La figura representa la clasificación clásica de la materia ordinaria, un esquema fundamental en el estudio de la química que permite organizar los diferentes tipos de sustancias según su composición y estructura interna. En primer lugar, se distingue entre sustancias puras y mezclas (también llamadas sustancias impuras). Las sustancias puras son aquellas que tienen una composición fija y propiedades constantes en cualquier muestra. Estas se dividen a su vez en elementos y compuestos. Los elementos están formados por un solo tipo de átomo, como el oxígeno (O₂), el hierro (Fe) o el helio (He), y no pueden descomponerse en sustancias más simples por medios químicos. En cambio, los compuestos están formados por átomos de diferentes elementos unidos químicamente en proporciones definidas, como en el caso del agua (H₂O) o el dióxido de carbono (CO₂). Estos compuestos sí pueden descomponerse mediante reacciones químicas en los elementos que los constituyen.
Las mezclas o sustancias impuras, por su parte, están formadas por dos o más componentes que no están combinados químicamente y que pueden separarse por métodos físicos. Se clasifican en mezclas homogéneas y mezclas heterogéneas. Las mezclas homogéneas, también conocidas como disoluciones, tienen una apariencia y composición uniforme en toda su extensión, como el aire o el agua con sal disuelta. En cambio, las mezclas heterogéneas presentan una composición no uniforme, y en ellas se pueden distinguir fácilmente sus componentes, como en el caso de la mezcla de arena y agua, o de un granito compuesto por cuarzo, feldespato y mica.
Esta clasificación no solo permite entender la materia desde un punto de vista teórico, sino que constituye la base para analizar, separar y transformar sustancias en el laboratorio y en aplicaciones tecnológicas.
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