A pesar de su mala fama ambiental, los fertilizantes químicos son esenciales para lograr cultivos rentables y productivos. Los suelos, con el tiempo, pierden su contenido de nutrientes esenciales como nitrógeno, fósforo y potasio, por lo que es necesario reponerlos para garantizar una producción agrícola estable y suficiente. Sin embargo, el precio de los fertilizantes es altamente volátil y responde a múltiples factores: crisis económicas, cambios en las políticas arancelarias, conflictos internacionales, o incluso desacuerdos entre líderes globales que alteran los flujos de comercio. Por ejemplo, las recientes guerras y tensiones geopolíticas han encarecido el gas natural, materia prima para la urea, lo que ha disparado sus precios.
Frente a esta dependencia, se vuelve necesario diversificar estrategias. Una opción viable para los pequeños y medianos agricultores es el uso de fertilizantes orgánicos, como el estiércol de animales de granja, incluyendo gallinas, patos o vacas, que aporta materia orgánica y micronutrientes al suelo. También se puede emplear compostaje a partir de residuos agrícolas y domésticos, una técnica económica y sostenible.
Otra alternativa eficiente es el uso de fertilización localizada, como el riego por goteo con soluciones nutritivas, que reduce el desperdicio y mejora la absorción. También se puede recurrir a análisis de suelos periódicos para aplicar solo lo necesario, o integrar cultivos fijadores de nitrógeno como las leguminosas en la rotación. Estas estrategias permiten mantener la productividad reduciendo costos y riesgos ambientales.
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