En la imagen se observa una taza de café caliente a la que se le ha agregado azúcar. En condiciones iniciales, cuando la bebida aún se encuentra a alta temperatura, la solubilidad del azúcar es elevada, lo que permite que una mayor cantidad de este sólido se disuelva completamente en el líquido. Sin embargo, a medida que el café se enfría —ya sea porque se deja reposar o por el ambiente circundante— la temperatura del sistema disminuye, lo que tiene un efecto directo sobre la capacidad del líquido para mantener disuelta esa cantidad de azúcar. Al descender la temperatura, disminuye la energía cinética de las moléculas de agua, lo cual reduce la eficacia con la que estas interactúan con las moléculas de sacarosa. Como consecuencia, el sistema ya no puede sostener la misma concentración de azúcar disuelto, y el excedente comienza a precipitarse hacia el fondo del recipiente.
Este fenómeno se conoce comúnmente en Colombia como "cuncho", y no se refiere únicamente a los restos de café o borra de la bebida, sino también a una acumulación visible de azúcar semisólida en el fondo del recipiente. Este tipo de precipitado suele ser pastoso, viscoso o incluso cristalino, dependiendo de cuánto se haya enfriado el café y de cuánta agua haya sido evaporada o absorbida por otros componentes del líquido. Además de la disminución de la temperatura, la reducción de la masa de agua disponible por evaporación o absorción también influye, pues hay menos solvente para mantener al azúcar en estado disuelto. Lo interesante de este proceso es que, aunque el azúcar fue inicialmente incorporado en estado disuelto, las condiciones cambiantes del medio provocan una reversión del proceso de disolución, haciendo evidente un límite físico-químico natural que muchas veces pasa desapercibido para el consumidor cotidiano.
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