Su afirmación más célebre, “la dosis hace al veneno” (en latín, dosis sola facit venenum), se convirtió en un principio fundamental de la toxicología moderna. Con esta frase, Paracelso estableció que no existe una separación absoluta entre medicina y veneno, sino que la concentración o dosis de una sustancia determina su efecto en el organismo. De este modo, abrió paso a una forma de pensar que reconocía la complejidad de la interacción entre sustancias químicas y sistemas biológicos, y que permitía considerar como terapéuticas ciertas sustancias previamente condenadas por su toxicidad intrínseca.
Esta transformación conceptual no solo impactó la farmacología, sino también la forma en que se abordaron las enfermedades y se desarrollaron tratamientos más específicos. A partir de Paracelso, se consolidó la idea de que el estudio riguroso de las propiedades químicas y biológicas de las sustancias era esencial para su aplicación médica. Su pensamiento anticipó nociones que hoy son fundamentales en la química física, como la relación entre concentración, respuesta biológica y curva dosis-efecto, pilares de disciplinas como la farmacocinética y la farmacodinámica. Así, Paracelso no solo transformó la medicina, sino que también plantó las semillas de una química aplicada a la vida y al cuerpo humano.
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