El reactor de torio representa una innovación significativa en el campo de la energía nuclear, con implicaciones directas en la geopolítica energética. A diferencia del uranio, el torio es más abundante, menos propenso a la proliferación de armas nucleares y produce residuos menos peligrosos. Estas características han llamado la atención de países que buscan reducir su dependencia energética y minimizar riesgos ambientales. En este contexto, China ha tomado la delantera desarrollando reactores experimentales de torio, como el instalado en el desierto de Gobi, que opera con sales fundidas y requiere mucho menos agua de refrigeración, lo que disminuye la contaminación térmica y permite su instalación en regiones áridas.
Este liderazgo tecnológico chino desafía a Europa y a Estados Unidos, cuyas inversiones en nuevas tecnologías nucleares han sido más conservadoras. Mientras que Europa se debate entre cerrar plantas nucleares y mantener su independencia del gas ruso, China apuesta por dominar una tecnología de próxima generación que podría abaratar considerablemente el costo de la energía, una ventaja crucial en la competencia industrial global.
El acceso a energía barata y continua es esencial para sostener la producción industrial. Si China logra estabilizar y escalar su tecnología de torio, podría ofrecer a sus fábricas una ventaja estratégica sobre las occidentales, especialmente en sectores que requieren un consumo eléctrico constante y elevado, como la metalurgia, la química o la inteligencia artificial.
Además, en un mundo cada vez más afectado por las tensiones climáticas y geopolíticas, la capacidad de China para ofrecer energía limpia y estable fortalecería su influencia internacional, tanto diplomática como económica. En este sentido, el reactor de torio no es solo un experimento tecnológico, sino una herramienta de poder en el nuevo orden energético global.
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