Aunque el diseño era sorprendentemente ingenioso, la eolípila no se utilizó con fines prácticos en la antigüedad. Se trataba más de una curiosidad experimental o un ejemplo de los “milagros mecánicos” con los que Herón ilustraba principios físicos. Su obra Pneumatica incluía otros dispositivos que funcionaban con presión de aire o vapor, destinados al entretenimiento o a templos religiosos. A pesar de su potencial, no se reconoció como una fuente viable de energía mecánica.
La eolípila ilustra cómo el conocimiento técnico no siempre se traduce en innovación industrial. En una sociedad con abundante mano de obra esclava, no existía presión económica para mecanizar el trabajo, lo que postergó por siglos el desarrollo de la tecnología a vapor
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