El ingenioso experimento de Torricelli no solo proporcionó
una medida de la presión atmosférica, sino que también reveló una
profunda verdad sobre el espacio y la materia. El uso del mercurio en su
barómetro fue crucial, ya que su alta densidad le permitió alcanzar el
equilibrio con la presión atmosférica a una altura manejable de 76 cm (760
mm). Este valor de altura, directamente proporcional a la densidad del
líquido y la presión externa, se convirtió en una medida estándar.
El contraste con un líquido menos denso como el agua
ilustra perfectamente este principio. Para que el agua alcanzara el mismo
equilibrio, la columna necesaria se dispararía hasta casi 10 metros de altura,
una dimensión poco práctica. Este desafío demostró la importancia de la
densidad del fluido en la medición de la presión. Pero más allá de la medición,
el experimento de Torricelli produjo un hallazgo revolucionario: al descender
el líquido, la parte superior del tubo se vaciaba, creando el primer vacío
experimental observable y medible.
Este descubrimiento fue un golpe directo a la física de Aristóteles,
que postulaba que "la naturaleza aborrece el vacío" (horror vacui)
y que todo espacio debía estar lleno de materia. El experimento de Torricelli
demostró empíricamente que el vacío podía existir y ser creado bajo condiciones
controladas. Este hallazgo sentó las bases para el entendimiento moderno de la
presión y la física de los gases, y marcó un hito en la transición de la
filosofía natural a la ciencia experimental.
No hay comentarios:
Publicar un comentario