(Actividad 6.13.) El sistema respiratorio
de las aves es el más avanzado que existe. Permite a los buitres volar a
alturas para las que los humanos necesitan respiración asistida. Es una
forma más avanzada del sistema de los reptiles cocodrilianos, aunque sigue la
misma idea: un circuito unidireccional.
El aire, en la inhalación, se dirige a estructuras
llamadas sacos aéreos posteriores, ubicadas hacia el vientre y la cola.
De allí, se dirigen a los pulmones, entrando por detrás de estos y
atravesando los parabronquios, que son las estructuras ventilatorias de
intercambio de oxígeno.
Luego, el aire sale por el frente del pulmón hacia los sacos
aéreos anteriores, ubicados hacia el frente y el dorso, para luego ser
expulsado en la exhalación. Dado que los parabronquios pulmonares
expulsan todo el aire consumido, son superficientes a pesar de ser más
pequeños que el pulmón de un mamífero de masa comparable.
Los conductos que conectan los sacos aéreos entre sí
y con los pulmones se llaman conductos aéreos. Los ubicados hacia el
dorso o espalda atraviesan las vértebras, por lo que dejan huellas
homólogas tanto en vértebras de pato como en vértebras de dinosaurios, como
los velociraptores o los majungasaurios. Gracias a esto, se sabe que los dinosaurios,
al menos los terópodos depredadores bípedos, contaban con sistemas
respiratorios avanzados
(Actividad 6.14.)
(Actividad 6.15.) Los pulmones
de los mamíferos son alveolares, al igual que los faveolares de los
reptiles no cocodrilianos, son bidireccionales. Esto quiere decir que el
aire fresco se mezcla con el aire "sucio" que sale de los pulmones,
pero parte de este aire gastado no sale; a esto se le llama volumen muerto
y limita la eficiencia del pulmón. Esto explica por qué estos pulmones son más
grandes que los de reptiles cocodrilianos o aves.
A diferencia de los faveolares, el interior de estos
pulmones, aunque conserva su esponjosidad, las celdas se organizan en
conductos con forma de raíces que penetran y se hacen cada vez más y más
pequeñas. Las puntas de estos tienen forma de racimo de uvas y se denominan alvéolos,
y es donde se produce el intercambio de gases con el sistema
circulatorio.
(Actividad 6.16.)
(Actividad 6.17.) El sistema
respiratorio de los cetáceos, que incluye ballenas y delfines, es una
maravilla de la evolución, completamente adaptado a la vida acuática.
Una de las adaptaciones más notables es la migración gradual de las narinas
(fosas nasales) desde el hocico hasta la parte superior de la cabeza,
formándose los espiráculos. El registro fósil, desde Pakicetus
hasta las ballenas modernas, ilustra perfectamente este desplazamiento,
permitiendo a los cetáceos respirar en la superficie con un mínimo esfuerzo.
Otra adaptación crucial es el cono faríngeo, una
estructura laríngea que sella las vías respiratorias para aislar el sistema
digestivo del conducto respiratorio durante la inmersión. Esto evita que
los pulmones se llenen de agua, previniendo la asfixia.
A pesar de estas adaptaciones, los pulmones de los cetáceos,
especialmente en cachalotes, deben lidiar con la alta presión a grandes
profundidades. Están diseñados para colapsar de forma controlada,
forzando el aire hacia las vías respiratorias superiores y más rígidas.
Finalmente, la mioglobina, una proteína muscular que
almacena oxígeno, es excepcionalmente abundante y eficiente en los cetáceos.
Actúa como un "tercer pulmón", liberando oxígeno directamente
a los músculos. Esto extiende significativamente su tiempo de inmersión,
permitiéndoles realizar proezas como las épicas batallas contra los calamares
gigantes, una característica vital compartida por todos los cetáceos para su
supervivencia en el vasto océano.
(Actividad 6.18.)
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