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martes, 20 de mayo de 2025

Figura. Destilación del petróleo

La destilación fraccionada del petróleo se lleva a cabo en torres de destilación altas, equipadas con múltiples bandejas o platos, donde el petróleo crudo se calienta hasta convertirse en vapor. A medida que el vapor asciende, se va enfriando y condensando en diferentes niveles, separando los hidrocarburos según sus puntos de ebullición. Los gases ligeros y la gasolina emergen en la parte superior, mientras que fracciones más pesadas como el gasóleo y los aceites lubricantes se recolectan en las bandejas inferiores. Cada fracción extraída pasa luego por procesos adicionales de refinación para obtener productos de calidad comercial, desde combustibles hasta materias primas petroquímicas.

El control de estas refinerías trasciende la economía y se adentra en la geopolítica y la seguridad nacional. Durante la Segunda Guerra Mundial, los aliados y las potencias del Eje atacaron sistemáticamente las refinerías contrarias para elevar el costo del combustible y paralizar la maquinaria de guerra enemiga. En conflictos contemporáneos, las instalaciones de destilación siguen siendo blancos estratégicos por su papel en el suministro energético. Un golpe exitoso a una gran refinería puede provocar una parálisis industrial en cadena, afectando transporte, generación eléctrica y producción militar.

Frente a estos riesgos, la industria busca tecnologías limpias y fuentes alternativas para disminuir la dependencia del petróleo. Métodos como la destilación por membranas, el uso de biocombustibles y la integración de energías renovables en los procesos de refinación apuntan a reducir emisiones de CO₂ y la vulnerabilidad ante conflictos. Estas innovaciones permiten imaginar un futuro en el que la separación de hidrocarburos conviva con la sostenibilidad y la resiliencia energética, minimizando el impacto ambiental y geopolítico de la destilación tradicional.

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