aspectos clave de su importancia en el ecosistema incluyen:
Dispersión de Semillas: Los osos de anteojos son omnívoros y se alimentan de una variedad de alimentos, incluyendo frutas y bayas. Cuando consumen frutas, ingieren las semillas que luego se dispersan a través de sus excrementos. Este proceso contribuye a la regeneración de plantas y árboles en diferentes áreas, ayudando en la diversidad y sostenibilidad de la vegetación.
Control de Poblaciones de Roedores: Al incluir roedores en su dieta, los osos ayudan a mantener bajo control las poblaciones de estos animales, lo que a su vez puede tener efectos positivos en la prevención de enfermedades y el equilibrio de los ecosistemas.
Modificación de Hábitats: Los osos de anteojos, al buscar alimentos y cavar en busca de insectos o raíces, pueden modificar su entorno. Esta actividad puede crear microhábitats beneficiosos para otras especies, como pequeños mamíferos e invertebrados, que pueden utilizar las áreas excavadas por los osos.
Impacto en la Vegetación: El comportamiento de los osos al buscar alimento puede influir en la composición de la vegetación. Por ejemplo, al derribar árboles o arbustos en busca de alimentos, pueden afectar la estructura del paisaje, creando claros que favorecen el crecimiento de nuevas plantas.
Turismo y Conservación: La presencia de osos de anteojos en un área puede ser un atractivo turístico significativo. El turismo relacionado con la observación de osos puede generar ingresos para las comunidades locales y fomentar la conservación de estos animales y sus hábitats.
Relación con el ser humano. El oso de anteojos enfrenta amenazas significativas debido a la caza furtiva y la pérdida de hábitat. La caza furtiva puede deberse a la caza de trofeos, el comercio de mascotas, creencias religiosas o mágicas, el comercio de productos naturales y conflictos con humanos.
Durante el siglo XIX, la caza de trofeos de oso de anteojos fue aparentemente popular en algunas áreas rurales de América Latina. Aunque estas amenazas pueden haber disminuido, aún se informan casos aislados de osos capturados en áreas rurales, que a menudo no pueden readaptarse a su hábitat natural y deben mantenerse en instalaciones zoológicas.
Las creencias religiosas o mágicas también pueden motivar la caza de osos de anteojos, especialmente en lugares donde se asocian con mitos de mujeres o niños desaparecidos, o donde partes del oso se utilizan en medicina tradicional o supersticiones. Esto puede llevar al comercio de partes de osos, como las vesículas biliares, que tienen un alto valor en la medicina china tradicional.
Los conflictos con humanos, especialmente en áreas donde los osos son percibidos como depredadores de ganado o cultivos, son una causa común de caza furtiva. Esto puede deberse a ataques reales o a la atribución errónea de daños a los osos. La intensidad de la caza furtiva puede crear trampas ecológicas, atrayendo a los osos a áreas de alta calidad de hábitat que también tienen un alto riesgo de caza furtiva.
La pérdida de hábitat debido a la tala y la agricultura extensiva es otra amenaza importante para los osos de anteojos, ya que dependen en gran medida de los árboles. La escasez de fuentes de alimento naturales puede llevar a que los osos se alimenten de cultivos o ganado, aumentando los conflictos y la probabilidad de caza furtiva.
Las acciones de conservación recomendadas incluyen la expansión de áreas protegidas, la investigación y monitoreo detallados, la gestión concertada de áreas de conservación actuales, programas de protección que involucren a las comunidades locales y la educación pública sobre la importancia de conservar a los osos de anteojos.
Aunque se han establecido leyes contra la caza de osos, su aplicación es limitada, lo que perpetúa el problema de la caza furtiva, incluso dentro de áreas protegidas. La Sociedad de Conservación del Oso de Anteojos, establecida en Perú en 2006, se ha dedicado al estudio y protección de estos osos. La UICN recomienda la creación de áreas de hábitat fuera de las áreas protegidas para garantizar la sostenibilidad de las poblaciones de osos.
Según la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), el oso de anteojos está en peligro de extinción, en la categoría “vulnerable”. A pesar de ser un animal huidizo, tímido y de que no hay registros de ataques contra humanos, algunos piensan que es peligroso. Por eso, algunos campesinos los cazan para evitar que destruyan sus cultivos y ataquen a los animales domésticos.
La ampliación de la frontera agrícola y la deforestación son una de las principales amenazas que enfrenta, generando mayor interacción entre ambas especies (osos de anteojos y seres humanos) provocando tensiones enfrentándose a ser asesinados a manos de cazadores, los cuales comercializan con sus garras, pelaje, grasa o simplemente por diversión.
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