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miércoles, 10 de septiembre de 2025

Figura. Experimento de Senebier

 

En el experimento de Senebier, realizado en el siglo XVIII, el reactor es la propia planta acuática, la cual a través de la fotosíntesis libera oxígeno cuando recibe luz. Este gas asciende en forma de burbujas, las cuales se recogen en un tubo invertido lleno de agua. El principio es sencillo: el oxígeno desplaza el agua en el tubo, permitiendo medir indirectamente el volumen producido.

El mecanismo de medición es equivalente al de otros experimentos clásicos de recolección de gases: se observa el desplazamiento de un líquido como evidencia de la producción gaseosa. En este caso, el agua actúa como medio transparente y estable, permitiendo visualizar las burbujas de oxígeno y cuantificar su acumulación en la parte superior del tubo. Así, la variación en el nivel de agua corresponde al volumen de gas generado por la planta en un tiempo determinado.

Este diseño experimental es fundamental porque conecta de manera directa el fenómeno biológico de la fotosíntesis con un método físico-químico de medición de gases. Gracias a este procedimiento, Senebier pudo demostrar que las plantas liberan oxígeno bajo la acción de la luz solar, estableciendo una de las bases experimentales para la comprensión de la relación entre la vida vegetal y la atmósfera. De este modo, el montaje ilustra la integración de conceptos de biología, química y física, mostrando cómo el volumen de un gas puede ser medido de manera ingeniosa y precisa a partir de fenómenos naturales.

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