En el campo de la química, Lomonósov se anticipó a muchos de sus contemporáneos. Defendió la ley de conservación de la masa antes que Antoine Lavoisier, argumentando que en los procesos naturales “la cantidad de materia permanece constante”. También fue uno de los primeros en intuir la naturaleza del calor como movimiento de partículas, acercándose a una concepción cinética de la materia décadas antes de que esta fuera ampliamente aceptada. Sus ideas reflejaban un pensamiento científico profundamente experimental, influido por su formación en Alemania y su contacto con las corrientes racionalistas de la Ilustración.
Además de sus aportes en ciencias exactas, Lomonósov destacó en óptica, mineralogía e incluso en la historiografía, promoviendo una visión unificadora del conocimiento. Consideraba que el saber debía integrar la observación empírica con la expresión artística, lo que lo llevó a escribir también poesía y tratados lingüísticos. Esta fusión entre ciencia y humanismo marcó el comienzo de la Ilustración en Rusia, transformando la relación entre conocimiento, cultura y nación, y sentando las bases para el desarrollo científico e intelectual ruso en los siglos posteriores.
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