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miércoles, 14 de mayo de 2025

Figura. Ceniza de carbón mineral.

La ceniza del carbón mineral es el residuo inorgánico que queda tras la combustión de este combustible fósil. Cuando se quema carbón mineral para generar calor —como ocurre en muchos puestos callejeros que venden arepas con chorizo u otros alimentos asados—, no todo el material se transforma en energía. La fracción incombustible, rica en óxidos metálicos (como óxidos de calcio, silicio, aluminio y hierro), queda como un polvo o grumo grisáceo: eso es la ceniza. Su composición depende del tipo de carbón y de las condiciones de combustión, pero siempre es rica en materiales minerales refractarios que no se degradan fácilmente.

Si generamos ceniza de forma cotidiana, como en una parrilla o negocio de comida ambulante, conviene entender que este residuo no es simplemente basura. Bien manejada, puede tener usos prácticos y sostenibles. En pequeñas cantidades, puede mezclarse con suelo para mejorar su estructura, ya que ayuda a airear terrenos muy compactos y aporta trazas de nutrientes. También puede usarse como agente abrasivo doméstico, para limpiar superficies metálicas o desengrasar herramientas. Además, con cierto conocimiento, puede emplearse en la fabricación de ladrillos artesanales, como parte de la mezcla de arcilla y aditivos que se cuecen a altas temperaturas.

Sin embargo, es importante no usarla en exceso ni en suelos ácidos o cercanos a fuentes de agua, porque puede modificar el pH del entorno o liberar metales pesados. La clave está en tratar esta ceniza como un subproducto potencialmente útil, que con un mínimo de educación técnica puede convertirse en parte de una economía circular. Así, incluso en un contexto informal como una venta callejera, es posible reducir residuos y aprovechar los recursos que normalmente se descartan.

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