(Actividad 9.18.) Los dinosaurios, como hemos visto,
se dividen en ornisquios y saurisquios. En las lecciones
anteriores estudiamos los linajes más llamativos de los ornitísquios; ahora nos
enfocaremos en los saurisquios, nuevamente poniendo atención en sus grupos más
destacados o, lo que es lo mismo, más avanzados, es decir, aquellos con características
más especializadas. Dentro de los saurisquios, también llamados “caderas de
reptil”, encontramos dos grandes divisiones: los saurópodos y los terópodos.
Los primeros se caracterizan por sus largos cuellos, grandes tamaños y hábitos
herbívoros, por lo que comúnmente se les conoce como “cuellos largos”. En
cambio, los segundos son bípedos, con extremidades anteriores reducidas y
adaptaciones carnívoras, como dientes afilados y garras curvas, por lo que se
les suele llamar “bípedos carniceros”. Entre ellos se encuentran algunos de los
dinosaurios más famosos, como el Tyrannosaurus rex y el Velociraptor, e incluso
los ancestros directos de las aves modernas, incluyendo a las propias aves
modernas.
(Actividad 9.19.)
(Actividad 9.20.) Los Plateosauridae vivieron
durante el Triásico Superior, hace aproximadamente entre 214 y 204
millones de años, siendo uno de los primeros grupos exitosos de sauropodomorfos.
Su miembro más representativo es Plateosaurus engelhardti, uno de
los dinosaurios más estudiados de Europa. Con estos animales comenzamos a ver
los patrones craneales típicos que se consolidarían en los saurisquios.
El cráneo de los plateosáuridos se caracteriza por una enorme fenestra
anteorbital, una abertura delante del ojo que aligeraba el peso del cráneo
y probablemente servía también como punto de anclaje muscular. Además, a
diferencia del patrón diapsido original de los arcosaurios, los plateosáuridos
presentan una única fenestra temporal postorbital, lo que sugiere una
probable fusión de las dos aberturas temporales ancestrales. Este rasgo
refleja una simplificación del cráneo que acompañó el aumento de tamaño y la
especialización herbívora, rasgos que se intensificarían en sus descendientes
saurópodos.
(Actividad 9.21.a)
(Actividad 9.21.b)
(Actividad 9.22.) Los diplodocoideos vivieron
entre el Jurásico Medio y el Cretácico Inferior, y representan una de
las ramas más llamativas de los saurópodos. Dentro de este grupo,
especies como Diplodocus longus o el más avanzado Amargasaurus
cazaui muestran un cráneo muy distinto al de los primeros
sauropodomorfos. En su evolución, el cráneo se alarga y se estrecha, con
órbitas oculares que se expanden y se vuelven más visibles lateralmente.
A diferencia de sus antecesores, las aberturas del cráneo (fosas o
fenestras) se reducen de tamaño y se desplazan hacia abajo, pero se
conserva el patrón diapsido típico de los reptiles arcosaurios, aunque
más compacto. Los dientes ya no están distribuidos por toda la
mandíbula: se concentran al frente del hocico, proyectados hacia
adelante, lo que les ayudaba a arrancar vegetación baja. Uno de los cambios más
notables es la reubicación de la narina, que se mueve hacia atrás,
ubicándose justo encima de los ojos en una estructura parecida a una cresta
nasal hueca, que aún no comprendemos del todo.
(Actividad 9.23.a)
(Actividad 9.23.b)
(Actividad 9.24.) Los Titanosauria fueron los
últimos y más diversos saurópodos, y vivieron durante casi todo el Cretácico,
desde hace aproximadamente 130 hasta 66 millones de años. Su
distribución fue predominantemente en los continentes del sur, lo que hoy
conocemos como Sudamérica, África, India, Madagascar
y Australia, territorios que formaban parte del antiguo supercontinente Gondwana.
También se han encontrado restos en Europa y Asia, lo que
demuestra su notable éxito evolutivo y capacidad de adaptación a distintos
ambientes. Desde el punto de vista anatómico, presentan un cráneo alargado
con importantes modificaciones respecto a sus antecesores. Podemos ver con
mayor claridad que las narinas óseas están nuevamente posicionadas
entre o incluso por encima de las órbitas oculares, aunque aún no se
sabe si el orificio nasal real se ubicaba allí ni si existía alguna estructura
carnosa especial, por lo que las reconstrucciones faciales son
especulativas (nosotros preferimos imaginar una cresta nasal porque,
honestamente… ¡es más cool!). Además, las fenestras postorbitales (temporales)
están reducidas y desplazadas hacia abajo. La fenestra mandibular
desaparece, y aparecen dos fenestras anteorbitales más pequeñas. Los
dientes se agrupan al frente del hocico.
En este clado se encuentran los vertebrados terrestres
más grandes que hayan existido. Algunos de los titanosaurios alcanzaron
dimensiones colosales que desafían la comprensión. Por ejemplo, Patagotitan
mayorum, descubierto en Argentina, pudo haber llegado a medir cerca de 37
metros de largo y pesar alrededor de 70 toneladas, lo que lo
convierte en uno de los animales más pesados que haya caminado sobre la Tierra.
Otro ejemplo es el famoso Argentinosaurus huinculensis, también
sudamericano, que se estima alcanzó los 30 a 35 metros de longitud y un
peso cercano a las 100 toneladas, aunque sus restos son fragmentarios y
las estimaciones varían. Estas criaturas presentaban cuerpos masivos, cuellos
extremadamente largos y colas igualmente extensas, adaptados para alcanzar
grandes áreas de vegetación sin desplazarse demasiado. Su tamaño no solo los
hacía imponentes, sino que también les ofrecía cierta protección contra
depredadores, y representa uno de los máximos logros evolutivos en términos de gigantismo
terrestre. Los titanosaurios, en definitiva, dominan el récord de tamaño
entre todos los dinosaurios y vertebrados terrestres conocidos.
(Actividad 9.25.a)
(Actividad 9.25.b)
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